“Número uno: esta no es una película sobre Clorindo Testa. Número dos: esta no es una película sobre mi viejo. Es una película sobre un libro –escrito por mi padre— sobre Clorindo Testa”. De esta manera, Mariano Llinás presenta su sexto trabajo, titulado Clorindo Testa, que integra la Competencia Argentina de la 24a edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici). Como aquel cuadro de Magritte en el que se ve una pipa, bajo la cual se lee “Esto no es una pipa”, el director de La Flor se esfuerza por negar aquello que desde el título parece estar claro. Es cierto: Llinás utiliza como excusa el libro homónimo, escrito a comienzos de los 60 por Julio, su padre, a partir de la obra pictórica de uno de sus mejores amigos, Clorindo Testa, quien aún no era el arquitecto consagrado en el que se convertiría durante las décadas siguientes. A partir de él filma una película que es todo lo que niega y más.
Pero como esta es “una de Llinás”, quedarse solo con eso equivale a dejar que este director, caprichoso y travieso como pocos, se salga con la suya. Él se justifica: cuenta que se trata del encargo de una fundación, pero confiesa que una vez que le aprueben el guión y le den el dinero, va a filmar lo que se le cante. Y lo hace. Desde lo formal, Clorindo Testa intercala sus escenas con otras, en las que el cineasta y su equipo ficcionalizan el proceso creativo. Como si el documental sobre Testa incluyera el registro de un (falso) making off. No es la primera vez que estos recursos alimentan un proyecto de El Pampero, la productora que el director comparte con Laura Citarella, Alejo Moguillansky y Agustín Mendilaharzu. Aquello de cagarse en el fin para el cual los fondos fueron otorgados era el disparador de El escarabajo de oro, de Moguillansky. Y lo de mezclar la película con un supuesto backstage ya se vio en Las poetas visitan a Juana Bignozzi, de Citarella (y en otros trabajos del propio Llinás). También hay voz en off.
En todo trabajo de Llinás hay una o algunas intrigas: esta no es la excepción. Saber para dónde va la cosa es una de ellas. Porque, como un GPS al que de golpe le cambian el recorrido, Clorindo Testa es una película en estado de “recalculando”, un relato como Las mil y una noches en el que la digresión es el combustible. En ese laberinto narrativo, Llinás es como un chico al que aquellos dos adjetivos de arriba (caprichoso y travieso) le calzan perfecto. Hay un dato que se vuelve clave. A partir de un par de frases tomadas del libro, él cuenta que Testa era una de las personas que más hacían reír a su padre, quien le daba al humor un valor superlativo.
Esa breve revelación también permite aventurar una respuesta a la pregunta: “¿De qué se trata esta película?” Una que explique las calculadas payasadas que su director ejecuta en este relato con mucho de absurdo y casi surrealista. ¿No será que Llinás, niño celoso, se dedicó a boicotear la película sobre Clorindo, el amigo gracioso de papá, para filmar otra en la que él mismo se desvive por imaginar una trama que hubiera hecho reír a Julio? Si así fuera, tal vez sea cierto que esta película no es sobre su padre, sino PARA su padre. La travesura de un hijo que extraña la risa de papá.
Si Llinás ya es un autor clásico dentro de la historia de Bafici, Lucía Seles parece ir camino a serlo. Tras el estreno el año pasado de su Trilogía del Tenis, con el primero de sus episodios, Smog en tu corazón, en Competencia Argentina, tan inclasificable cineasta regresa con otros dos largos. Uno de ellos cumple con una doble meta: sumarse a la sección competitiva nacional y aportar un cuarto capítulo a su saga. Se trata de Terminal Young, en la que repite los personajes y recursos formales que convirtieron a su trilogía en el boom de la edición 2022 de Bafici.
De estructura coral, las diferentes historias que viven los personajes se cruzan en la fiesta de cumpleaños de uno de ellos. La misma transcurre en una pista de patinaje sobre hielo, escenario que ocupa el lugar central que en Smog en tu corazón tenía el complejo de tenis. Con extraordinaria coherencia, Seles cumple a rajatabla las reglas del universo que ha creado. En él, los protagonistas se comportan como niños atrapados en la realidad adulta, donde lo bueno y lo malo no cargan con el peso de ninguna moral, sino que son producto de una inocencia de máxima pureza.
Como al de Llinás, al cine de Seles también lo anima un espíritu lúdico que nuevamente es llevado al paroxismo por las intervenciones escritas de un personaje que no aparece en pantalla, pero que comenta cada acción, a veces antes de que estas ocurran. Tales interrupciones no distan mucho de aquellas que producen esos espectadores que se sientan en la butaca de al lado y se dedican a hablar durante toda la proyección, y a los que es inútil reclamarles silencio. Terminal Young confirma que la obra de Seles es como la cueva del conejo por la que Alicia caía al país de las maravillas. La inmersión en una realidad paralela, expresión que en general es usada con imprudencia, pero que acá representa la mejor descripción posible.
Si hubiera que sintetizar en una palabra a El hombre más fuerte del mundo, tercera película de Fernando Arditi (segunda dirigida en solitario), esa sería ternura. Hay otras que también servirían, como resiliencia, coraje o persistencia, pero el que firma elige ternura. No por capricho, sino porque es una emoción que la obra y su protagonista pueden tener en común con el público. Un código que es imposible no compartir al conocer la historia de Darío Villarroel. No Darío Villarruel, el periodista de televisión, sino el pesista jujeño a quien el título de este documental define en varios planos al mismo tiempo. Es que Villarroel mide apenas 1,24 y a pesar de sus limitaciones fue capaz de levantar más de 200 kilos, cuatro veces su peso corporal. Arditi no se queda en la hazaña, sino que narra una historia de superación de varias capas. Porque a la semblanza deportiva la antecede una epopeya personal: la de construir una vida ejemplar donde todos veían impedimentos. Y lo hace sin apelar a un doble fondo emotivo, sino a partir de una mirada que captura la sincera candidez con la que el protagonista observa y narra su propia proeza. Un mérito simple, pero no menor.
*Terminal Young se exhibe el martes 25 a las 17:10 en Monumental Lavalle y el jueves 25 a las 14:30 en la Sala Lugones. Clorindo Testa el martes 25 a las 15 en la Alianza Francesa y el miércoles 26 a las 21:30 en el Cultural San Martín. Y El hombre más fuerte del mundo el lunes 24 de abril a las 16:50 y el miércoles a las 14, también en el Cultural San Martín.