Levante la mano quien no conserva los fascículos del Medisinal Brutoski ilustrado que lanzó Página/12 en invierno de 2007 y que saldó, en ese entonces, una deuda con los lectores de casi 50 años (el trabajo apareció originalmente en 1955) al desempolvar una de las obras claves del humor gráfico nacional. Y levante la mano también aquel que al acomodar en los estantes esos cinco cuadernillos de 16 páginas no deseó, durante la tarea, tenerlos alguna vez reunidos en formato libro. Bien, llegó el momento.
La Biblioteca Nacional Mariano Moreno –con la participación de la Biblioteca Nacional de Chile– acaba de lanzar como segundo título de su colección Papel de Kiosco esa gran obra en conjunto de Oski y César Bruto, y le sumó una novedad: la publicación de Vade Mecum Brutoski Medisinae, otro compendio de conocimientos médicos que se publicó en 1958 en Santiago de Chile y que, al igual que el Medisinal fue realizado en fascículos por entregas y por encargo: Laboratorios C. Dupont & Cía. para el argentino y laboratorio Recalcine para el chileno.
Sin dudas una de las grandes decisiones de esta edición (además de preservar los detalles, aciertos y desprolijidades, originales de publicación) es el título que los reúne, totalizador: TratadO BRUTOSKI, porque al fin de cuentas Brutoski es la firma responsable de estos consejos, advertencias, enseñanzas, descripciones y amplias definiciones de diversos términos más o menos cercanos al universo de la ciencia médica, que fueron concebidos: “para llenar sindudamente un importante vasio adentro de la prensA médicA, no sólo universal, sino también mundiaL, continental y hemisférica. Estamos?”, tal como escribe, explica y describe el cronista César Bruto, que no era tan bruto, sino (y acaso) el primer inclasificable del humor argentino.
Sin perder nunca el sentido de la didáctica y el espíritu del orden y clasificación (porque por eso precisamente es un tratado) la obra de Brutoski describe sin quererlo el estado de la salud/enfermedad de la política sanitaria de ambos países en la década del 50 (en Argentina el Golpe de la Libertadora y en Chile la asunción del Alessandri), mientras pone en movimiento –a veces en modo parodia– ese universo de choque demencial entre el discurso de la ciencia y el de la pseudociencia donde se entrecruzan los saberes enciclopedistas con los saberes populares, la erupción y la sarasa, y los textos médicos en contraste con la pomposa mentira de las publicidades de los laboratorios. Mejor dar ejemplos. Define Brutoski al Juanete como “Pómulo saliente”, a las Almorranas como “Molestias físicas que ataca jeneralmente en el reverso de las personas”, y al Eructo como “Sonido que se produse cuando la comida llega al estómagO con toda felisidá”.
Pero, ¿de dónde salió el tal Brutoski?
La historia indica que el escritor Carlos Warnes y el dibujante Oski crearon en 1942 en los escritorios de la revista “Cascabel” a César Bruto, un redactor todo terreno que, a pesar de su semianalfabetismo, no se atemorizó ante las convenciones del lenguaje y las reglas de estilo, derribándolos a ambos a fuerza de querer contar y decir sus verdades. Warnes dejó que Bruto escribiera de lo que quería escribir y de la manera que lo quería decir, y Oski lo retrató en sus diversas tareas, ilustrando cada una de sus reflexiones, es decir, imaginando lo que Bruto imaginaba del mundo. Fue esa “exacta sintonía” (Juan Sasturain dixit) la que posibilitó al personaje imponer a los creadores sus propias reglas y marcar un estilo.
César Bruto, que conoció más tarde las redacciones de “Rico Tipo”, “El mundo”, “Leoplán”, “Vea y lea” entre otras, es el resultado de una dupla, y si bien Carlos Warnes tomó a Bruto como su propio seudónimo (también utilizó otros como Napoleón Verdadero, Max Neura o Uno cualquiera) y hasta incluso se declaró “apoderado general y recopilador de sus obras completas”, el personaje no será el mismo (o será otro) sin la presencia de Oski. Los tres: Oski, Warnes y Bruto, impusieron el humor en el periodismo del 40 y 50.
“Estos dos tratados de medicina –explica Judith Gociol, coodinadora del Centro de Historieta y Humor Gráfico Argentinos de la Biblioteca Nacional y responsable de la edición de Brutoski– reflejan un momento de comunión entre el genio de Oski y el de Warnes, que dio como resultado a César Bruto". Otro momento decisivo fue cuando Bruto y Oski se unieron en una autoría superadora: Brutoski. La mejor manera de entender esta intrincada genealogía es leer el detallado estudio preliminar que hicieron, junto a Gociol, los estudiosos Claudio Aguilera y Laura Cilento. Dicen los tres: “Brutoski no refiere solo a Carlos Warnes, escritor desde la década de 1930, época en la que dejó de trabajar como sereno en el Museo Histórico Nacional y empezó a publicar relatos (en buena medida humorísticos) con su nombre o con seudónimos. Ni tampoco refiere solamente al dibujante Oscar Conti —Oski—, admirador de Saul Steinberg, quien hasta su ingreso a Cascabel ni soñaba con que podría vivir de su producción humorística. Ni siquiera remite únicamente a César Bruto, el heterónimo que el escritor y el dibujante, un cronista semianalfabeto (con imagen, estilo de escritura y hasta ortografía y caligrafía propias) de vida longeva y exitosa. Brutoski reunió por primera vez, de modo original y sostenido, a un personaje de ficción y a un artista de carne y hueso. Los textos impresentables de Bruto y la gráfica irreverente de Oski lograron en estos fascículos humorísticos, uno de los puntos más altos de calidad e hilaridad en esta combinatoria entre el trabajo concreto y el ficcional de la tríada escritor-dibujante-heterónimo”.
“Cuando oí hablar de Oski, pensé que era un dibujante chileno”. La frase le pertenece al gran Pepe Palomo, también dibujante y también humorista, al enterarse de la reedición del Vade Mecum Brutoski Medisinae que se publicó en 11 fascículos (de la letra A a letra K) en Chile en 1958 a pedido de la empresa y laboratorio Recalcine, firma creadora del famoso analgésico Aliviol. Lo de Palomo no es una humorada porque entre 1940 y hasta el Golpe de Estado de septiembre de 1973, los trabajos de Oski marcaron el rumbo de la historia de la historieta y del humorismo gráfico en Chile, a tal punto que su período de trabajo (y vida) en Santiago de Chile no sólo influyó en dibujantes (Palomo es uno de ellos) sino que formó a lectores. Todo comenzó en noviembre de 1947.
“Ese año –comenta Gociol– Oski publicó su primer trabajo en Chile en la revista ´Pobre diablo´ (cercana por estilo a ´Rico tipo´) que dirigía René Ríos Boettiger, Pepo, el creador de Condorito. Durante la década siguiente también estuvo vinculado a través de sus avisos publicitarios a la revista de humor político ´Topaze´ y colaboró asiduamente en la etapa final de la revista picaresca ´El Pingüino´, todas ellas de gran impacto en el medio chileno. Pero Oski no sólo trabajó, hizo escuela: “Además de su activa participación en algunos de los proyectos editoriales más importantes del país, ayudó también a difundir un humor que se lee en varias capas, con un trasfondo intelectual y una línea muy depurada que va a influenciar a diversas generaciones autores, entre los que destacan Luis Sepúlveda Donoso (Alhué), Fernando Krahn, Palomo, Hervi, y en la actualidad Christiano y Marcelo Escobar”, agrega el investigador Aguilera,
En los años 60 Palomo conoció a Oski, entabló una amistad y hasta colaboró en la rotulación de algunos de sus trabajos: “Yo estaba en la secundaria y vi una expo de su pintura en la Casa Central de la Universidad de Chile, muy influido por Paul Klee. Conocí a Oski luego en casa de su pareja chilena Amalia Chaigneaux. Allí, en Cachagua, dibujó sus textos de referencia sobre la Conquista de América Latina. A finales de los 60 nos llamaron a un grupo de humoristas gráficos (Alberto Vivanco, Pepe Huinca, Hervi y yo) a reflotar la revista de humor gráfico ´El Pingüino´. Lo invitamos a él y a Oesterheld a integrarse a la tarea y llegaron a Santiago, Oski con sus dibujos y Oesterheld con sus guiones y una carpeta con dibujos de colegas trasandinos”.
Para ilustrar la importancia de la obra de Oski en Chile, Palomo cuenta una anécdota casi desconocida: “En tiempos del presidente Frei, cuando Oski trabajaba en la TV de la U de Chile, hacía un resumen noticioso semanal conducido por Augusto Olivares, jefe de prensa, más tarde, en el gobierno de Salvador Allende. En ese programa Oski hizo un dibujo alusivo al cuasi golpe de Roberto Viaux (el Tacnazo, sublevación del ejército en octubre de 1969) que terminó con él en la cárcel. Oski dibujó un reo que tenía un globo de pensamiento en el que se asomaba una nariz (la nariz era la gran nariz característica del presidente Frei) y de fondo al dibujo sonaba el tango "Ladrillo” y aquel verso “Ladrillo está en la cárcel / el barrio lo estraña...”, porque se sospechaba que el que estaba tras el golpe era el presidente Frei que no quería por nada del mundo entregarle el poder al presidente electo Salvador Allende. Frei estalló de ira y se enteró que el dibujo lo hizo el argentino Oski. Ordenó expulsarlo. Ahí apareció Augusto Olivares que dijo que se hacía responsable del programa y del dibujo, y argumentó que expulsar del país a un dibujante tan famoso mundialmente, lo dejaría a Frei como un presidente que atacaba la libertad de expresión, es decir, un escándalo mayúsculo. Buena parte del mundo de la cultura defendió a Oski aquella vez y pudo seguir trabajando sin problemas”.
Ahora ¿cuál es la importancia del Vade Mecum chileno en este cuadro? Gociol sostiene que es la puerta de entrada de César Bruto. Dice: “Teniendo en cuenta que Oski empieza a publicar primero solo, este tratado de medicina suma a la escena a Bruto, es decir, desembarcan en Chile los tres: Oski, Warnes y Bruto. Al igual que el Medisinal, este trabajo es el resultado del éxito que tenía el cronista ficcional entre los lectores, ésa es su real dimensión”.
En 1970, cuando la editorial Zig-zag entró en quiebra, el gobierno popular lo recupera y crea la editorial Quimantú, un proyecto que, por su envergadura, se lo suele comparar con la experiencia editorial de Eudeba y del Centro Editor de América Latina. Oski colaboró en muchas de esas revistas donde fueron apareciendo viñetas que luego se compilaron en la Vera Historia del deporte editado en Chile en 1972. Cuando el dictador Pinochet toma el poder Oski deja Chile y al retornar a Buenos Aires para trabajar en el diario “Noticias” creando la tira “Créase o no de del sudor (ajeno)” que posee numerosas citas al país vecino.
Lo interesante de esta edición es el espejo que se genera al enfrentar la lectura de lo hecho por Brutoski en Argentina y de lo realizado tres años después en Chile. Mientras que el Medisinal responde a una estructura que se asemeja a más de publicación periodística (con secciones fijas, pequeñas historietas y publicidades), el Vade Mecum parece romper ese modelo al definir cualquier cosa que por afinidad, resonancia o arbitrariedad se asemeje a algo médico. “Si los cuadernos argentinos tienen la lógica de la miscelánea, los chilenos toman la apariencia de las enciclopedias y los diccionarios”, sintetiza Cilento.
De algún modo el Vade Mecum expone un humor más moderno que la publicación argentina, se lee a un Brutoski de algún modo anticipatorio de los caminos que tomará el humor décadas después, no sólo por ese juego de devastar el lenguaje sin permitir que se apaguen los latidos del lenguaje, sino por la asociación de ideas con sonidos y dibujos. Y aunque Gociol no se arriesga a definirlo así, reconoce que entre uno y otro por su presentación y por su tono son bien diferentes. “El Vade Mecum retoma, en clave más que jocosa, algunos de los textos e imágenes del Medisinal –así como de otras producciones realizadas por Oski y Warnes, juntos o separados–, aunque reubicados y resemantizados. Esos cruces y comparaciones son otro valor agregado de esta edición que reúne a estas iniciativas por encargo, por primera vez”.