En tiempos de criminalización de la comunidad mapuche por parte de la derecha política y mediática, una nueva película funciona como la contracara necesaria. Y no sólo reivindica a este pueblo originario, sino que también suma como coproductores a miembros de esa comunidad. Cuentos de la Tierra, de Pablo Leónidas Nisenson, fue producida junto a un grupo de mapuches y se estrena el jueves 27 abril. El nuevo largometraje de ficción del director del documental El grito sagrado aborda desde una mirada poética cinco relatos amalgamados por el modo de sentir y pensar que atesora el pueblo mapuche (“Gente de la Tierra”): una niña en etapa escolar vive su cultura como secreto, un concertista de música clásica es atravesado por melodías ancestrales, un locutor de radio decide prestar su voz a las urgencias de la Tierra, en un viaje iniciático un padre enseña a su pequeño hijo a hablar con el espíritu de las aguas, una anciana lucha por permanecer en la tierra que la vio nacer. Rodada en Wallmapu (territorio ancestral mapuche) a lo largo de dos años, la película fue realizada por un equipo intercultural de técnicos/artistas, protagonistas (y no sólo coproductores) mapuches para permitir a sus historias transitar en el fluir de los ciclos y sus elementos: agua, aire, tierra y fuego.

"Mi película anterior, La mirada del colibrí, era un documental que indagaba en temas ambientales. Y las teorías sobre energía y sobre relación de ecosistemas, me dio la idea de ir hacia el pueblo mapuche", cuenta Nisenson en la entrevista con Página/12. "Tenía ganas de indagar en la relación que tiene la cultura mapuche con esta idea de otras vidas, que es un interesante modo de dar vuelta la tortilla del antropocentrismo para que se entienda a la naturaleza como elemento viviente y sacar al hombre del centro", completa el cineasta que entiende que ese es uno de los grandes paradigmas que hay que romper para dejar de destruir las especies y el planeta.

-Esta no es una película sobre mapuches, sino que muchos miembros de la comunidad trabajaron en distintas áreas. ¿Cómo fue ese proceso?

-Fue necesariamente intercultural hacer participar en la producción a siete coproductores mapuches porque esta no es una ficción donde se pueden encargar solamente labores técnicas, artísticas y pagarlas. Hay un saber preexistente que no tiene precio, que es lograr que te abran las puertas, que te transmitan y ser partícipe del conocimiento y de saberes ancestrales. Sin todo esto, una película como esta sería imposible porque no son saberes que tuviéramos nosotros desde un comienzo. Cuando comenzó la pandemia creímos que la película iba a ser imposible. Estábamos preparando la filmación para ese momento y nos pareció todo un desastre, como a todo el mundo. Sin embargo, hoy me doy cuenta de que si no hubiera sido por la pandemia, no habríamos logrado cosas que logramos porque se necesitó un proceso tan lento y tan minucioso para elaborar la imagen y el sonido y para tratar de traducir a esta cosmovisión la estética del cine; es decir, que tenga elementos de esta cultura. Fueron necesarios seis años de laburo para poder profundizar y lograr algo más acorde a cómo ven ellos.

-¿Por qué pensaste una estructura de cinco relatos?

-La idea era justamente la representación de una cultura. Y nos empezamos a encontrar con muchas historias interesantes. La idea de representación empezó a tener más cabida con más de una única historia.

-¿Por qué decidiste contar las historias desde un punto de vista poético?

-Te diría que porque me encanta. Etica y estética van de la mano. Y la idea de esta película es que llegue emotivamente, que se pueda sensibilizar alguien que desconoce o que tiene el mensaje contrario. Y que pueda llegar desde la emoción a meter al espectador mucho más adentro de este modo de entender las cosas que con un discurso más fuerte, o más directo. Este es un modo de sumergirse en eso.

-¿Pensaste que lo ancestral era ideal para unir los cinco relatos?

-Más que nada desde la naturaleza como eje porque ahí está lo ancestral desde la visión de ellos: en las montañas que siguen estando y que seguirán estando seguramente por millones de años, en los ríos que si no los arruinamos pasará lo mismo que con las montañas; es decir, dar de cara con esto es muy fuerte. En una de las localidades chilenas donde íbamos a filmar y finalmente no pudimos, están en lucha por un río hermoso que se llama Truful-Truful. Están en lucha con una empresa que quiere poner una mega represa de energía. Y ya está visto que eso arruina las aguas. Desde la concepción occidental es decir "Van a corromper el agua, la van a envenenar, vamos a tener que comprar agua en bidones". En cambio, ellos lo ven como la muerte de una energía que, a su vez, arruina y corrompe todo ese ecosistema. Un antropólogo chileno le dijo al Tribunal en el juicio contra esta empresa que esto sería como pasar un acueducto de aguas servidas por el medio de la Catedral de Santiago. Esto es para que se puedan entender las implicancias para ellos de lo que es cada elemento de este territorio.

-¿Cómo viviste el rodaje en Wallmapu?

-Fue hermosísimo. Fue de las cosas que más pude disfrutar en mi vida porque es todo encantador. Nos encontramos con gente encantadora, amable, que nos abrió las puertas. Te encontrás también con unas extensiones de paisajes extraordinarios y llegué a decir: "¿Por dónde empiezo?". Es hermoso.

Cuentos de la Tierra

-La película llega en un momento de fuerte criminalización de la población mapuche por parte de la derecha política y mediática. ¿Cómo repercutió esto a la hora de hacerla?

-Es como un cuchillo que su filo puede servir para una cosa o para la otra. Es un poco así. Llega en un buen momento, a pesar de que no estamos teniendo -salvo Página/12-, una cobertura de los medios grandes. Justamente porque se está encontrando en el mapuche un enemigo bastante interesante. Es difícil, pero a la vez, las voces donde sí resuenan se acoplan mucho más a tratar de visibilizar. Vamos a hacer un preestreno en Bariloche, donde hay un montón de territorios en disputa. Eso va a ser como amplificador de las historias.

-¿Cómo notaste que viven ellos la estigmatización que pesa sobre todo por el derecho a la tierra?

-Yo creo que desde el dolor de la incomprensión de una injusticia muy grande. Vale aclarar que, en el pueblo mapuche, de un lado y otro de la Cordillera, se encuentran distintas posiciones, como en todo lo humano. Están quienes buscan la legalidad dentro de las leyes argentinas o chilenas, quienes dicen "Estos territorios nos corresponden" y los recuperan de prepo... Están todas las posiciones, pero sobre todo es la injusticia de no comprender por parte del no mapuche las implicancias que tiene la tierra. Mi hermana me decía "Tené cuidado". No, la verdad es que todo es muy tranquilo. Claro: mi hermana lee La Nación. Entonces, me decía eso. Creo que es muy interesante cuando se pueden abrir los ojos a la contracara de la información: ¿Qué pasa con este pueblo? ¿Cómo entienden el territorio? ¿Por qué dicen que es sagrado? Esto es fuerte.