“La verdad es que a mí también me intriga”, reconoce Jim Mickle. El director de Sweet Tooth, cuya segunda temporada estrena en Netflix este 27 de abril, sabe que la primera entrega de la serie resonó particularmente en la audiencia por el contexto. Mientras el confinamiento por la pandemia de covid-19 se extendía por todo el mundo, él lanzaba una historia sobre una plaga que reducía la humanidad a un puñado de bolsones civilizatorios –o casi- mientras aparecían niños con rasgos animales. “En ese entonces estábamos en el medio de todo y mucha gente veía en la serie un resplandor de esperanza –recuerda-, así que cómo responderá la gente a esta temporada no lo sé, porque esta segunda parte no es tan obvia o directa como la primera”. En esta entrevista con Página/12, el director estadounidense reflexiona sobre el tono de la serie, su producción y los cambios que experimentó el relato al pasar de la historieta al streaming.
Los acontecimientos siguen directamente los de la primera temporada, pero –advierte Mickle- los temas de fondo cambiarán un poco. Gus, el niño-venado interpretado por Christian Convery, sigue prisionero del General Abbot (Neil Sandilands) y Los últimos hombres, que utilizan a los híbridos para buscar obligar al Dr. Singh (Adeel Akhtar) a encontrar una cura a la plaga, que vuelve a la carga con una nueva cepa, aún más mortífera que las anteriores.
Los fanáticos del cómic de Jeff Lemire en el que se basa la serie podrán –con justicia- objetar algunos cambios. “Algunos de esos cambios que hicimos en la primera temporada se ramifican en esta”, observa el director. “Por eso el mismo personaje va a otro lado, pero si seguimos ese camino, si pensamos dónde vamos, funciona”, plantea. “También creo que el cómic y la televisión siguen distintas reglas, distintos tiempos narrativos, y nosotros tenemos la ventaja de tener actores increíbles que además aportan otras formas de ver a sus personajes. Cuando eso pasa los personajes toman vida propia y uno trata de aprovecharlo, no de meterlos demasiado en una caja”, plantea. Para Mickle, en su versión de la historia “algunos personajes están muy cerca del cómic, otros no, pero todo surge de la misma fuente”.
Muchas de esas modificaciones llevan a que Sweet Tooth no sea una serie tan oscura como otras de su tipo. Mickle asegura que fue adrede. “Me gustan las historias distópicas, postapocalípticas, hasta hice algunas, pero en algún punto todas se parecen: abrevan en las mismas fuentes, las mismas películas y estéticas, su fotografía se parece, y a final todas se ven iguales”, comenta. El trabajo original de Lemire tampoco es liviano.
En ese buscar un sello distintivo apareció la idea de cambiar el tono de la historia. “Cuando empezamos a pensar esta nos dimos cuenta de que en última instancia es un chico que creció en una cabaña en los bosques, en lo que de última era un ambiente de cuento de hadas para criarse”, apunta “Por otro lado, la mayoría de estas historias se narran desde una perspectiva adulta y esta claramente va desde la mirada de Gus, así que eso ofrece una mirada más amplia”.
Mickle también es el productor de la serie junto a Susan Downey, Robert Downey, Jr., Amanda Burrell y Linda Moran. Y reconoce que uno de los mayores desafíos pasó por plasmar la perspectiva de Gus y al mismo tiempo mostrar un posible universo infantojuvenil en ese contexto distópico y metamórfico. De hecho, gran parte de la segunda temporada tiene escenas que involucran a un montón de niños y niñas actores. “Es un desafío a veces tener doce o quince en una misma escena, cuando te das cuenta lo complicado que es juntarlos, maquillarlos, agregarles prótesis y demás, ¡empezás a preguntarte por qué te metiste en esto!”, cuenta entre risas. “Me acuerdo que el primer día que entré al set pensé ‘uy, saboteamos la serie tratando de hacer más de lo que podíamos’, pero le encontramos la vuelta para hacerlo funcionar y son chicos que dan lo mejor de sí, así que una vez que encontrás el ritmo, funciona, y ellos terminan por ser una gran troupe”, celebra.