Hace 52 años, en el primer trimestre de 1971, Vox Dei editó La Biblia. Convertido en una de las primeras obras conceptuales de la industria musical argentina, el trabajo con el que el entonces cuarteto reinterpretó los libros sagrados del cristianismo se convirtió en su obra más memorable. El éxito de aquella grabación, relativo en los parámetros de ventas y difusión que se manejan en la actualidad, hizo que algunas partes de aquella opera-rock (así se le decía por esos años) lograran desprenderse, convertirse en clásicos y, junto a otras grandes canciones del grupo, trascender a varias generaciones de escuchas. Actualmente, Willy Quiroga y Ricardo Soulé, el fragmento creativo más recordado de la banda, continúa celebrando ese repertorio. Cada uno por su lado, girando con sus bandas y sosteniendo en alto una bandera que los sostiene activos y, de a ratos, vigentes.
Si bien el floreciente mercado de la música joven había logrado expandir globalmente los sonidos referenciados en las bandas británicas de los 60, con The Beatles como icono epocal, la “movida” en nuestro país se concentraba en la Ciudad de Buenos Aires. Los primeros grupos que alcanzaron cierto tipo de repercusión (Los Gatos, Manal y Almendra) tenían su base de operaciones en la otrora Capital Federal. En la historia oficial que concentra su atención en los grandes nombres, Vox Dei fue la primera banda que irrumpió en la naciente escena del rock argentino desde los márgenes de la Ciudad. Puntualmente, desde unos 20 kilómetros al sudoeste porteño.
El primer número de la Revista Pelo del año 1970 dice en una de las pequeñas referencias que se amontonaban en su página 4: “Aunque se siga llamándolo de distintas maneras, toda la música de los años 60 es rock and roll. En la Argentina, a pesar de que la llaman beat, también es rock. Muy pocos conjuntos en el país supieron captar sus verdaderas esencias. Sin embargo, Vox Dei, los cuatro quilmeños de la foto (que ilustra esa mención en la revista), son sus más exactos cultores, aunque es muy probable que ellos mismos no lo sepan”.
El grupo se había formado a finales de la década de los sesenta en Quilmes. Una historia común de adolescentes interpelados por la música a los que la llegada de las novedades anglosajonas los había desviado de sus intereses iniciales fue la piedra basal para que Soulé, Rubén Basoalto y Juan Carlos Godoy se cruzaran con Quiroga y dieran origen a una banda que originalmente se llamó Mach 4. Su repertorio inicial se componía con versiones de los grupos británicos más renombrados del momento y algunas canciones propias que empezaban a colarse entre esa selección de clásicos que todavía no eran clásicos.
La década daba sus últimos suspiros cuando Jorge Álvarez y Pedro Pujó, dos de las cuatro cabezas que habían parido el sello Mandioca, fueron a verlos a un boliche quilmeño junto a otro de sus laderos creativos, Mario Rabey. Los convenció la solvencia escénica, la crudeza y la contundencia de un sonido, que hasta el momento no estaba demasiado presente en la música nacional. Por esa razón les organizaron una fecha en el Teatro Payró, en la Ciudad de Buenos Aires.
Era abril de 1969 cuando la historia empezó a escribir su capítulo definitivo. El relato dice que Luis Alberto Spinetta les dijo que no entendía por qué cantaban en inglés y que Jorge Álvarez les pidió que cambiaran el nombre. Así, empezaron a traducir las letras que terminarían formando parte del primer repertorio del grupo y Vox Dei empezó a llamarse Vox Dei.
Lucas Fernández y Néstor Petruccelli son los autores del libro “Historias de Vox Dei”, el material bibliográfico más reciente respecto al devenir de un grupo que nació y vivió su esplendor hace más de medio siglo. Allí, se plantea que “la historia de Vox Dei está llena de mitos, leyendas, verdades, mentiras, chismes baratos y datos irrefutables”. Entre esos datos que todavía pueden contrastarse están las canciones que se convirtieron en himnos. Algunas aparecen en el primer disco que Mandioca lanzó en 1970, como “Presente, “Azúcar amarga”, “Dr. Jekill”, "Canción para una mujer (Que no está)" o “Compulsión”.
“Compulsion de mi vida tan vacía/ Que se va y no deja rastros/ Como un pájaro de paso/ Todos los días de rutina/ Del trabajo sin sentido/ Basta ya, por Dios no aguanto”, arrancaba diciendo esa última canción que, con letra de Quiroga, marcó un camino estilístico que ubicó a Vox Dei como una banda pionera en el desarrollo de una identidad suburbana que hasta entonces sólo tenía un espejo en Manal. La cotidianeidad popular de la que no daban cuenta las líricas de Spinetta, Litto Nebbia y los demás autores iniciáticos del movimiento rockero autóctono, que se recostaban en la poesía con tintes de existencialismo clasemediero de una juventud que comenzaba a emanciparse.
Si Mauricio Birabent (Moris) y Javier Martínez, cada uno a su manera, habían logrado introducir algunas letras relacionadas con los paisajes del barrio porteño aggiornando una estética tanguera a la mirada con la que el nuevo actor social, la juventud, buscaba imponer su manera de mirar al mundo, Vox Dei agregaba un elemento novedoso: la figura del joven que ya no sólo de independizaba desde una posición de rebeldía, sino que lo hacía a partir de su propio pasaje a la vida adulta.
Esa corriente iba a ir ganando espacio en la música nacional hasta convertirse en una especie de subgénero dentro del propio movimiento rockero. Pero los de Quilmes fueron los primeros que lo manifestaron de un modo concreto. Y no sólo desde su proceso creativo sino también en la construcción de un público que empezó a manifestar su fidelidad desde el suburbio y las barriadas más alejadas al centro porteño.
En el libro “Vox Dei según Vox Dei”, de Ezequiel Ábalos, Quiroga dice que “Compulsión” surgió de los días en que trabajaba en una compañía de ascensores: “Venían a buscarme para ir a hacer alguna entrevista, me traía la ropa de mi casa, me lavaba, me hacían pegar una afeitada, me llevaban a una peluquería y salía todo pintón para la entrevista. Yo quería zafar de ahí”, contaba por entonces el músico que el mes que viene cumplirá 83 y que para los primeros años de Vox Dei ya había transcurrido una buena parte de su vida desempeñándose en diversos oficios y probando suerte en formaciones musicales con las que deambuló por el folklore, el rock and roll más clásico y hasta la cumbia. “Yo quería dedicarme a la música”, señalaba en una de las entrevistas de aquel libro. Lo hace desde hace casi 55 años.
Cuando los Vox Dei se propusieron trabajar sobre La Biblia, su actividad ya era de las más renombradas en la escena nacional. Marcado a fuego por el clima de época, el rock sinfónico, la psicodelia y el auge del disco como obra conceptual, a Soulé se le ocurrió la idea que rápidamente fue respaldada por el resto de sus compañeros. El principal compositor de la obra dice que cuando le comentó la idea a Jorge Álavarez, el reconocido editor y productor le dio un ejemplar de los textos que pertenecía a Leopoldo Torre Nilson. Con esa versión recuerda haber trabajado en las siete canciones que forman parte del disco.
En el medio, pasó de todo. Mandioca quebró, las cintas originales se perdieron, y el disco terminó siendo editado por el sello Disc Jockey, que masterizó todo a las apuradas sin el visto bueno de la banda. Por esa razón, la primera edición de La Biblia no termina siendo el producto que imaginaron sus creadores. El hecho de que las canciones “Profecías” y “Libros Sapienciales” se hayan publicado con los nombres intercambiados es sólo un detalle. “Apocalipsis” se editó sin terminar. De hecho, la letra de esa canción se registró por primera vez recién una década y media más tarde, cuando la banda reversionó el álbum con una edición en vivo, que salió en 1986. Para cuando el disco salió, Godoy ya había decido dejar la banda. El disco fue presentado con Nacho Smilari, ex guitarrista de La Barra de Chocolate, en su lugar.
Para el siguiente disco, "Jeremías pies de plomo", de 1972, la banda ya se había convertido en un power trío. Una evolución casi lógica en un momento en el que el formato empezaba a ganar espacios en la escena que dio nacimiento a lo que la historiografía oficial del rock argentino nombra como "la segunda etapa". Con Manal ya separado, habían aparecido bandas como Pappo's Blues, Pescado Rabioso, Color Humano, y Orion's Beethoven, por sólo nombrar algunas de las que habían adoptado la formación de guitarra, bajo y batería para dar lugar a un sonido más crudo que antecedió a la etapa en que los teclados coparon la escena. Vox Dei no iba a correrse de su perfil por lo menos hasta la primera partida de Soulé, en 1975.
Con su actual banda, La Bestia Emplumada, Soulé recorre el repertorio que lo catapultó a la memoria colectiva en una gira que ya empezó en Rosario, siguió en el Teatro Brodway porteño y tiene una próxima cita en la ciudad de Córdoba. Hace menos de un mes, Quiroga, junto Carlos Gardellini y su hijo Simón Quiroga como principales laderos llenó el Teatro Astros. Actualmente sigue girando por diversas ciudades del país y, el próximo 6 de mayo volverá a Quilmes, para actuar en Bernal.