Durante el mes de marzo la Ciudad Autónoma de Buenos Aires rompía dos récords históricos: el jueves 2, superó con 38 °C el récord absoluto anterior de temperatura máxima, de 37,9 °C del 7 de marzo de 1952 y el domingo 12 batió el récord absoluto de temperatura mínima más alta, con 28 °C, dejando atrás a los 27,7 °C del 21 de marzo de 1980.
En medio de alertas rojas, amarillas y de todos los colores del arcoíris que se anunciaban a lo largo y ancho del país se le sumaron el calor de la rabia por lo previsible: “Fue un claro reflejo de lo que implica vivir en una ciudad. Muchos memes que bien podrían ser pancartas políticas decían ‘Este es el verano más fresco del resto de tu vida’ y es algo que se venía venir”, dice Christian Torno, integrante de Arte al Ataque, un espacio de cultura que reúne a artivistas transfeministas y anticapitalistas de la ciudad de La Plata.
Abril Larrañaga, también integrante del espacio, agrega: “Lo que más me llama la atención, son esos procesos de negación que hay acerca del cambio climático. Aunque entiendo que son mecanismos de supervivencia, porque sino es muy duro vivir con la idea de que esto es lo mejor que lo vas a pasar de acá en adelante, me da esperanza ver los espacios de militancia como alternativas a esa negación, esas salidas colectivas”
La proyección de un porvenir cada vez peor y la organización y el acompañamiento colectivo como salida no son nuevas para aquellos que militamos la diversidad y la disidencia. A esto se le incorpora casi automáticamente la importancia de poner el cuerpo, de estar presente, de no mostrar indiferencia.
Fer Terragona, profesor de Lenguaje simbólicos, astrología, tarot y runas y en “Multiespacio Escuela”, un centro de estudios varios con mirada ecofeminista, cuenta: “Mis primeras marchas fueron cuando estaban quemando el Amazonas para plantar alimentos para ganado; pasarlo por el cuerpo y sentir toda esa sensibilidad y a su vez ver comunidades originarias, fue poder observar una integración de diferentes estilos y diferentes culturas, que de repente se encontraban de vuelta todos como una sola tierra. Ahí comprendí lo importante que era poner el cuerpo literal más allá de las redes.”
Ya sea en nombres de los valores, el trabajo, la innovación o la tradición, el cis-tema basado en la rapiña —de derechos, de recursos naturales— ve diversidad únicamente en sus negocios. Juano Beni, activista vegano, habitante de Lago Puelo (Chubut) e integrante de la organización del Festi Diverso Disidente Autogestivo de la Comarca Andina, dice: “En el turismo también se ve esa lógica. Para nuestras comunidades el turismo suele ser destructivo porque no hay políticas reales que protejan realmente los recursos y tampoco hay una conciencia social”. Si bien en la patagonia argentina las temperaturas no fueron comparables a las del AMBA, el DJ cuenta que “cada vez que hace calor y se vuelve un poco más seco acá estamos esperando los incendios, que son intencionales”. “Ya estamos seteados”, resume Juano.
Desde su experiencia citadina en La Plata, Christian explica: “Es un sistema insostenible, pero no sólo desde los aspectos que tradicionalmente vemos como naturaleza porque acá también vivimos los cortes de agua y energía. El modelo de centralización de la ciudad en la ciudad entendida como cemento puro, como negocio inmobiliario es un fracaso”. La urbe vende no sólo tierras y rascacielos, sino la ilusión de diversidad, inclusión, multiculturalidad y sobre todo, modernidad.
Blitto, artivista que desde 2009 incluye en sus proyectos la militancia del antiespecismo habla directamente de esto:“Dubái está en el medio del desierto y es todo es un re fake pero te lo venden como el futuro. Ahora están haciendo otra ciudad que se supone que es re verde y no va a tener autos. ¿Qué tiene que ver? En el fondo se cae, es un imperialismo berreta que vende algo que no existe”.
El músico, que formó parte del primer santuario animal que existió en la Argentina y que desde hace más de una década difunde en radio su militancia (ahora en Radio Somos Animales), propone: “Lo que se viene es un Estado tecno-feudal, que de hecho está pasando, ciudades y Estados extractivistas donde unos pocos controlan al resto a través de la tecnología y en nombre de la tecnología y el avance”.
Pensar un futuro basado en los mercados, en la injusta distribución de los recursos indispensables para la subsistencia parece incompatible con los ideales de diversidad y soberanía individual que las comunidades LGBTIQ+ pregonan desde sus inicios y que poco a poco incorporaron a sus causas un entendimiento más amplio de sus problemáticas. “No sé hasta qué punto quedarán lugares seguros dentro de poco tiempo”, cierra Fer Terragona.
Un sólo monstruo dentro de todos los armarios
Cuando Veró Mac Lennan era adolescente comenzó a sentirse incómode comiendo cadáveres de animales. Sin embargo, no fue hasta hace pocos años que incorporó una militancia más activa del veganismo y el antiespecismo y fue luego de que su hijo —su cría, dirá elle— manifestara las mismas preocupaciones. “Practicaba la disociación entre lo que estaba haciendo y lo que sentía. La verdad es que no me banqué la presión social. En ese momento no eran temas de los que se hablara, no tenía a nadie, ninguna referencia”, dice Veró.
Ahora, con varias militancias al hombro, incorpora el antiespecismo a su vida sin preocupación del ojo ajeno: “Lamento que la gente que esté en mi entorno se sienta incómoda por lo que estoy diciendo, pero me parece que esa incomodidad se las genera algo que es una verdad y que en todo caso será algo que tengan que resolver el resto de las personas; yo para conmigo lo resolví”.
Veró analiza el paralelo entre la disidencia sexual y la norma alimenticia (que es una postura ética, especista): “Hay posicionamientos que cuando los asumís rompés el contrato social con el resto de la humanidad. El mundo en su gran mayoría está de acuerdo en que está bien hacer lo que se hace y cuando vos decís que no está bien rompés el contrato social y entonces se te dificultan un montón de cosas”.
Veró, que hace poco se manifestó como lesbiana no binarie, explica que el veganismo le ha cerrado más puertas que cualquier otra militancia. “Tenés que aprender a vivir de otra manera completamente distinta. Llega un cumpleaños y tenés que decidir si ir o no ir porque sabés que te van a ridiculizar, por ejemplo. Hay un respaldo social a la agresión de estos posicionamientos”, dice.
Ricardo Guzmán es vegano y activista en XR, Rebelión o Extinción, una organización transnacional descentralizada que promueve la conciencia ambiental a través de acciones de desobediencia civil no violentas. Completando el relato de Veró, él dice: “He perdido amistades por ser vegano. No se compara con la discrimación que he vivido por ser gay pero he perdido una amistad porque dejó de invitarme a reuniones por no querer que hable de veganismo. Fue muy duro”.
Entre los mecanismos de evasión menciona el llegar tarde luego de las comidas, evitar conversar con ciertas personas o autosilenciarse y evitar responder provocaciones pero “es inevitable, siempre que sale el tema la gente empieza a opinar de tu vida y de tus decisiones”.
Pensar el comienzo de las militancias ambientales como una salida del clóset nos sirve para dimensionar las diferentes normas a las que somos sometidos: la sexual, de género, alimenticia, especista, extractivista. “Yo creo que toda salida del closet implica primero una ruptura hacia adentro, sobre las formas y los sentidos que están naturalizados y que primero se discuten con uno mismo”, dice Chris de Arte al Ataque, espacio que este año cumple 15 años de “active cultural, de cuestionarlo todo (...) con las ganas de destruir este cis-tema para crear ese mundo que soñamos” y que tiene como emblemas a la Gira Rabiosa (de militancia alrededor del país) y el Festival Jauría Mutante.
Desde el sur, Juano Beni habla de su experiencia en espacios culturales cuirizados como el Festi Disidente: “Específicamente el festi está enfocado en la problemática LGBTQI+. Pero acá sentimos que todas las luchas en las que vivimos inmersos convergen: al no a la megaminería, a las industrias inmobiliaria y extractivista también hay que ponerle el cuerpo como se lo ponemos, por ejemplo, a la marcha del orgullo”.
En este sentido, entender la intersección entre disidencia sexo-genérica y la lucha ambiental no es una regla, pero las voces de esta nota ven una tendencia a la apertura de escuchar estos discursos: “Nosotros (veganos) somos disidencias a todo y yo creo que efectivamente hay una apertura porque hay un saber acerca del dolor, de la dolencia propia que te hace generar empatía hacia otros seres. Es un registro del dolor que te hace pensar”, concluye Juano.
Abril Larrañaga (Arte al Ataque) va más allá en su análisis y dice sobre la crisis climática y la interseccionalidad: “Somos siempre las mismas identidades las que somos sometidas y sufrimos más el extractivismo y su dinámica de poder. Hay que pensar que la modernidad, el progreso, la productividad son símbolos de masculinidad y de éxito y que todo lo que tenga que ver con otra forma de pensar la vida y la naturaleza está feminizado y por lo tanto tiene menor jerarquía”. A esto agrega: “Pensar humanidad y naturaleza por separado es una cuestión de binarismos. Hay una necesidad en el activismo ecologista que tiene que ver con poder entender y sentir el mundo de otra manera y volver a poder pensarse como una parte más y eso el capitalismo y el patriarcado no te lo permiten”.
Chris se suma su compañera de espacio y reflexiona sobre su experiencia en Cerro Negro durante un corte de ruta: “Ahí se vió claramente la intersección entre lo LGBTIQ+ y el ambientalismo, porque los campamentos de resistencia eran sostenido por las maricas. Eran las que sostenían la olla para que se sigue el corte”.
Pensar nuevos modelos de vida implica también pensar acerca de los modelos que se siguen reproduciendo y que son modelos ante todo heterosexuales, modelos que se desprenden de todas las normas de rapiña. Mark Fischer —el autor de “Realismo capitalista: ¿no hay alternativa?” que se quitó la vida poco después de publicarlo— dedicó mucho de su obra a pensar por qué es más fácil imaginarnos el fin del mundo que el fin del capitalismo. La dupla de Arte al Ataque propone una mirada más esperanzadora: “Si tengo la posibilidad de decidir qué cuerpo quiero, de dejar de tener tetas y que mi clítoris ya no sea un clítoris porque consumo hormonas ¿Por qué no podemos pensar que podemos hacer también un cambio radical en otras áreas? La potencialidad cuir en el ambientalismo es justamente la de pensarnos sujetos de cambio”.
Incluso desde aristas menos obvias, Ricardo Guzmán (XR) concluye: “La salud mental, que es algo en agenda hace poco, también tiene que ver con la crisis climática. La protección de los ecosistemas es necesaria para vivir plenamente la salud mental, como lo es también el acceso a espacios verdes. El racismo, la homofobia, el extractivismo vienen todos de un mismo monstruo. El patriarcado también ha estado detrás de saquear siempre a los territorios, hay que poder verlo. Es todo el mismo monstruo”.
Pasados de rosca
El día 8 de este mes, Natalí Incaminato (@LaInca_), profesora en letras, youtuber y autora del libro Peronismo para la juventud, tuiteó: “Se acuerdan cuando acá se puso de moda decir que la gente se hacía de derecha porque en Comuna 14 se zarpan y le deconstruyen el género a las pantuflas? Espero que haya mermado esa huevada”. Así, con su soltura e ironía características, la Inca describe a ciertos sectores de izquierda o centro izquierda que culpabilizan del avance de la derecha a ciertas militancias “no tan urgentes”.
Javier Milei —que acumula un 23 por ciento de intención de voto— ha negado públicamente la crisis climática y marcó de “ideología del zurdaje” al cambio climático. “Es súper peligroso tener una persona así como posible candidato a presidente de un país. Estamos viviendo una realidad muy concreta donde no necesitás ser experto para darte cuenta que en febrero te estás muriendo de calor ”, dice Ricardo Guzmán (XR) y agrega: “El año pasado empezamos a ver de la nada como resurgía el negacionismo climático que pensábamos erradicado”.
Desde Arte al Ataque observan que “siempre son los mismos cuerpos y los mismos grupos sociales, los que caen en en las culpabilidades o en la deshumanización para no hacerlos partícipes de la distribución de recursos o la ampliación de derechos. Se construye en base de nosotros a ese ‘enemigo’ común”
“Creo que el veganismo y el antiespecismo son posicionamientos éticos, políticos, filosóficos absolutamente revolucionarios porque va en contra de las grandes masas económicas, políticas, sociales y culturales y la reacción a eso es la demonización ”, explica Mac Lennan.
El 16 de este mes, el medio Infobae publicaba una nota titulada: “Del veganismo al antiespecismo: la nueva religión antihumanista que venera a la tierra y a los animales”. “¿Colgar una vaca y que se descadere por su propio peso no es extremista pero resulta que nosotros somos una secta? ¿Clavarle un puñal en la garganta a un animal es normal y comer frutas y verduras es extremo? Es una barbaridad cómo hablan de esto”, dice Veró, quien ejerce el periodismo y desarrolla la Columna Animal en Radio Kermés sobre antiespecismo.
Veró también menciona que en muchas militancias “se pide que no metamos ‘los otros temas’, no metamos al colectivo LGBT, nos metamos al feminismo, no metamos al racismo, nos metamos al patriarcado” pero que para ella “está todo absolutamente relacionado; el patriarcado, el machismo, el capitalismo, el especismo es toda una una cadena que se relaciona”.
Ver las tensiones que la interseccionalidad genera es entender que los activismos no son cuerpo homogéneos, uniformes, sin opacidades ni contradicciones, sino cuerpos en disputa mucho más complejos. “El ecologismo en el tercer mundo es muy específico. Imaginarse el cambio climático de acá a 20 años es algo muy abstracto para alguien que está preocupado por su subsistencia en el día a día. Discusiones de este tipo traen complejidades y no son fáciles de conciliar, pero son como las tiene cualquier militancia”, dice Abril de Arte al Ataque.
Respecto al cuándo una causa pasa a aceptarse en agenda Blitto parafrasea a Hemingway y dice: “La verdad atraviesa tres etapas: primero es la oposición violenta; después aparece la ridiculización y mucho después aparece la aceptación”. Según el músico, el antiespecismo y el ambientalismo están en la etapa de ridiculización pero tarde serán verdades que caen por su propio peso.
No es la primera vez que se tilda de extremista o irracional a las causas que van en contra de la norma. Es ingenuo pensar que hay consignas urgentes y otras que pueden esperar, en especial cuando los cambios se necesitan cuanto antes para no generar consecuencias irreparables. Es de hecho una característica y virtud de las disidencias que las voces de esta nota rescatan, “el arrojar la piedra aún más lejos —dice Christian Torno— no es pasarnos de rosca de manera circular; es tirar la piedra como en Stonewell y ver la posibilidad de tomar las calles para enfrentar la norma; lejos de ser medidos todas las disidencias deberíamos pensarnos más radicales”.