Los datos de la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires sorprendieron a todos: la pobreza bajó casi tres puntos con respecto al año pasado (del 17,6 al 14,9 por ciento), mientras que la indigencia se redujo en una cuarta parte (pasó del 5,4 por ciento al 4,0). El notable cambio de condiciones no parece acorde a un período de crisis económica, caída del consumo de productos de primera necesidad, subas exorbitantes de tarifas y problemas de ingresos laborales (despidos suspensiones, recorte de horas extras) generalizados. Pero el contraste entre la estadística y las señales de la realidad tiene explicación: el momento preciso en el que se toma la comparación estadística, el cierre del primer trimestre de este año contra el primer trimestre del anterior, le jugó a favor al gobierno.
El golpe inflacionario de fines de 2015 y primeros dos meses de 2016 fue previo al momento base de comparación (marzo de 2016). La recomposición salarial posterior, aunque parcial, se dio íntegramente dentro del período bajo análisis (de abril de 2016 en adelante). La megadevaluación que resolvió Cambiemos apenas pisó la Casa Rosada, en diciembre de 2015, disparó un proceso inflacionario que, según lo reflejó la propia Dirección de Estadísticas de la Ciudad, mantuvo el índice de precios al consumidor en torno al 4 por ciento mensual durante todo ese verano (diciembre, enero y febrero). La canasta alimentaria de una familia tipo (base de cálculo para definir la línea de indigencia) llegó así en marzo de 2016 a 6256,86 pesos, un 35 por ciento más que doce meses antes.
Esa canasta alimentaria aumentó, entre marzo de 2016 y el mismo mes de 2017, 25,4 por ciento. Y en ese porcentaje sube el nivel de la línea de indigencia. Pero los salarios aumentaron, en promedio, el 29 por ciento por paritarias, recuperando parcialmente la pérdida de poder adquisitivo por la inflación anterior. La AUH, para los hogares más pobres, subió en un porcentaje mayor.
Es decir, que mientras los ingresos perdieron frente a la inflación, la estadística de pobreza e indigencia, de marzo a marzo, registra la recuperación parcial de los salarios pero esconde (queda absorbido en el valor de la canasta alimentaria inicial) el impacto de la inflación sobre los precios. Lo mismo ocurre con la canasta básica total que mide la pobreza. El shock de llegada de Cambiemos, una vez más, se lo cargaron a la cuenta de la “pesada herencia”.