Acompañó a los autopartistas de la Provincia. Se fotografió con Daniel Scioli en una competencia de sonrisas sobre la que difícilmente CFK no haya sido consultada antes. Pero además, Axel Kicillof justo visitó Brasil en uno de los momentos más dinámicos del gigante sudamericano.
Parte de lo que ocurrió en los últimos años puede explicarse a partir de un actor político, el grupo mediático Globo, más poderoso que Clarín en la Argentina. En 2016 apoyó el golpe contra Dilma Rousseff, disfrazado de juicio político. Después respaldó al vice convertido en presidente, Michel Temer. Y le hizo propaganda a una de las leyes más insólitas de la historia regional: la que le puso techo al gasto público por 20 años, o sea cinco presidencias. Cuando, en 2018, se enfrentaron Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, y el neofascista Jair Bolsonaro, Globo optó por el capitán que había declarado su admiración por el torturador de Dilma. Globo fogoneó el armado de la causa contra Luiz Inacio Lula da Silva hasta que el establishment brasileño y los Estados Unidos presintieron que Bolsonaro estaba pasando varios límites. Entonces, en las elecciones de 2022, optaron por Lula frente a Bolsonaro. ¿Y ahora? Ahora apoyan al Banco Central contra Lula: una pelea por ver quién regula las tasas de interés, es decir por determinar si el desarrollo frena o recibe estímulos hacia adelante.
La disputa es tan aguda que Tarso Genro, ex gobernador de Rio Grande y antiguo ministro de Justicia y de Educación de Lula, inventó una sigla: PBC. El Partido del Banco Central. El forcejeo es directo con Roberto Campos Neto, presidente del BC y ex directivo del Santander. Un ortodoxo con mandato hasta el 2024. Campos se niega a bajar la tasa de interés de referencia, que él mismo subió del 3 por ciento a casi un 14 por ciento, porque dice temerle a una disparada inflacionaria. Lula reclama una baja porque debe reactivar. También cumplir con su promesa renovada de que los brasileños coman tres veces por día. Por lo pronto en febrero aumentó el salario mínimo y subió el piso de Ganancias, dos ítems congelados en 2016 por Temer. "Si acepta, voy a llevar a Campos Neto a visitar los lugares más miserables de Brasil, porque él tiene que saber que tenemos que gobernar para quienes más lo necesitan", dijo Lula. Mientras, la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, directamente pidió la renuncia del banquero central.
Al mismo tiempo Lula no solo ya visitó al Presidente Alberto Fernández sino también a Joe Biden y a Xi Jinping, con quienes tejió acuerdos en paralelo.
Su consejero internacional, Celso Amorim, que fue canciller de Lula de 2003 a 2010, estuvo con Vladimir Putin hablando de una paz en Ucrania y a la vez no tuvo problemas en impulsar el voto en contra de la invasión rusa en la ONU. Sobre Ucrania, Lula pidió que Washington y los países de la OTAN dejaran de vender armas. Y cuando buena parte de la prensa contó, sin rigor, que Biden estaba irritado con Lula, el consejero de Seguridad Nacional dijo públicamente este 25 de abril: “Tuve una buena conversación con mi homólogo, el señor Amorim. Cubrimos una amplia gama de cuestiones, incluyendo la de Ucrania y algunos comentarios públicos que escuchamos. Fue un diálogo constructivo, detallado, y quedamos en seguir tratando cuestiones estratégicas”.
En una movida que influirá sobre la Argentina, Lula dijo en España, otro país al que visitó, que un eventual cierre del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur debe tener en cuenta los intereses industriales de Brasil y sus socios.
Otro de los puntos de la nueva política exterior después de las dos etapas de la era Bolsonaro --una fascista, con Ernesto Araújo de canciller, y una segunda profesional, con el ministro Carlos Alberto França—es la reincorporación de Brasil a la Unasur, que también dispuso por su lado el gobierno argentino. Una coincidencia más, estos días, fue la participación de Amorim y el canciller Santiago Cafiero en la cumbre internacional convocada por el presidente colombiano Gustavo Petro para impulsar el diálogo interno en Venezuela y desterrar las sanciones y los bloqueos.
Lula, Amorim y Mauro Vieira, el canciller actual, que fue embajador en Buenos Aires, siguen de cerca la situación argentina. Según pudo saber este diario, también siguieron de cerca el viaje de Kicillof a San Pablo, donde Lula lideró a los metalúrgicos contra la dictadura y fue uno de los fundadores del PT en 1980.
La Argentina no tiene la magnitud de Brasil. El distrito bonaerense no tiene el poderío de San Pablo. Pero para Lula, un experto en cinturones productivos, la Argentina es el aliado más cercano y, dentro de la Argentina, la Provincia representa nada menos que el 40 por ciento de la producción industrial.