En el año 2021 me llamaron para pedirme que haga una performance previa a la presentación de la película Nueve Sevillas (2020) de Gonzalo García Pelayo en el marco del BAFICI. Entre lluvias imprevistas y la pandemia intermitente, la movida no sucedió. Pero la motivación de volver a escuchar su infernal producción musical (sobre todo de los '70), grupos como Triana, Los Romero de la Puebla, artistas como Lole y Manuel, entre otros, me dejó encendida para seguir revisando el cómo de las apropiaciones del lenguaje flamenco y sus derivas.

Empecé a bailar flamenco de casualidad, estaba aburrida haciendo tiempo en la facultad entre materia y materia cuando ví un cartel que ofrecía clases, empecé y nunca paré, pasaron veinticinco años y me sigo preguntando cómo hacer algo propio de este lenguaje con raíces tan profundas y con una tradición que me es ajena.

Así llegué a Manuela (1976), la primera película de este maravilloso y multifacético artista. Para quienes aún no lo conocen, Gonzalo García Pelayo es una persona cautivante, con una prolífica producción musical y cinematográfica, fundamental en el desarrollo de la cultura andaluza.

Cuando rodaron Manuela (1976) Gonzalo recién cumplía veintiocho años, y con esta película marcó un inicio magistral en la industria, difícil de olvidar.

La primera secuencia presenta al personaje de Manuela bailando. Vemos a esta mujer que zapatea sobre la tumba del asesino de su padre, y a su alrededor los personajes del pueblo, con unos tremendos planos cercanos de sus rostros gélidos, en oposición al fuego que ella flamea.

Esa mujer con vestido rojo y el pelo negro al viento, pisando sobre su enemigo, llena de coraje y dignidad, es el mejor arquetipo de la "bailaora de flamenco" que vi. Manuela un poco sacada, transgresora, revolucionaria. Manuela potente.

Siempre me pregunto por qué tantas mujeres amamos el flamenco, por qué nos sentimos identificadas con un estereotipo femenino de un territorio tan lejano y creo que Manuela me lo contesta.

Hablando con Gonzalo, me contaba que esa escena representaba para ellos la época de la transición a la democracia, en ese momento empezaban a poner bajo tierra la atmósfera turbia que dejaba el franquismo.

Toda la película está llena de perlas donde vemos la Andalucía profunda, un trabajo minucioso en la descripción de objetos y la iconografía local. Gonzalo tiene algo hermoso en sus películas que es su manera de reivindicar a los personajes en sus costumbres, lo inasible de la pasión popular. Nos muestra sus paisajes, su música, su gente, territorio bello, misterioso, lleno de fuerza y vida pero siempre con un tráfico de gestos disruptivos.

Continúa a ese inicio bestial, una imponente toma aérea (una locura en aquel momento) del paisaje, donde aparecen los créditos mientras escuchamos una batería al compás de bulerías. Mucha de la música de Manuela es de Triana (claramente uno de mis grupos preferidos), banda icónica del rock progresivo andaluz de los setenta.

Se llamó rock andaluz al movimiento musical y cultural, que se desarrolló en Andalucía entre los últimos años de la década de 1960 y la primera mitad de 1980, que dio pie al concepto de rock con raíces. El uso de la batería y de la guitarra eléctrica para hacer unas bulerías por ejemplo era algo muy poco común en la tradición de los flamencos que respetaban la tríada de cante jondo, guitarra y palmas para acompañar al baile.

García Pelayo mantiene su cine insurrecto, enérgico y vivaz. No se pierdan de ver esta película y de conocerlo, es un enamorado de estas pampas, por lo que es posible verlo paseando por la calle Corrientes.

Éste año volverá a rodar diez películas en un año y seis de ellas en Argentina.

Mariana Astutti es bailaora e investigadora de flamenco, argentina. Actualmente se prepara para lanzar su primer álbum Los Abanicos de Chinchero junto a Macabre (músico y compositor, ex Catupecu Machu), mientras continúa presentando su espectáculo Salir del Ruedo junto a Laura Azcurra.