Los obispos católicos argentinos reunidos en asamblea emitieron una declaración “a 40 años de la recuperación de la democracia” en la que invitan “con fervor a seguir confiando en el camino democrático” y piden “a quienes poseen mayores responsabilidades que tengan la grandeza de pensar en el sufrimiento de muchos, más que en los intereses mezquinos”. El documento, de poco más de una página, fue respaldado por aproximadamente un centenar de obispos que se encuentran reunidos en Pilar (Buenos Aires), está dirigido a “hermanas y hermanos de nuestra querida patria” y comienza afirmando que “día tras día vemos un pueblo que sufre”.
En su análisis, los obispos señalan que “pesan el agobio del desencanto, las promesas incumplidas, los sueños rotos” pero también “la falta de un horizonte claro para nuestros hijos”. Agregan los prelados que “angustia sentir que es cada vez más difícil poner el pan en la mesa, cuidar la salud, imaginar un futuro para los jóvenes” y a ello se suma, dicen, “el miedo a salir a la calle, la violencia y la agresión generalizada”.
En su análisis, los prelados afirman que “nos duele en el alma la deserción de los chicos del colegio, las aulas reemplazadas por una esquina o un rincón peligroso a la vista de madres impotentes”, señalando que “volvemos a olvidar que la mejor política de seguridad es la educación”. Según los integrantes del Episcopado católico “se hace sentir cada vez más la pérdida de los valores que sostenían la vida familiar y social”. En el intercambio que abrió el martes el plenario episcopal, varios de los participantes coincidieron en expresar la “gran tristeza, desesperanza y dificultades” que se perciben en la gente a partir de la situación socioeconómica en el país.
Los obispos dicen ahora en su declaración que “no pretendemos ser expertos en diagnósticos, sólo recogemos el lamento y las lágrimas de la gente que nos encontramos en nuestros pueblos y barrios”, pero sostienen que “a cuarenta años de la recuperación de la democracia vemos con dolor cuánto desaprovechamos las posibilidades que teníamos de construir una Argentina pujante y feliz”.
Pretendiendo auscultar en el sentir ciudadano, afirman que “la bronca y el cansancio no son buenos consejeros” y por ese motivo invitan “con fervor a seguir confiando en el camino democrático con la esperanza de que estamos a tiempo” porque “siempre es posible renacer si lo hacemos entre todos”.
Para la jerarquía de la Iglesia Católica “siempre hay camino si somos capaces de conversar y de ponernos la patria al hombro” y “este es un deseo que no sabe de grietas o partidos, es de un pueblo”.
En consecuencia, expresan su pedido “a quienes poseen mayores responsabilidades que tengan la grandeza de pensar en el sufrimiento de muchos, más que en los intereses mezquinos” porque “la gente necesita recibir propuestas concretas y realistas más que soluciones tan seductoras como inconsistentes”.
En consonancia con lo adelantado por el obispo Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal, en la misa de apertura de la asamblea, los obispos señalan que la ciudadanía espera que los dirigentes políticos “se sienten a escucharse y a discutir con respeto hasta encontrar puntos en común”. Porque, según dicen, el pueblo “ansía caminar hacia un proyecto estratégico de desarrollo, que abra un horizonte de esperanza, dignidad, paz social, trabajo y prosperidad, privilegiando a los tirados al borde del camino”.
Apoyados en una cita del Papa Francisco, los obispos invitan a ser “parte activa en la rehabilitación y auxilio de las sociedades heridas” porque, sostienen, “de ésta no zafa nadie”, y “es posible empezar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local hasta el último rincón de la patria”.
Hay también una invitación, “como hermanos y conciudadanos” a “cultivar los grandes valores de la honestidad, la laboriosidad, el respeto, el cuidado de la vida, la bondad, el servicio, la justicia” porque “sin ellos no habrá políticas ni proyectos que nos saquen del pozo”, sin perder de vista que “también la actividad política debería estar cimentada en una vida austera y coherente”.
El documento finaliza con un ruego a Dios para que “nos dé la fuerza para no bajar los brazos y seguir luchando” porque “si no actuamos hoy, dejaremos de ser protagonistas para convertirnos en espectadores fracasados”.