Los manuales de economía ortodoxos sostienen que el precio de equilibrio del dólar se obtiene dejando actuar libremente a su oferta y su demanda. Si hay presiones cambiarias debe dejarse subir el valor del dólar con lo que su oferta se incrementará y su demanda se reducirá. Bajo esa mirada, las corridas cambiarias que afectan la economía en los últimos días serían producto del intento oficial de contener una devaluación que eleve el valor del dólar hasta lograr equilibrar las cuentas externas. Las restricciones a comprar dólares, cupos de importaciones y todas las demás medidas de intervención desplegadas por el Gobierno para administrar las escasas divisas sólo empeoran las cosas generando mercados paralelos en permanente desestabilización.
La mirada ortodoxa del mercado cambiario, sin embargo, no parece corresponderse al real funcionamiento de una economía como la argentina. Por un lado, hay una cuestión de velocidades de reacción, ya que la demanda de dólares en el corto plazo es principalmente especulativa y se basa en expectativas sobre su evolución posterior. Así, una suba del dólar puede ser percibida como el primer escalón de una larga escalera y la demanda, lejos de reducirse, aumentar cada vez que el dólar sube. Se produce así un comportamiento típico de burbuja financiera donde no existe precio de equilibrio que ancle las expectativas de mercado.
Frente a ello, la reacción de las exportaciones e importaciones, de existir, es un fenómeno que lleva un plazo mucho mayor al de los movimientos financieros. ¿Cuánto se demora en expandir la producción agropecuaria o en instalar una fábrica que pueda sustituir algún producto importado? Claramente la velocidad del balance comercial no permite dar respuesta a una demanda de dólares de corto plazo que tiene motivaciones financieras. Si, además, se toma en cuenta que la suba del dólar genera una suba posterior de los precios, el estimulo a las exportaciones o a la sustitución de importaciones de una devaluación pueden diluirse rápidamente sin llegar a tener efecto real.
Por su parte, la necesidad de dólares para pagar deudas externas no cambia ante las devaluaciones, ya que esas deudas están nominadas en moneda extranjera. Tampoco el sector privado tomaría un crédito externo, aún en el hipotético caso de que Macri no hubiera agotado el acceso a los mercados financieros internacionales, si la expectativa es que el dólar siga escalando.
Queda la alternativa de reducir las importaciones a costa de una caída de la actividad económica, ya sea que se la provoque vía plan de ajuste comandado desde el Estado o por la vía del deterioro del poder adquisitivo de los ingresos de la población vía efecto inflacionario de la devaluación. Pero aún el canal contractivo puede ser demasiado lento y su saldo de divisas insuficiente para contener la demanda especulativa de dólares. Llegado ese punto, el ajuste del mercado cambiario dejado a su suerte implica una suba sin fin del dólar hasta licuar el valor en divisas de toda fuente de liquidez.
@AndresAsiain