A Aixa Bona la cara de Roberto Álvarez le quedó “registrada” en la memoria. Fue el tipo que, desde el asiento del acompañante del auto en que la trasladaron desde Campo de Mayo hasta la delegación de la Policía Federal de San Martín, le sacó la capucha y le preguntó qué opinaba sobre la situación del país. Era agosto de 1980, la dictadura expandía el genocidio por el territorio nacional y más allá también. Fue la única vez que lo vio y que lo escuchó, pero fue suficiente. La escena se reactivó en su recuerdo 40 años después, cuando el mismo Álvarez se sentó a declarar como testigo en el juicio de lesa humanidad en el que su secuestro y el de su compañero, que permanece desaparecido, fueron repasados. "Lo reconocí inmediatamente. La voz, la forma de hablar y la cara. Me retrotrajo a adentro del auto", aseguró frente al Tribunal Oral Federal 4 de San Martín sobre el comisario retirado de la Federal y único acusado en el presente debate. Su hermana, Eloisa Bona, que declaró luego, también lo reconoció.
La segunda audiencia del tercer juicio por crímenes cometidos contra militantes montoneros que participaron de la Contraofensiva fue presencial. Aixa y su hermana acudieron a los tribunales de San Martín a prestar testimonio. Álvarez, exintegrante de Inteligencia de la Policía Federal, quien supo coquetear con las investigaciones judiciales por crímenes de lesa humanidad hasta hace poco más de dos años, cuando finalmente fue indagado y procesado por su participación en el terrorismo de Estado, las escuchó ahí mismo en la sala. La audiencia fue transmitida por el medio comunitario La Retaguardia.
Un represor curioso
Aixa Bona -una de las víctimas en el juicio- fue secuestrada en agosto de 1980, la noche del 26. Ese día había caído su compañero Gervasio Guadix, “Yayo”. Ella lo supo cuando no regresó de una cita. La mujer, que militaba en el área de prensa de Montoneros junto a Yayo y otres compañeres, emprendió la retirada con su beba, de unos meses. La sorprendió una patota en la calle, la cargó en un auto y la llevó a Campo de Mayo. "Estuve dos días sin comer", recordó. La segunda noche, le avisaron que la iban a trasladar. Encapuchada y atada la llevaron a un auto. "Pensé en correr. Creía que me iban a torturar en otro centro. Si corría, por ahí me tiraban y era más rápido que me mataran", sostuvo. No lo hizo.
La sentaron en el asiento de atrás. La patota se quedó cuchicheando a unos metros y al rato, uno de ellos se sentó en el asiento del acompañante.
- Era Álvarez -aseguró Bona-. Me dijo ‘usted está detenida’-.
"Yo le dije ‘a mí me secuestraron’", reconstruyó y sumó la respuesta del acusado: “Usted fue detenida por las fuerzas conjuntas. En un rato le voy a sacar la capucha y la vamos a legalizar”.
Ella no le creía, creía que la iban a matar. "Me sacó la capucha, volví a ver los árboles. Escuché su voz encapuchada y a mitad de camino lo pude ver", dijo. Es que Álvarez se daba vuelta para hablar, así que le vio la cara "toda la segunda mitad del camino”. Le “quedó registrada” en su memoria. No supo entonces que quien le hacía preguntas sobre política era comisario de la Delegación de la Federal en San Martín y que venía de la Inteligencia de esa fuerza.
Álvarez la bajó en lo que fue la Jefatura de la Federal en ese partido bonaerense. El comisario se quedó “adelante” en la Delegación. A ella la llevaron a una habitación al fondo, donde la engrillaron a la cama. Había noches en los que un guardia la llevaba "adelante", donde él tenía su oficina, y la engrillaba a la pata del escritorio. "Yo tenía que dormir en el piso al lado de él, me quería tener a la vista", describió. No sabe quién era ese guardia.
Con los días, su hermana y su papá recibieron una respuesta positiva de uno de los hábeas corpus que habían presentado por ella y la fueron a ver a la delegación policial. No lo lograron, pero sí intercambiaron mensajes. Fue blanqueada en Devoto al día siguiente.
La visita a San Martín
Cuando Aixa y Yayo fueron secuestrades, Eloisa vivía en Río Gallegos. Se enteró por intermedio de su hermano, que vivía en La Plata. Fueron él y la mamá de Gervasio, Ita, quienes recuperaron a Dolores, la hija de la pareja. De inmediato viajó a Buenos Aires, presentó hábeas corpus, al igual que su padre, y acudió a "todos los organismos de derechos humanos". A los días, recibieron una respuesta positiva de uno de los hábeas corpus. "Fue una alegría enorme", recordó. Detalló que la respuesta decía que "el operativo y la entrega de la nena había sido ordenada por general Cristino Nicolaides" y nos dieron la dirección de donde estaba.
Era la comisaría de la federal en San Martín. Les recibió Álvarez, quien les atendió "muy amable", les dijo que a Aixa la estaban "tratando muy bien", pero no los dejaron verla.
"Nos dijo que si queríamos preguntarle algo podíamos hacerlo a través de una policía femenina que estaba ahí. Le dijimos sobre la beba y ella nos pidió que busquemos el monito de la nena. Ahí cambió el señor Álvarez, se enojó mucho y nos dijo que nos retiráramos", recordó. "Se dio cuenta de que mi hermana quería que buscáramos a Gervasio", continuó. Aixa le decía "Mono" a Guadix.