En marzo, por segundo mes consecutivo, el precio de la carne vacuna influyó sensiblemente en la suba de precios del mes, explicando el 50 por ciento de la variación del rubro Alimentos. Ya en febrero había aumentado 29 por ciento y el mes pasado lo hizo en 14,3 por ciento. Si bien en abril los precios de la carne moderaron el alza (en la primera quincena se incrementaron 2 por ciento en promedio) resulta oportuno analizar las razones que explican, a contramano de la ley de oferta y demanda, los incrementos de precios en este rubro.

El argumento que se esgrime habitualmente desde el sector es que la mayor oferta, derivada de la sequía, mantuvo los precios estables durante la segunda parte del 2022. Frente al actual contexto se podría pensar que los incrementos de febrero y marzo se relacionan con el proceso inverso, es decir, con una menor oferta. Falso. Los datos muestran que en el primer trimestre del año la oferta de faena aumentó 12,5 por ciento en relación al mismo período de 2022 y es la más alta de los últimos 15 años, alcanzando números récord en un primer trimestre de año. Es decir, resulta difícil asociar la suba de precios a la disponibilidad actual de oferta en el mercado.

Otro argumento que se esgrime tiene que ver con el “atraso” del precio de la carne vacuna respecto a la inflación. Sin embargo, si bien en el último año la carne se incrementó por debajo de la inflación, si se analiza un período más largo el panorama muestra exactamente lo contrario: un incremento desmesurado de precios, muy superior a la inflación, que derivó entre otras cosas en uno de los peores niveles históricos de consumo, de sólo 47kg por persona por año. 

Concretamente, entre enero de 2020 y marzo de 2023, el incremento del precio en Hacienda sumó 464 por ciento, el de mostrador 463 por ciento y el IPC un 371 por ciento. No solo no hay atraso en el precio, sino que en el período mencionado el novillito y la carne en mostrador se mantuvieron mayoritariamente por encima del IPC.


Las verdaderas razones

Descartado el atraso en precios y problemas de oferta; el aumento de la demanda de exportaciones, la poca transparencia y las operaciones de subfacturación son las tres razones principales que explican los aumentos recientes.

En primer lugar, la evolución del precio del maíz. Si bien su incidencia en el costo de la Hacienda se estima en valores cercanos al 8 por ciento del costo total, suele utilizarse como referencia de precio del animal, llevando a precio pleno el aumento de este insumo (el 70 por ciento del ganado que se comercializa pasa por feedlot, donde se utiliza esencialmente maíz, pero sólo lo hace al final del proceso de engorde). Es decir que, a pesar del peso parcial sobre el costo de producción, se registra una correlación estrecha entre el precio internacional del maíz y el precio de novillito. En otras palabras: si bien el maíz no resulta ser el único costo en la formación del precio de la carne en mostrador, la menor oferta de maíz por sequía es otro aspecto a considerar en la situación actual.

En segundo lugar, la creciente demanda de exportaciones también tiene impacto. En el segundo mes del año alcanzaron volúmenes cercanos a las 73 mil toneladas equivalente de res con hueso de carne bovina, lo que responde sobre todo a la alta demanda desde China. Los datos de salida desde Argentina muestran compras por unas 55 mil toneladas mensuales, 22 por ciento más que lo registrado en igual fecha del año pasado. 

De acuerdo a las últimas proyecciones del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), la necesidad de importación de carne vacuna ascendería este año a 3,5 millones de toneladas, lo que supone el mayor número antes registrado por el gigante asiático. En sintonía, las cifras de importación correspondientes al primer bimestre del año difundidas por la Administración General de Aduanas de ese país arrojan unas 423 mil toneladas de carne vacuna, un aumento del 37 por ciento respecto a un año atrás.

Pese a ello llamativamente desde el sector siguen cuestionando la limitación a las exportaciones. Vale recordar que en octubre del año pasado el cupo para exportar fue flexibilizado, permitiendo exportar hasta 140.000 vacas categoría D y E, conocidas como “vaca conserva”, con destino a China. Sin embargo, la flexibilización ya estaba dada de hecho si se observa el nivel de faena y el total de exportaciones acumuladas en 2022 para esas categorías, lo que da cuenta que algunos frigoríficos exportaron más “vaca conserva” de las que efectivamente produjeron determinando la falta de controles por parte de Senasa. 

En ese punto, desde Aduana elaboraron un informe advirtiendo sobre el "rulo exportador" de pasar vaca regular "C" por vaca conserva D y E, esto es "exportar vaca vieja, pero cobrar por vaca regular”, lo que además permite potenciar la subfacturación ya que el precio de la "vaca vieja" es inferior, sumado a que se desabastece el mercado local. Las empresas bajo la lupa incluyen al Frigorífico Alberdi, el más grande de la Argentina, y también a Login Food, Recreo, Ruyi, Procesadora Ganadera Entrerriana y Black Bamboo, según el relevamiento.

En tercer orden, hay que mencionar el funcionamiento poco transparente del mercado agroganadero de Cañuelas. Si bien se presenta como un mercado de libre oferta y demanda, la dinámica diaria muestra que un puñado de grandes consignatarios ostentan poder para determinar el precio de la hacienda. Para ejemplificar esto es ilustrativo lo que sucedió en el período de aumento de precios mencionado: el consignatario Sáez Valiente y Bullrich vendió el 20 de enero el novillo a 290 pesos el kilo y al viernes siguiente lo hizo en  445 pesos, sin ninguna razón que justifique dicho salto. Algo similar sucedió con Colombo y Magliano, que en dos días subió el precio de 360 pesos a 450 pesos . 

Estos casos dan cuenta de una dinámica arbitraria y poco regulada del Mercado, donde entre el 13 y 31 de enero el precio del novillito de consumo interno subió 44 por ciento (pasó de 317 a 456 pesos el kilo vivo). Esta suba se sostuvo en febrero y marzo, llegando a los 514 pesos el kilo. Luego de una suba de 60 por ciento, moderó sus incrementos y en abril se mantuvo en niveles más bajos. El valor de compra a niveles elevados y en tan corto tiempo por parte de los consignatarios permite pensar que con algo menos de oferta el objetivo se orientó en “recomponer precios”, de acuerdo con las propias definiciones de agentes del sector.

El escenario se agrava por los niveles de concentración existentes en los eslabones de la cadena de comercialización de la carne. En las etapas iniciales de cría y engorde los datos muestran que predominan los establecimientos de baja escala (hay alrededor de 205.000 establecimientos). Sin embargo, el 5 por ciento (unos 10.000 establecimientos con más de 1.000 cabezas) concentra el 40 por ciento de la producción total. En las etapas de faena y despostado intervienen los frigoríficos. Según los registros de Senasa hay alrededor de 450 en todo el país pero un tercio de la faena corresponde solo a 10 grupos frigoríficos que concentran el 28 por ciento mercado (Grupo Beltrán, Coto Cicsa, Deltacar, Swift, Mattievich, Frigorífico Rioplatense S.A.I.C.I.F., Gorina, Friarsa, Marfrig, La Anónima).

Además se han detectado maniobras de subfacturación a través de las que se busca obtener beneficios entre el margen del dólar oficial y los paralelos, es decir, se ingresan menos dólares de los efectivamente facturados y una parte se terminan liquidando en el mercado informal. En este punto vale mencionar que la ventana de tiempo de 180 días que tiene el sector para ingresar las divisas es lo que determina el nivel de subfacturación ya que no sólo genera menos liquidación, sino que incrementa la informalidad y quita oferta de hacienda al mercado formal. En definitiva, si el plazo de liquidación es largo la posibilidad de especulación es mayor. 

También es cierto que por arbitraje si el precio en el mercado informal sube, el precio formal va a tender a subir también. Un ejemplo para comprender mejor esta dinámica: suponiendo que un exportador vende carne por un valor de 100 dólares, para mover su negocio durante los 180 días que demora en liquidar necesita 15.000 pesos en total, es decir, este exportador subfacturando 40 dólares (registrando la exportación de 100 a 60 dólares en aduana), recibe 40 dólares de manera informal. Los vende en el mercado informal (a 375) y obtiene los 15.000 pesos que necesita para rotar el negocio y poder estirar la liquidación formal los 180 días.

Finalmente, resulta difícil asociar la suba de precios del sector al libre juego de la oferta y la demanda, así como a un atraso en los precios. Por el contrario las razones de los aumentos actuales se vinculan, en menor medida, a la suba de los precios del maíz por sequía y al aumento de las exportaciones a China, y en gran parte al funcionamiento poco transparente del mercado agroganadero de Cañuelas donde la dinámica diaria muestra el poder que ostenta un puñado de grandes consignatarios para determinar el precio de la hacienda, agravado esto por la alta concentración en los eslabones de la cadena de comercialización y recurrentes maniobras de subfacturación.

*Integrantes del Centro de Economía Política Argentina (CEPA)