La primera aproximación de Beatriz Di Benedetto, vestuarista de cine formada en escenografía en la Facultad de Bellas Artes, Universidad de La Plata, en 1970, a los textiles ocurrió en su infancia transcurrida en Tres Arroyos –provincia de Buenos Aires– y mediante la observación del muestrario de telas que las firmas de casimires le enviaban cada nueva temporada a su abuelo sastre. Puertas adentro de París, la sastrería y tienda de artículos para hombres que perteneció a su familia, las vitrinas con gemelos, los perfumes provistos de maderas de Oriente y las corbatas representaban un espacio lúdico. Durante julio Beatriz participó del Festival Ficsur, mediante una charla en el Museo Nacional de Traje donde se refirió a la construcción de personajes para el cine. El abrigo y las tramas con hilados son una característica omnipresente en sus vestuarios para cine argentino: ofician de coartada y de protocolo para reflejar matices en las tramas de familia. Mientras que en el film Wakolda (Lucía Puenzo, 2013) ideó una colección de prendas para abrigar a la protagonista Natalia Oreiro y a su pequeña hija víctima de monstruosos experimentos medicinales, en La helada negra (Maximiliano Schoenfeld, 2016) la construcción del personaje central surgió de una prenda de lana verde tejida que la vestuarista encontró en una casa de compraventa. Las prendas de tricot fueron la coartada para abrigar y trazar los rasgos de la actriz Ailín Salas en su caracterización de Alejandra, la joven integrante de una banda de gitanos de campo. “Usé la lana para reflejar su transformación de una chica vestida con calzas y sin imaginación a un estilo nuevo en base a las combinación de ropas e pertenecieron a una mujer más grande que había dejado a su marido y nunca se la ve en el film. Construí su estética en base a la figura de un fantasma”, señala Beatriz. Para el género “ficción histórica”, alrededor del cual diseñó tanto el vestuario para Felicitas (Teresa Costantini, 2008), numerosas series de TV y el film Diarios de motocicleta, de Walter Salles, junto con la vestuarista Marisa Urruti. Para Diarios... hicimos el mismo recorrido que ellos en la moto, trabajamos las prendas que usaba Ernesto en muchas fotografías que vimos de esa época, no quería caer en la obviedad de reproducir las prendas. Trabajamos mucho con las camisas “Lave y listo”, de manga corta, las camperas de cuero para la ruta Para los hábitos de las monjas trabajamos sobre el color de la tierra y el director de arte nos mandó fragmentos de tierra para teñir los ruedos de los hábitos”
Entre sus vestuarios recientes destaca dentro del cine independiente, al film Lulú, de Luis Ortega, y su representación de dos chicos que viven en la calle, con un solo cambio de ropa, construida en base a prendas compradas en feria. Y en otro orden de producción el vestuario de Quienes aman odian -inspirado en la novela de Bioy Casares y Silvina Ocampo, dirigida por Alejandro Maci y de próximo estreno- para la cual partió del diseño de toiles y pruebas en blanco de vestidos años cuarenta en los cuerpos de Luisana Lopilato, Marilú Marini y Justina Bustos. Volviendo a la tradición familiar vinculada con la costura y el textil, Beatriz destaca la visión de tacos, dícese de los muestrarios provistos de telas de invierno, de verano o de media estación que las manos de su abuela transformaban en colchas patchwork valiéndose de una técnica apodada repezzata, que acto seguido las decoraba con corbatas pasadas de moda rescatadas de la liquidación de la tienda. Con el transcurso del tiempo, los quilts de impronta italiana que surgieron con rezagos de la tienda París, de Tres Arroyos, se erigieron en piezas de una colección privada de textiles que Di Benedetto comparte con sus hijos adultos y con sus nietos.