Cuenta que haber nacido con parálisis parcial y anómalo crecimiento de su brazo derecho devino en temprana fascinación por “lo fascinantemente extraño, lo mórbidamente hermoso”. Reconoce que su fuente de inspiración son las fotografías mortuorias de la era victoriana, el concepto de resurrección cristiana, la momificación del Antiguo Egipto. Declama que a través de sus fotos busca desafiar la inevitabilidad de la muerte, dando segunda vida -”una suerte de renacer artístico”- a objetos que, a su vez, le permitan “permanecer cuando ya no esté”. Apenas algunas aclaraciones que echan luz sobre Beautiful Corpses, serie donde la artista británica Mia-Jane Harris retrata órganos de diversa índole -corazones, estómagos, intestinos-, de antaño, preservados por las décadas de las décadas en formaldehído. En tomas extrañadas, dicho sea de paso, que “capturan una estética extraterrestre: cavidades azuladas y moradas, que se asemejan al jaspeado encontrado en piedras naturales”, según aproxima el sitio Vice.  

“Hay museos con cantidad de secciones de cadáveres y especímenes humanos que se utilizan para la investigación científica y el estudio. Empero, en sus frascos sucios, rodeados de otros cientos, pierden gran parte de su encanto. De modo que quise quitar el entorno educativo e investigativo, el polvo y los libros de textos, focalizándome en estos objetos absolutamente llamativos, hermosos, centrándome en los patrones y colores de los tejidos, sin importar qué era, a quién o qué pertenecía”, anota Harris en su acta de intenciones, donde comparte también las reacciones cosechadas: “mucha gente atónita que acaba reconociendo cuán encantadora y preciosa puede ser la muerte, cuán cautivadoras las partes que los finados dejan atrás una vez fallecidos”. Por lo demás, vale decir de la truculenta señora que, cuando no eterniza órganos, confecciona inquietantes muñecas o ejercita el perturbador arte de la taxidermia.

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