Las primeras elecciones presidenciales del siglo XXI en la Argentina quedaron en la historia por haber marcado el inicio de la era del kirchnerismo. Sin embargo, aquellos comicios del 27 de abril de 2003 dejaron también otras imágenes: el peronismo dividido en tres candidaturas, la peor elección de la historia del radicalismo, un ballotage que no fue, oferta múltiple de candidatos de origen carapintada, entre otras cuestiones que emergieron de la crisis de 2001.
Los neolemas
En enero de 2003 se produjo el hecho que marcó la elección: los neolemas del justicialismo. Un congreso partidario en Lanús habilitó ese sistema para evitar una interna. Se trató de una martingala de Eduardo Duhalde para licuar las posibilidades de Carlos Menem.
El expresidente fue el gran derrotado de ese cónclave, que lo puso en pie de igualdad con las opciones de Néstor Kirchner y Alberto Rodríguez Saá. Los tres competirían con la simbología del peronismo.
Menem, que había pasado por la prisión domiciliaria a raíz del escándalo de la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia, se vio muy cerca de una tercera presidencia. Su neolema fue el Frente por la Lealtad. El gobernador salteño Juan Carlos Romero lo acompañó en la fórmula. El conglomerado tenía el apoyo, entre otras fuerzas de derecha, de la UCeDé, el Partido Conservador Popular y el Partido Demócrata, este último, hoy en el armado de Javier Milei.
Rodríguez Saá, que había sido un presidente de siete días tras la renuncia de Fernando de la Rúa, quiso volver a la Rosada por los votos a través del Movimiento Nacional y Popular, para el que contó con el radical Melchor Posse en el binomio.
Kirchner encabezó la boleta del Frente para la Victoria. Duhalde, que había adelantado los comicios a raíz de la masacre de Puente Pueyrredón, se decantó por el gobernador santacruceño tras la defección de Carlos Reutemann. El gobernador santafecino enfrentó en los días posteriores al 27 de abril la mayor inundación en la historia de su provincia. José Manuel de la Sota fue el plan B, pero el gobernador de Córdoba no subía en las encuestas. Duhalde colocó a Daniel Scioli, a la sazón secretario de Deportes, como compañero de un Kirchner, a quien el apoyo del PJ bonaerense lo hizo ganar el mote de "Chirolita de Duhalde".
La UCR fragmentada
La gran consecuencia política de 2001 había sido la anulación de la UCR como opción política. El partido más antiguo de la Argentina pagó los platos rotos del fracaso de la Alianza. Elisa Carrió y Ricardo López Murphy fueron por afuera. La primera, a través del ARI (con el que ya había competido en las legislativas de 2001); el exministro de Economía armó Recrear y sumó a todas las derechas provinciales que no se habían sumado a Menem, en una especie de macrismo avant la lettre.
Ambos, Carrió y López Murphy, fueron con candidatos a vicepresidente salidos de expresiones conservadoras del interior. Carrió optó por el diputado mendocino Gustavo Gutiérrez, del Partido Demócrata; mientras que Ricardo Gómez Diez, senador por el Partido Renovador de Salta, fue parte de la fórmula de Recrear.
Diezmada, la UCR fue a internas en diciembre de 2002. Leopoldo Moreau se impuso a Rodolfo Terragno en medio de denuncias de fraude. Con el senador Mario Losada en la boleta, Moreau (entonces diputado), debía afrontar una campaña cuesta arriba.
Otras opciones
La izquierda ofreció cinco fórmulas. El Partido Socialista, que se había reunificado después de décadas de diáspora, fue con Alfredo Bravo, que fallecería el 26 de mayo, un día después de la jura del nuevo presidente. Izquierda Unida apostó a Patricia Walsh, que había logrado una banca por la Ciudad en 2001. Jorge Altamira compitió por el Partido Obrero, Mario Mazzitelli por el Partido Socialista Auténtico (una fracción que no se sumó a la reunificación del PS) y Guillermo Sullings por el Partido Humanista.
Si la izquierda ofrecía un amplio abanico, no menos llamativo resultó ver boletas de tres expresiones de militares carapintadas. El Modin, el partido fundado por Aldo Rico, fue con Ricardo Terán, y se disputó el voto de extrema derecha con el Partido Popular de la Reconstrucción de Gustavo Breide Obeid (exladero de Rico), y la Confederación Para Que Se Vayan Todos, que fue con Enroque Venturino a la cabeza. Este, uno de los líderes del alzamiento de la Semana Santa del 1987, hizo campaña con el gesto de fuck you. De hecho, un dedo mayor extendido fue el logo de su partido.
Aquel 27 de abril, además de otras opciones minoritarias, como la de Juan Ricardo Mussa, que suele participar en cada comicio, se dio la última vez que hubo boletas del MID y el Partido Demócrata Cristiano. Hoy, ambas fuerzas reparten apoyos, según el distrito, a Juntos por el Cambio y a La Libertad Avanza.
El fraude que no fue
El 27 de abril dejó la imagen de un ballotage para el 18 de mayo. Menem llegó al 25 por ciento, Kirchner logró el 22. Más atrás quedó López Murphy con el 16. Rodríguez Saá y Carrió quedaron con. El caudillo de San Luis dio la nota por una intervención de su hermano.
Alberto Rodríguez Saá denunció un fraude antes las cámaras de TV y se apoyó en los resultados de la mesa 86 de Necochea, a la que presentó como "testigo", y en la que se había impuesto el expresidente fugaz. Quedó como la nota risueña de la jornada.
Mientras, el radicalismo consumaba la peor elección de su centenaria historia. Moreau recogió el 2,34 por ciento de los sufragios. Terminó sexto, apenas 120 mil votos por encima de Izquierda Unida.
Después de votar
Por la noche, se vio el tren fantasma del menemismo. En su búnker de campaña, el exmandatario se mostró confiado en ganar la segunda vuelta, pese a haber perdido en ocho años la mitad del caudal que en 1995 permitiera su reelección. Personajes de los 90, como Armando Gostanian se mostraron ante las cámaras, en un revival de la última década del siglo XX argentino. Menem habló con Cecilia Bolocco, su segunda esposa, tomada del brazo, creyendo que podía ser primera dama.
Kirchner quedó en inmejorables condiciones para vencer el 18 de mayo, sumando todo el voto antimenemista, con altas chances, incluso de superar el 62 por ciento de Juan Domingo Perón en 1973, algo impensado después del "que se vayan todos", pese a que Menem concentraba el repudio de tres de cada cuatro votantes.
"Soy muy optimista porque todos los argentinos quieren cambiar. Creo que el 18 de mayo hay un nuevo amanecer en la Argentina. La humildad es lo fundamental: hay que devolverle normalidad al país, hombres comunes y mujeres comunes que aporten mucha calidad institucional", le dijo el gobernador de Santa Cruz a PáginaI12 al día siguiente. Aun no se veía venir la renuncia de Menem a la segunda vuelta.
El novedoso estilo político que marcaría los años por venir se vio aquel 27 de abril en que comenzó un ciclo que tuvo a Kirchner como protagonista durante los siguientes siete años y medio hasta su muerte. El candidato, al contrario de lo que se estila, fue a votar casi al filo de las seis de la tarde.