¿Cuál es tu primer recuerdo con San Lorenzo, Matías?
-Es difícil, porque uno muchas veces es víctima de lo que le cuentan y se va construyendo mentalmente los recuerdos, pero la primera imagen fuerte es de muy chico, en la vieja cancha de Estudiantes, de visitante, pasábamos por debajo de la tribuna de ellos y, claro, nos puteaban. Y me impresionó. Cuando sos chico te impresionan esas cosas. Después, a partir de los 7 años empecé a conectarme mucho más con el club. Fue creciendo y creciendo.
El multifacético David Trueba -periodista, guionista, director de cine y escritor- apuntó directo al pecho de los hinchas del juego más bonito en una magnífica columna en el diario El País en la que rubricó: “Uno se hace aficionado de un equipo cuando aún no ha alcanzado la edad de la razón. Por eso, cada vez que se relaciona con ese equipo regresa a la primera infancia, a lo irracional”. A la vez, Trueba, con sapiencia, anunció: “El niño quiere que gane su equipo. El adulto prefiere que ganen sus ideales. En cada partido se enfrentan uno y otro. No nos engañemos”.
Matías Lammens se piensa de niño y se revuelve en ese sentimiento cuervo que lo unió para siempre a una historia. Perdió de manera repentina a su padre a los 7 años y, sin entender todavía las razones, al instante dejó de creer en dios. Desde allí, lo explicará mientras cuenta su vida desde el escritorio de su oficina de Boedo, su historia pasó a tener un solo santo, decididamente azulgrana. Esa fe lo conectaba (y lo conecta) con papá. San Lorenzo, para Lammens, es una infancia permanente. Todavía juega el partido.
-¿San Lorenzo es eso para vos? ¿Es tu infancia?
-Seguro que hay algo muy fuerte ahí. San Lorenzo me cobijó en mi peor momento. Mi mamá me llevaba al fútbol recreativo cada sábado y yo era feliz dentro del club. Ella puso mucho sacrificio para que yo siguiera adelante. San Lorenzo me hizo crecer y me fue formando. Me forjó a nivel personalidad, incluso, porque yo crecí viendo a un club que se había ido al descenso, que no tenía cancha y que se había sostenido gracias al valor de los hinchas. Esa pasión fue gestando lo que soy hoy. Mi personalidad es una personalidad templada al calor de esa época.
-¿Hay algo de saldar la deuda familiar en terminar la historia como presidente?
-Es que yo busqué en el club a mi papá. Y te aseguro que no hay día en que entre al club y no me acuerde de él, incluso cinco años después de haber sido elegido presidente por primera vez. Una vez, charlando con el psicólogo José Abadi, él me decía que no era una deuda, aunque yo tomara el final mío como presidente como tal. Era un ciclo. Puede ser que esa sea una mejor definición.
-Cuando miramos esa historia, siendo un pibe que se refugió en el club, parece bastante lógico que tu gestión en San Lorenzo sea una contraposición con el intento por meter a las sociedades anónimas en el fútbol...
-Sí, porque yo no creo sólo en la mirada mercantilista de los clubes. Nosotros fuimos el primer club en rechazar a las sociedades anónimas por medio de nuestra comisión directiva. Que, además, ese rechazo es una posición personal. Hoy se escucha que los clubes están todos mal administrados y que el fracaso es del modelo y que, por lo tanto, la disputa es clubes sociales frente a sociedades anónimas. Y eso es falso. La única diferenciación debe ser clubes bien administrados frente a clubes mal administrados. Cuando nosotros entramos a San Lorenzo el club estaba a punto de quebrar, debía 234 millones de pesos y teníamos un patrimonio neto negativo, con solamente ocho profesionales. Se caía el techo del gimnasio. El estadio tenía problemas edilicios. Y lo dimos vuelta. El club creció más de 1000 por ciento. Eso lo podemos demostrar. Pero además de que el balance económico nos da bien, tenemos miles de personas haciendo deportes y actividades en el club, volvimos a Boedo y pensamos que esa pata es tan importante como la otra.
-¿Ves que está más instalado que en otros momentos el tema de la inclusión del modelo privatizador en el fútbol?
-Sí, claramente. Incluso el propio presidente Mauricio Macri ha manifestado su posición al respecto en muchas oportunidades. Por mi parte, creo que además del balance económico, los clubes tienen un balance social. Y las instituciones como San Lorenzo muchas veces llegan a lugares en los que el Estado está ausente. Yo a los pibes los quiero adentro del club, porque así van a tener menos chances de caer en la droga, en el alcohol o en lo que sea. Los quiero de la puerta para adentro. Quiero incluirlos y que, si les pasa algo, tengan un profe, un compañero, un amigo o alguien al que acudir para que los ayude. Eso es un club y nosotros tenemos la obligación de ejercerlo en una zona como la del estadio, en la que se observan las mayores desigualdades de la ciudad. Si nosotros metemos a los chicos en ese círculo virtuoso, la ganancia es de todos. Porque somos mejores como sociedad. Y, sobre las sociedades anónimas, si te fijás hay muchos casos, acá y afuera, que demuestran que no son la solución a nada. En las sociedades anónimas hay una trampa para el fútbol.
Lammens hablará con cuidado de una posible carrera política, pero sabe, como saben casi todos los que circulan por el mundillo dirigencial, que ya lo midieron en diversas encuestas y que, a su vez, acumula y acumula ofrecimientos para sumarse a diversos espacios partidarios. Esas chances llegaron en el pasado, en lo reciente y volverán a llegar. Parece, aunque sea el propio Matías el que lo marque como algo lejano, casi un destino inevitable en su futuro.
-¿Qué es la política en tu vida?
-Es algo que me encanta. Es la gran herramienta para cambiar la vida de las personas, para mejorarla. Uno hace política en todas sus decisiones, por lo que me toca convivir día a día en ese aspecto.
-¿Qué te imaginás de tu futuro político en San Lorenzo?
-Termina mi actual mandato y culmino mi ciclo en el club, al menos desde el lugar que tengo ahora. Creo que he disfrutado mucho de este tiempo y voy a disfrutar del que se viene. Me siento orgulloso, pero entiendo que esto se termina, también.
-¿Y luego de eso? ¿Vas a la política nacional como se rumorea?
-No lo tengo claro. No digo que lo descarte, porque es algo que perfectamente puede ocurrir, pero hoy por hoy estoy metido en la gestión de San Lorenzo y también en darle tiempo a mi familia, porque este es un trabajo en el que uno deja muchas horas y se las quita a ellos.
-Pero te han ofrecido ser parte de los armados partidarios de diferentes fuerzas...
-Sí, no importa cuáles. Pero pasó. De lados con los que tengo más afinidad y, lo que más me sorprendió, de parte de partidos con los que, francamente, no tengo nada que ver a nivel ideológico. Pero me llamaban igual. La otra vez, hablando de eso con alguien que me estaba ofreciendo volcarme a ese lado, me decía: “Pero no importan la derecha y la izquierda. Lo que importa es hacerle bien a la gente”. Y yo pienso que no, que sí importan las ideologías, porque cuando vas a agarrar un presupuesto, ahí ya estás tomando decisiones amparadas en la ideología. Creo que hay muchos que quieren usarte para el marketing, porque cierta parte de la política se ha convertido en eso. Quieren ponerme a mí, que tal vez pienso distinto a muchos de ellos para decir justamente eso, que tienen alguien con otra voz. Pero las decisiones se terminan tomando verticalmente y tu voz, en tal caso, sirve más para dar una imagen de pluralidad, que realmente para ejercerla.
-¿En qué lugar del arco político te ponés?
-En la centroizquierda.
-Sos un tipo formado políticamente, pero que a la vez tiene una mirada social, vinculada a lo público. ¿Eso viene de tu colegio?
-Yo fui al Buenos Aires, que es una leyenda en lo académico. La otra vez volví a dar una charla y hablábamos de eso, de que, en realidad, bueno sería que hubiera más lugares así. Que tengamos cinco o diez colegios así en Buenos Aires y más en el interior. Y, aclaro, no solamente de esa excelencia: gratuitos. Porque yo fui a un establecimiento de excelencia, al mejor colegio que hay, que además es gratis. Las dos cosas son igual de importantes. Yo quiero diez lugares así. Y que los diez sean gratuitos. ¿Cómo no voy a creer en la educación pública después de haber pasado por ahí? A la escuela pública hay que defenderla todos los días.
El Lammens Golden Boy también tuvo su martes 13 en el centro porteño, allí donde la calle Viamonte se cruzaba con la avenida Julio Humberto Grondona, en la AFA. Fue tesorero por algunos meses, tras los que partió de allí y no volvió a involucrarse de lleno, más allá de apoyar el proyecto presidencial de Marcelo Tinelli. Ese paso, dice, le dejó enemigos de los que se siente orgulloso.
-¿Cuál fue tu mayor error como dirigente?
-Ser tesorero de AFA. Me metí ahí pensando que podía cambiar las cosas desde la tesorería, que era el lugar en el que se ejercía la lógica más perversa de los últimos 40 años del fútbol argentino. Ahí se jugaba una lógica de caricia y látigo muy peligrosa, en la que había que ser amigo del poder para recibir adelantos y dinero a cuenta, para que no te secaran. Cuando llegué, pensé que el sistema era más permeable y que iba poder reacomodarlo. Pero no. Se hizo muy difícil.
-¿Qué fue lo más curioso que viste?
-Muchas cosas. Había proveedores y asesores que cobraban dos veces por la misma tarea. Y cantidades grandes. De todo lo que te puedas imaginar. Pero hubo una maniobra completamente insólita que apareció en la auditoria, respecto de Chacarita, que tenía que cobrar un dinero por derechos de formación de un jugador y estos, en vez de ser cobrados por el club, salieron en cheques a nombre de otra gente. Y fueron cobrados por otra gente. Así se manejaba la AFA.
-¿Qué visión tenés de la nueva administración?
-En principio, hay que reconocer que Claudio Tapia ganó muy bien las elecciones y que, aunque uno pueda tener alguna diferencia de visión, instaló muy bien su proyecto político. Y sobre los primeros meses de gestión debo decir que hay algunas cosas que me parecen interesantes. Por ejemplo, en los árbitros se mantuvo a Horacio Elizondo, alguien absolutamente honorable. Y se está trabajando bien en ese sentido, algo que se notó en el final del torneo. Creo, también, que se ha mejorado en el sentido de ese manejo económico que contaba antes, de acuerdo a que si estás cerca, te doy todo; y si estás lejos, nada. Creo que la Superliga es una oportunidad para acomodar un montón de cosas. No puede ser que un club que pelea el descenso deba 100 millones y otro en la misma situación no. Es tremendamente injusto.
-¿A Marcelo Tinelli lo cagaron?
-¿Vos decís en la votación?
-Sí.
-No creo. Me parece que lo que pasó fue que él fue contra una lógica de prebendas que existía hace mucho tiempo y que había muchos que no querían que cambiara. Igual, no perdió, empató.