La 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires empezó sin sobresaltos ni encendidas polémicas. “No es que no me gusten las grietas, pueden llegar a fascinarme, pero cuando no son entre explotadores y explotados a mi criterio pierden un poco la gracia”, dijo Martín Kohan durante el discurso de apertura en el que rescató la figura del lector. “La Feria del Libro ocurre en un lugar impropio”, en referencia al predio de La Rural, que “suple bostas y silbidos por libros y mesas redondas”. Para el autor de Ciencias morales, “la lectura, elogiadísima en abstracto, se desestima en lo concreto” y esto perjudica la discusión política,“que hoy transcurre casi enteramente sobre la base de desconocer o distorsionar lo que en verdad el otro dijo, o triturarlo hasta la frase suelta y quedarse meramente con eso”.
Alejandro Vaccaro, presidente de la Fundación El Libro (FEL), definió a la feria como “la gran fiesta del libro, de la cultura y la democracia”, y destacó que el Ministerio de Educación realizó una compra “récord” de casi 16 millones de ejemplares de libros de texto, 11,5 millones de primaria, 4,2 de secundaria, a los que se suman los 3,5 millones de libros de literatura inicial. Vaccaro, también presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), exigió que el parlamento modifique el artículo 50 de la ley de IVA “que por una deficiente redacción impide a las librerías la recuperación del tributo en la fase final de la comercialización”.
Los libros y el rol del Estado
Vaccaro solicitó además que recupere estado parlamentario el proyecto de ley de Creación del Libro y la Lectura y el proyecto de recaudación de Derechos Colectivos, que impulsa la Sociedad Argentina de Escritores. Sobre la escasez de papel para la industria del libro, sumado a los “ingentes problemas” para su importación, afirmó que constituyen “un combo perfecto” que pone en peligro “la tan necesaria bibliodiversidad”, y afecta al lector y a toda la cadena de valor.
“El Estado debe jugar un rol fundamental para garantizar el papel necesario para toda la industria —afirmó el presidente de la FEL—. El libro es mucho más que una mercancía que produce resultados económicos, el libro es educación, conocimiento, memoria, y múltiples cosas más”.
En una edición en la que se celebrarán los cien años de Fervor de Buenos Aires, Vaccaro, biógrafo de Jorge Luis Borges, aseguró que “en un país donde casi todos los escritores se creen Borges, salvo Borges, no está de más darnos un bañito de modestia”. El presidente de la FEL resaltó la incorporación de una nueva sala que se decidió nombrar Horacio González, “uno de los nuestros”, como dicen desde las huestes del libro.
“El pluralismo, la confrontación de ideas, políticas, religiosas, estéticas, están garantizadas, pero no permitiremos bajo ningún punto de vista que quienes alentaron y hoy quieren justificar las sangrientas dictaduras que asolaron nuestro país quieran usar este extraordinario escenario para intentar suscribirse a la apología del delito. No por ser una minoría insignificante, sino porque nos debemos la obligación de velar por la dignidad que ofrece la libertad de pensamiento, y no darles lugar a quienes la coartaron”, aclaró Vaccaro. Y luego mencionó a varios de los escritores que participarán en esta edición, como Irene Vallejo, Fernando Aramburu, Razu Alauddin, Annick Louis, Juan Cruz Ruiz, Arturo Pérez-Reverte, Ida Vitale, Eric Sadin, Fernanda Melchor, el expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, quien presentará el libro No voy a traicionar a Borges, publicado por la editorial Octubre.
Enrique Avogadro, ministro de Cultura de la Ciudad, dijo que la Feria es un lugar de reencuentro entre el público con los autores, editores y libreros. “Es un gran artefacto cultural muy difícil de explicar; hay tantas ferias del libro como personas la recorren”, sugirió, y enfatizó que en estos tiempos la Feria es “más importante que nunca” porque lo que se pone en valor es el diálogo y la palabra. “Los libros estuvieron ahí para que atravesáramos los años más oscuros. Los libros nos acompañaron a lo largo de las muy frecuentes crisis que tiene el país; es nuestra historia, pero también es nuestro futuro”, subrayó Avogadro y ponderó la existencia de “una enorme industria cultural que da trabajo a muchísima gente y nos representa en el mundo entero”.
Revertir el penoso legado de Macri
El ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, recordó que el año pasado denunció la gravedad de lo que significó que durante el gobierno de Mauricio Macri se sancionara una ley que quitaba la financiación a las actividades culturales y a las bibliotecas populares, “un penoso legado” que se pudo revertir. El gobierno nacional, según informó, lleva invertidos más de 2.000 millones de pesos destinados a editoriales, librerías, ferias del libro, escritores, libreros, traductores ilustradores, imprenteros y correctores.
“El libro no debe ser considerado un bien de lujo para pocos y pocas. Sabemos que hoy debemos resolver el tema del papel por los costos que implican para toda la industria, por la dificultad que representan para las pequeñas editoriales, para los proyectos autogestionados y, especialmente, por la posibilidad de acceso a cada argentino y argentina”, admitió Bauer y alertó sobre cómo a través de los discursos de odio “se sigue bombardeando a la democracia en el intento de quebrarla” y añadió que el gran desafío consiste en no subestimar los hechos de violencia política.
La literatura según Martín Kohan
Ante un auditorio colmado y expectante por escucharlo, Kohan distinguió que “hay cosas que no se derraman”, como “la riqueza, pues los ricos nunca se sacian”; y que “hay cosas que, en cambio, sí, por ejemplo, la frecuentación de los libros, la costumbre de leer, el gusto por la conversación literaria”.
A la Feria la concibe como “un espacio de conversación sobre libros, un lugar donde se habla”. “Las discusiones de tono subido, acaloradas como se dice, vehementes y hasta exasperadas, son formas de la conversación también”, expresó el autor de Dos veces junio y Bahía Blanca, entre otros libros.
“Pienso en el vozarrón de David Viñas, pero también en las modulaciones suaves de Horacio González; pienso en la firmeza de la taxatividad de Beatriz Sarlo, pero también en la apelación al filo de la ironía de Tulio Halperín Donghi”, agregó el escritor. “Las voces del decir literario, incluso cuando elevan su volumen, tienden a circular como un murmullo. Pienso así a la literatura, incluso a la más resonante: como un murmullo, persistente y sustancial, que circula con nitidez entre el ruido del vocerío”.