De principio a fin, el año que jugué en Costa Rica lo marcó un par de anécdotas que me demostraron, de alguna manera, cómo es el tico en la vida cotidiana y de qué manera se juegan los clásicos y las finales de un campeonato de esa Liga. Desde la salida de la Argentina, en 2009, la pelota me fue llevando por diversos países: Bolivia, Chipre, Chile, que resultó mi escala previa al fútbol de Centroamérica. Antes de viajar y de firmar el contrato me dijeron que los hinchas eran pasionales, que Saprissa era el equipo con más títulos y el más popular, que la afición, aunque venía de festejar en dos de los últimos tres torneos, siempre pedía nuevas estrellas… Pero que la adaptación sería más rápida de lo que pudiera imaginar, porque las personas son muy solidarias, predispuestas a darte una mano en lo que necesites para hacer que tu nueva vida sea un buen recuerdo. Sin dudas, 2015 me marcó y lo recordaré por siempre.

Como le pasa a la mayoría de los extranjeros, los primeros tiempos los vivís en un hotel. A los tres días de estar en San José recibo la visita de la agente de bienes raíces, que era la encargada de enseñarme los departamentos donde más tarde me instalaría con mi familia. Terminamos la recorrida y me preguntó qué iba hacer por la noche, porque tenía una reunión familiar y estaba invitado. Resultó ser el cumpleaños de 15 de su hija, en un enorme y coqueto salón, con unos 250 invitados, de los cuales 230 eran hinchas de Saprissa. A medida que avanzó la fiesta y también los litros de bebidas con alcohol que se tomaba, los mismos que me saludaban y me daban la bienvenida a la familia de los Morados, como le dicen al club, ya me exigían triunfos y el título. Por suerte para mí, pude responder a todos en la cancha y de una manera que posiblemente quedará en la historia de Saprissa y hasta de las definiciones del fútbol de Costa Rica.

La campaña en la etapa regular del torneo no había sido buena, el equipo pasó por varios momentos complicados, de turbulencias, aunque en las semifinales eliminamos a Herediano y esa clasificación nos fortaleció para jugar la final con Alajuelense, que es el rival histórico y que llegaba como favorito porque había hecho un récord de puntos ese año. El campeonato costarricense tiene varios clásicos en la temporada, entre los partidos por el torneo y los playoffs, y los varios cruces generaron una disputa con el delantero Jonathan McDonald, a quien llamaban BigMac. Un atacante que le gusta el roce, pelear, discutir, hablar, y justo lo tenía que marcar yo que tampoco me considero ningún santo. En el partido de ida, que jugamos de local, tuvimos un par de encontronazos. Lo que pasó en la revancha seguramente es una imagen que los que siguen el fútbol recordarán, y más en esa época, porque se jugó un 23 de diciembre, casi que cuando todas las ligas del continente están paradas.