Era casi cantado que, tras el éxito de público y de crítica a nivel mundial junto a la nominación al Oscar que tuvo Relatos salvajes, Damián Szifron iba a tener todos los números para cantar bingo en Hollywood. Claro que se hizo esperar, como suele suceder con el creador de Los simuladores. El film que tenía micro relatos donde la violencia era el tema por excelencia se estrenó en 2014. Nueve años después, el próximo jueves, Szifron dará a conocer en Argentina Misántropo, su nueva película filmada en Canadá y con un elenco estadounidense, donde la violencia vuelve a ser protagonista. Todo sucede en la noche de Año Nuevo en Baltimore. Un feroz ataque producido por un único hombre deja un saldo de 29 muertos y ni una sola pista. Eleanor Falco (Shailene Woodley), una retraída pero talentosa mujer policía de bajo rango, es reclutada por el agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) para integrar el equipo a cargo de la identificación y captura del homicida.
Shailene Woodley (Big Little Lies, The Fault in Our Stars, The Divergent) protagoniza este thriller junto a Ben Mendelsohn (Rogue One: una historia de Star Wars, Ready Player One, Robin Hood). La dirección de fotografía es del también argentino Javier Juliá (Relatos salvajes, Argentina, 1985) y la banda original de sonido lleva la firma del legendario Carter Burwell, autor de la música de todas las películas de los hermanos Coen, entre ellas Barton Fink, Fargo, El gran Lebowski y la ganadora del Oscar a Mejor Película, Sin lugar para los débiles. En los mercados anglosajones, la película se estrenó como To Catch a Thriller.
Szifron le comenta a Página/12 que “fue dura” la nueva experiencia de filmar en el extranjero. “Fue una película que presentó niveles de adversidad desconocidos para mí. Niveles de adversidad psicológica, física, presupuestaria, con una temática que resultaba muy urticante, muy incómoda, particularmente en los Estados Unidos por toda la cantidad de asesinatos en masa que se producen”, señala. Es una película de género que visita esa problemática. Cabe aclarar que el realizador la imaginó mucho tiempo antes. “La primera imagen que tuve de la película fue en del 2010. Se me ocurrió y dije: ‘No tiene sentido filmar esta película en la Argentina’. Y no tenía mucho sentido para mí filmar en Estados Unidos en ese momento”. Después de Relatos salvajes le ofrecieron “de todo” para rodar en el exterior y tuvo reuniones con ejecutivos, a quienes les contaba Misántropo. “Había una aceptación inmediata, muchísimo interés porque faltan thrillers, porque se hacen pocas películas donde el suspenso está depositado en peligros más reales, inminentes y palpables y no tanto en terror sobrenatural. No hay tanto de thriller policial. Había mucho entusiasmo y en la medida en que iba desarrollando el guión, empezó a suceder un homicidio tras otro en Estados Unidos. Y llegó un momento que eran muchos los asesinatos en masa. Y ahí la onda para hacer esta película se iba disipando y la idea era mejor que no. Se empezó a convertir en la oveja negra y nadie la quería hacer”, recuerda. Pero finalmente Misántropo es una realidad cinematográfica.
-¿Cómo te resultó la escritura del guión junto al británico Jonathan Wakeham?
-Bien, lo escribimos a cuatro manos. Las primeras versiones las escribí solo en la Argentina. Y después conocí a Wakeham en Inglaterra, hicimos juntos una tercera y una cuarta versión. La verdad es que el guión evolucionó tanto que lo sumé como coguionista y es un guión de los dos. Fue una relación excelente. Es un tipo fantástico, inteligentísimo, muy generoso, gran colaborador, muy culto. Es británico y eso es raro porque ésta es una película estadounidense sobre los Estados Unidos, transcurre en Estados Unidos, pero está hecha por extranjeros. Hay una mirada extranjera. Y estoy comprobando cada vez que sale algo publicado que es urticante y genera incomodidad. O sea, no se ve igual la película en Estados Unidos que afuera de Estados Unidos. Son dos películas diferentes.
-En ese sentido, ¿crees que es una historia que se asemeja a lo que sucede en Estados Unidos con las matanzas múltiples o, por el contrario, considerás que tiene elementos universales?
-Pienso que tiene elementos universales, pero porque considero que la lógica imperante de un país como Estados Unidos es una lógica imperialista y que ha penetrado en la totalidad del mundo, salvo muy pocos países que tienen otros problemas, que tampoco los quiero idealizar porque no es así. Pero es una lógica que es extensiva al resto del globo. Entonces, la temática es universal. Este tipo de casos suceden más en Estados Unidos que en otros lugares. Igual, ha pasado en Francia, y en otros lugares, a veces, con un tinte terrorista. Y también debo decir que el caso puntual que la película registra no está tampoco asociado con otros. Esto que cuenta la película no ha pasado en los Estados Unidos porque este tipo no es como los otros. Normalmente, hasta ahora, en los asesinatos en masa es alguien que se suicida o lo agarra la policía y lo fulmina y no es gente tan entrenada. Este tipo es como si tuvieras a Rambo suelto, que no lo podés frenar ni identificar, no tiene documento, no deja huellas digitales. Entonces, es un caso muy difícil y por eso me resultó digno hacer una película al respecto.
-¿Y fue dificultoso trabajar con un elenco extranjero, a diferencia de los que venías trabajando?
-Noté diferencias. Por supuesto que la barrera idiomática está. Para mí no es lo mismo hablar en castellano que en inglés, aunque lo hablo y me hago entender. Y creo que eso fluyó, En general, fue un elenco colaborativo con algunos actores más díscolos y más rebeldes que otros. No es fácil dirigir a ese nivel y con esos presupuestos y en tan poco tiempo. Cuando digo que hubo complicaciones físicas es porque se filmó rapidísimo. Relatos salvajes es una película más chica de escala y la rodé en ocho semanas y fueron ocho semanas sin parar. Esta la filmé en seis semanas en un país que no es el mío, Canadá, con 25 grados bajo cero, en plena pandemia. No había un productor acá que fuera a poner más plata porque la película se financió con las ventas extranjeras a todos los territorios del mundo menos a Estados Unidos. O sea que había un presupuesto que era muy limitado. Y un 30 por ciento del presupuesto fue a parar a protocolos del Covid: médicos en el set, testeos permanentes; un extra que daba positivo había que parar el rodaje... O sea fue muy difícil. Y debo decir que la pasé mal. Sentí que estaba en la guerra, sumado a que estaba lejos de mi familia, de mi mujer, de mis hijas. Fueron unos cinco meses en Canadá entre preproducción, rodaje y pandemia.
-Ya que nombraste Relatos salvajes, ¿crees que esta posibilidad tuvo que ver con el efecto cascada?
-Absolutamente. Relatos salvajes fue excelentemente recibida en todo el mundo. Es muy querida. Acá, ni hablar, pero fue vista por la industria en Europa y en Estados Unidos. Recibí mails y tuve reuniones con gente que admiro desde la infancia. Después de Relatos salvajes experimenté cosas como que Stallone te invita a comer a su casa. Me hice amigo de él. También de Warren Beatty que vio la película. Me pasó a buscar por el hotel, fuimos a comer sushi, me llevó a la casa y estuvimos como hasta las 5 de la mañana charlando. Y también me vi con el productor de El Padrino, el productor de Rocky, el de Buenos muchachos. Gente que hizo las películas que para mí son centrales, las películas que más me marcaron en la vida. Clint Eastwood también es muy fan de la película. Me escribió un mail Woody Allen. Ocurrió algo muy virtuoso con Relatos salvajes. Esta que hice ahora es una película oscura, opresiva, densa, pero es la que me salió y le fui fiel.
-No es la primera vez que creás una historia sobre la violencia. ¿Qué es lo que te proponés cuando tenés que filmar actos violentos y a qué le decís que no?
-Nunca me gustó el regodeo en la violencia. De hecho, el género gore nunca me gustó. No me interesa la cosa grotesca, grosera de por sí. Pero la violencia en cine siempre me gustó, pero la violencia bien filmada. Directores que para mí filman la violencia muy bien en una forma realista, que tiene un peso fuerte y que no te olvidas más son Paul Verhoeven, Michael Mann... Los tiroteos de Colateral o de Fuego contra fuego. Ver cómo ese tipo filma la violencia me parece superlativo. También me gusta cómo está la violencia en RoboCop, en el primer Terminator. Después, ya se pone más apta para 13 años, pero de la primera me acuerdo cuando Terminator se arranca el ojo y se lo cambia frente al espejo. Ese tipo de cosas me marcaron mucho. Y más atrás Sam Peckinpah con La Pandilla salvaje, Coppola. Me gusta cada muerte en El Padrino cómo está filmada. La bala atraviesa un vidrio, le pega al otro, le clava los anteojos en el cuello. Son siempre realistas pero, al mismo tiempo, ingeniosas, duras. Yo jugaba con los playmobil, los agujereaba, les hacía como agujeros de bala, y les ponía plásticos. Me acuerdo que agarraba las tapitas de plástico de los marcadores Sylvapen y les hacía agujeros con el compás, y atrás ponía un playmobil, le hacía agujeros y le ponía sangre (risas). Jugaba a eso. Siempre me gustó. También me gusta Spielberg: cómo en Tiburón está filmada la violencia.
-Y haciendo una suerte de paralelismo con Relatos salvajes, ¿cuánto crees que hay de injusticia del sistema y de miserias de su sociedad en ese asesino serial de Misántropo?
-Muchísimo. Son películas que están conectadas temáticamente. Yo creo que todo lo que hace un director está conectado porque es la misma persona. No sé si un director: un autor. Yo escribo y dirijo y hasta ahora todo lo que dirigí también lo escribí. Entonces, surge de la misma imaginación. Calculo que es distinto un director que va eligiendo guiones y por ahí tiene proyectos que no están temáticamente amalgamados, aunque me atrevo a decir que en el acto de elegir ya hay algo en común, hay una lógica que podés seguir. Por supuesto que hay una mirada crítica sobre el mundo en que vivimos. Hay una frase en una canción de Marco Antonio Solís que cada vez que la escucho, digo "¡Qué buena frase!". Dice: El ritmo de la vida me parece mal. No te puedo decir que sea un tipo de música que suelo escuchar, pero es una canción muy linda y cuando escucho esa frase, me interpela eso. Siento de muy chico y también hoy con más estudio, lecturas y meditación que esta sociedad que tenemos, la forma en que está organizada no es azarosa sino que está organizada para el beneficio de una pequeñísima minoría. Toda nuestra dinámica, todo nuestro esfuerzo, toda nuestra lógica tiene como verdadera función que a muy pocos les lleguen los máximos beneficios. Eso es así. Pero a mí todo eso me rebela. Y empezando por cosas tan simples como, por ejemplo, el despertador. Levantarte todas las mañanas con el despertador me hace pensar que somos animales. Me gustaría pensar un mundo en que te despertás cuando no tenés más sueño y hacés tus cosas.
-La banda de sonido es de Carter Burwell, autor de la música de todas las películas de los hermanos Coen. ¿Cómo surgió esa decisión?
-Me acuerdo de haber visto Barton Fink con mi viejo. Es una película que cambió mi percepción sobre el cine, en general, y me acuerdo de la banda de sonido, las campanitas que usaba Carter Burwell ahí. Inmediatamente compré el CD. En Los simuladores usé música de Burwell a rolete. Conozco muy bien su obra. Lo llamaron mis agentes, le mostraron la película. Le encantó, se sumó y dijo "La quiero hacer" y empezamos a trabajar.
-Ya que conocés ambos mundos y, si bien sos uno de los productores de Misántropo, ¿notás que en una película de Hollywood hay más injerencia por parte de los productores que en una película argentina?
-El ámbito de trabajo me parece infinitamente más amigable el que conocí en la Argentina, pero debo decir también que no necesariamente es aplicable a otro director que puede tener otras experiencias. Yo tuve mucha suerte de que lo primero que hice fue Los simuladores y, entonces, eso tuvo mucha repercusión de crítica y de público y me abrió puertas y fui tratado con afecto por los productores que vinieron después, y tuve libertad. El clima con el que yo trabajo en la Argentina lo siento muy amigable. No percibí el mismo clima allá para nada. Igualmente, dentro de lo que es Misántropo, hasta el proceso de distribución, la película de principio a fin, fotograma por fotograma, la defiendo, me la apropio, me hago cargo de las virtudes y de los defectos. Es mi película y es mi corte. Después, cuando se pasó a la etapa de distribución, tuve muchas diferencias con la compañía distribuidora en Estados Unidos. Sufrí mucho el cambio de título (To Catch a Killer). No terminé del todo conforme con el afiche ni el tráiler.
Los simuladores, la película
Damián Szifron tiene todo listo para filmar Los simuladores, la película que tiene el objetivo de continuar con el legado de la serie homónima que se estrenó por la pantalla de Telefe hace veinte años y que marcó un antes y un después en la televisión argentina. "Estoy volviendo a ese universo de Los simuladores después de muchos años. La verdad es que mantiene una vigencia total. Nunca dejé de pensar en esos personajes y vengo escribiendo la película desde que terminó la serie. Tengo un archivo y cada cosa que se me ocurre la voy metiendo ahí. Y la fui acumulando”, cuenta el director. “Justo veinte años después, como si fuera el tango ‘Volver’, llegó la hora de reencontrarme con esos personajes y hacer una película. Lo considero un proyecto de altísimo riesgo, probablemente más riesgoso que cualquier otra cosa que haya hecho porque uno se está metiendo con un legado de algo que ya no es propio. El espectador se apropia de eso. A veces, tiene más vigencia para quienes lo vieron y crecieron viéndolo”, señala. Szifron se acuerda de una anécdota (que espera que no pase lo mismo con Los simuladores): “Yo trabajaba de asistente de producción de una película, donde actuaba Gianni Lunadei. Y yo de chico era fanático del programa televisivo Mesa de noticias. Cuando llegó a filmar Lunadei, para mí era ‘¡De la Nata, De la Nata!’, su personaje en Mesa de noticias. Y él dijo: ‘Chicos, ¡a mí De la Nata me cagó la vida!'”. Szifron piensa en eso: “Lo que para uno es un recuerdo atesorado que tiene vigencia, que es como su familia, para el tipo era el personaje por el que fue reconocido y que después no hubo otro. Pero por el lado de Los simuladores es todo saludable, estamos todos muy entusiasmados y tenemos la base de una película que considero bastante revolucionaria, por lo menos dentro de las cosas que yo hice. También muy arriesgada. Como toda cosa arriesgada puede salir mal, pero el entusiasmo está puesto en aterrizar esas ideas de la mejor forma posible", concluye Szifron, mientras los fans están muy ansiosos.
El peor escenario posible
Misántropo es la persona que siente rechazo o desconfianza por la especie humana. Si bien la película se centra en una historia puntual, ¿Szifron cree que la pandemia exacerbó el odio en los seres humanos, a diferencia de lo que se pensaba al principio, que iba a ocurrir lo contrario? “No lo creo”, dice con mucha seguridad. “Incluso, fui bastante optimista al principio de la pandemia”. Y escribió un guión al respecto pero que nunca filmó. Lo tituló El peor escenario posible. “Era muy divertido y muy optimista porque vi que algo podría cambiar. Por primera vez, el mundo paró. ¿Viste que en las películas americanas el terror es que se corte la luz en todos lados y se pare el mundo, el sistema?”. Szifron siempre sentía: "¿Qué pasa si se para el mundo? Si cuando anda, anda pésimo… ¿Qué pasa si se para el mundo y nos reorganizamos? Y nos preguntamos lo que queremos conservar, si está bien así lo que estamos haciendo, si no hay otro camino mejor, superador”. Y cuando sucedió la pandemia, dijo: "Uhhh, se paró el mundo". “Y más allá del miedo a la enfermedad y de todo el estrés propio por el virus, sentí que se presentaba una oportunidad para cuestionarnos y decir: ‘Che, cuando termine la pandemia, ¿volvemos a lo mismo de antes? ¿Vamos a volver a toda la basura otra vez o construimos una sociedad más sensata?’ No pasó. Volvimos a lo mismo de antes, pero no puedo decir que exacerbó el odio. Tampoco creo que los seres humanos se odien entre sí. Siento que éste es un sistema que sí atenta contra el cooperativismo, contra la solidaridad, contra la empatía, que te pone a competir hasta con tus seres queridos. En ese sentido, es feroz, muy exitista, está híper sobrevalorado el éxito, es humillante el fracaso”, cuestiona Szifron. Y habla de Pasolini, quien decía que “había que educar para el fracaso, que las cosas te puedan salir mal y no hay perder la dignidad”. “En este sistema, si algo te sale mal, perdés la dignidad”, concluye Szifron.