Calentada por la corrida del dólar, la expectativa por el discurso de Cristina Kirchner en La Plata había subido varios grados de temperatura. La presión tremenda sobre la necesidad de un adelanto inmediato sobre las elecciones se interponía justamente con un momento muy desfavorable para cualquier definición en ese sentido. Cualquier nombre hubiera sido arrojado a la sartén ardiente de la corrida contra el dólar.
Pero tratándose de Cristina Kirchner, la presentación tampoco iba a quedar en una charla magistral, un concepto que tiene más sabor a elitismo académico que a política. Hubo varias pistas para el camino inmediato.
Puso en primer lugar y como un tema decisivo la deuda “criminal” que dejó el gobierno de Mauricio Macri con privados y con el FMI. Y enumeró los problemas causados por el descontrol de las corporaciones, el endeudamiento privado en dólares y la concentración del mercado, donde apenas 20 empresas controlan el 74 por ciento de lo que se consume. Y la necesidad de llenar ese vacío con regulación estatal que les permita ganancias pero impida abusos en los precios y la inflación especulativa.
De la misma manera se refirió a la necesidad de una reforma impositiva. De las 20 empresas de alta concentración en el mercado, que deberían pagar un promedio de 35 por ciento de impuesto a las ganancias todas se favorecen con beneficios impositivos por lo que terminan pagando menos del 3 por ciento. Y destacó que allí habría que poner la vista antes de ponerla en el dinero que el Estado destina a los planes sociales. “Si los ricos pagaran lo que deben no habría déficit fiscal” enfatizó.
La vicepresidenta maneja los tonos de su discurso. Hubo intención además en su enojo. “¿¡Quiénes van a enfrentar al poder económico!? --preguntó entonces en un tono más fuerte-- ¿los políticos que hicieron fila en Bariloche para competir ante los empresarios a ver quién hará más ajuste para empobrecer más al pueblo? ¿Esos lo van a enfrentar?”
En esa invocación despectiva abarcó a los candidatos de la oposición que fueron a exponer sus propuestas de ajuste ante los empresarios del Foro de Bariloche. Allí Cristina Kirchner dio vuelta la escena que trata de instalar Javier Milei como enemigo del sistema. Ella se puso frente a todos, empezando por Milei y siguiendo por Patricia Bullrich, y Horacio Rodríguez Larreta, a quienes no nombró.
Con esa imagen de los candidatos de la oposicion compitiendo por el favor de los empresarios más concentrados, a los que definió como uno de los sectores responsables del alza de precios y del déficit fiscal, ella se ubicó como la verdadera antisistema y desplazó a Javier Milei, a quien ridiculizó en más de un tramo de su discurso.
No le interesó Milei por su peso electoral, sino por el lugar de la escena electoral en que lo ubicaron, como el rebelde antisistema de la política que arregla todo dinamitando el sistema político. No es al sistema político al que hay que dinamitar para arreglar la situacion, --aclaró-- sino poner freno al descontrol en los mercados tan concentrados y para eso hay que tener decisión y valor.
La idea o el concepto de valentía estuvo en esa presentación todo el tiempo. Cristina Kirchner no solamente habló más cómoda como si lo hiciera desde el llano, sino que en ese discurso esbozó también la tipografía del que sea candidato del Frente de Todos. El antisistema de verdad y no el simulacro ridículo y “pelinche” de Milei. Un discurso encendido que marque diferencia y genere entusiasmo.
La vibración más fuerte llegó al público que estaba dentro y fuera del Teatro Argentino de La Plata cuando Cristina les preguntó “¡¿A quién le vamos a tener miedo!?” “¿A Milei, a quien nunca nadie le hizo nada --comenzó cada vez más fuerte y emotiva-- He sido atacada por los medios, afectada mi familia, mis hijos, he sido perseguida judicialmente, he sido condenada y proscripta y hasta intentaron asesinarme...¿Y le vamos a tener miedo a este personaje?, ¡por favor, no me jodan!”
En ese momento de mayor intensidad, la dirigenta del Frente de Todos, mostró un camino, un discurso y un programa, la construcción del candidato posible. “No podemos depender de una persona, hay que tener un programa”. Pero también tiene que estar el sentido político para presentar el candidato que debe proyectarse como quien tendrá el valor y la decisión política para arreglar problemas que parecen incrustados en la vida del país sin que se los pueda superar.
Por eso, la idea de valentía estuvo presente. Los que van a rendir pleitesía a los dueños del país no son los que van a arreglar nada, esos lo van empeorar con un discurso que presentan como lo nuevo y es el más viejo. Hay que mostrar valentía y aguantar las consecuencias.
Hay un hermanamiento si se quiere. El pueblo que sufre por las consecuencias económicas del poder económico y el que sufre por las consecuencias de haberle puesto freno en su momento. ¿Quien es más antisistema?, ¿el protegido por el sistema, como Milei, o a quien el sistema más castiga y persigue, como ella y su fuerza política?
El tema de la valentía estuvo presente nuevamente cuando al terminar su disertación, se trasladó al exterior para saludar a la militancia que se había reunido en las afueras del teatro. Para una mujer que acaba de sufrir un atentado en la vía pública, la decisión de exponerse en lugares abiertos frente a una multitud, demuestra un carácter muy fuerte y muy valiente.
Si ella no va a ser la candidata, entonces el que sea deberá tener, por lo menos, parte de esa actitud. También aportó el diseño de un discurso atractivo para las elecciones. Pero discurso y actitud van de la mano, no funciona uno sin el otro. Y por supuesto un programa, en el que figura en primer lugar la rediscusión del acuerdo con el FMI.
Al final de su discurso, Cristina aclaró que cuando habla de antisistema --que en realidad fue una palabra que casi no usó-- no se refiere a un discurso anticapitalista, sino al tipo de capitalismo de mercado tan concentrado y desigual como el que está arraigado en la Argentina.
Algunas cosas obvias: con este acto, en el que participaron casi todas las fuerzas que integran el Frente de Todos, Cristina reafirmó su liderazgo y por tanto su derecho a tener voz en la conformación de las listas. Por otra parte reafirmó su apuntalamiento en la provincia de Buenos Aires, como espacio estratégico de su fuerza política.
Con respecto a las candidaturas, en un contexto de corrida de dólar y alta inflación, que parece imparable, Cristina no iba a anunciar ninguna candidatura.
Está en el aire un acuerdo bastante visible sobre la candidatura de Sergio Massa, muy atada a las metas que consiga en su lucha frenética contra la corrida del dólar y la suba de los precios. Quedan dos meses para la oficialización de las candidaturas. En esos dos meses tendrían que verse resultados positivos. Pero es muy probable que el salto del dólar se dispare a los precios y el índice inflacionario siga en las nubes. Aunque es una posibilidad que sigue abierta.
Aún así, si Cristina no es, Alberto tampoco y Massa tampoco, ya tendrían que tener un nombre dispuesto a dar una pelea difícil.