Las corridas cambiarias se generan en Argentina, en general, por debilidad política y falta de dólares (aquí mucho más expuesto para una sequía que quitó 20 mil millones de dólares), casi siempre cerca de procesos electorales o fines de ciclo político. En síntesis, los responsables de darles una pelea exitosa son los gobiernos de turno, como en la corrida que sacudió al Frente de Todos esta semana. Pero sobre esa base de la responsabilidad propia se asientan, siempre, maniobras de diferentes sectores del poder que aprovechan, de un modo u otro, el sacudón para sacar ventaja política. También eso pasó en las últimas dos semanas, en medio de un proceso electoral altamente complejo en el que no sólo Cristina Kirchner refirió a los peligros del caso Javier Milei, sino que el propio Círculo Rojo empezó a describir al tándem Milei-Patricia Bullrich como "el abismo" y a militarle en contra.
A última hora del viernes, mientras repasaban los tres días de freno que la intervención oficial consiguió ante la corrida, en los pasillos del ministerio de Hacienda recordaban lo lejos que había quedado la primera operación de fuste que desató la furia del dólar. Sergio Chodos, representante argentino ante el Fondo Monetario (FMI), había dicho a la prensa el domingo anterior que un grupo de economistas de Juntos por el Cambio se habían reunido con gente del organismo para recomendarles no darle una mano al país. Siete días después puede confirmarse que las reuniones, que fueron públicas y no secretas, efectivamente ocurrieron. Es vox populi en el establishment que Hernán Lacunza, el ministro de Macri que defaulteó la deuda en pesos, habla seguido con el FMI. Las charlas en el marco de las reuniones de primavera del organismo no son una rareza y las confirma, además, el establishment estadounidense.
Los pedidos concretos, según altísimas fuentes de Washington confiaron a Página I12, fueron más que nada no soltar desembolsos en dinero de una sola vez, tal el objetivo que venía negociando Sergio Massa con los Estados Unidos. Un dato extra: en esas reuniones hubo quejas, incluso, de por qué el FMI le estaba habilitando más juego al peronismo que al macrismo. Rarezas de los tomadores del préstamo geopolítico más grande en la historia del país y del FMI.
"Miren que es intrépido el ministro, eh...", advirtió una fuente estadounidense que conoce bien a Massa de años de nexo. Unas horas después, el funcionario rompió un poco más el acuerdo con el Fondo y usó reservas para frenar la corrida, algo prohibido por los de Kristalina Georgieva. Esa jugada inesperada, para Juntos, fue una parte de esa concesión excesiva al Gobierno. En las últimas horas, todo indica que el acuerdo para el desembolso de entre 7000 y 10 mil millones de dólares que hacen hoy los técnicos de Massa en Washington, camina hacia a una resolución positiva.
Los que hablan tan asiduamente con Lacunza como él lo hace con el FMI contaron a este diario que lo ven un poco inquieto por la fuga hormiga pero cada vez más constante que se está dando desde la Fundación Pensar -think tank del PRO- hacia las huestes de Patricia Bullrich. Eso, al parecer, lo hace querer jugar más fuerte. Lo curioso es que a Lacunza lo corre por diferentes frentes otro economistas alineado con Horacio Rodríguez Larreta: la referencia es para Martín Redrado, que cada vez tiene más atribuciones y le saca varios cuerpos de ventaja a Lacunza en relacionamiento con el poder económico, en contactos con banqueros globales y hasta en la concepción del manejo que debe tener la economía futura. "Martín es un tipo cuidadoso", describen grandes empresarios de la energía que lo frecuentan, quieren contratarlo y saben que en la elección se juega la estabilidad y la gobernabilidad.
Redrado también conoce a gente del FMI pero prefiere la cautela ante el contexto. Por esas paradojas del destino, el "Golden boy" fue jefe de Lacunza en la Fundación Capital (que Redrado creó en 1994), en la cual el ex ministro del eufemismo "reperfilamiento" tipeaba informes para su entonces superior.
El lobby de las góndólas
Ayer, Massa le ordenó al secretario de Comercio, Matías Tombolini, empezar a convocar a sectores empresarios para sentarlos a la mesa de estabilización de precios, para intentar ordenar el escenario tras las remarcaciones furiosas por la disparad del blue. Para llegar a ese punto tiene dos escollos: el primero, una inflación desatada que no puede controlar, que se espiraliza y que tiene a empresas como Coca Cola y Danone, dos gigantes, con multas por remarcar los precios 32,5 por ciento en un mes, cuando el permitido de Precios Justos es de 3,2 al mes.
El segundo escollo, en tanto, es que los economistas de Juntos por el Cambio vienen manteniendo reuniones con empresas nucleadas en la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), en las que venden que de acceder al poder no sostendrán los acuerdos de precios. "No es conveniente que sigan en ese programa", dijeron en una de ellas. Hubo muchos encuentros, uno muy comentado que habrían tenido con las estadounidenses Unilever y Procter and Gamble (Pantene, Ariel, Gillette). Este diario consultó a las empresas y la versión fue desmentida por Unilever. Los que no las desmienten son las fuentes de la oposición.
En un Gobierno donde el internismo ha llevado la gobernabilidad a límites muy riesgosos, en el PRO creen que aún la batalla no está ganada y que hay que presionar sobre todos los frentes. Luciano Laspina, espada económica de Juntos en Diputados es un personaje moderado y racional, que sabe que la situación está entre algodones y la crisis, al que menos le conviene, es a un macrismo que el mismo describe ante interlocutores como "con serios problemas para comandar procesos trubulentos". A pesar de su perfil, Laspina tiene un inconviente: hoy es el economista estrella de Patricia Bullrich, secundado por el catedrático Ariel Coremberg, y a veces se contagia de los más extremos.
Pablo Torello, chacarero y dirigente bullrichista, lleva la línea agraria y juega el juego de los productores autoconvocados predicando el mensaje de no vender granos para no darle dólares a Massa. Laspina evita ese tipo de roces, porque tras el affaire de los economistas de Juntos en el FMI, todas las acciones de este estilo empezaron a filtrarse en tiempo récord y a llegar al escritorio de Massa, que apunto a los "traidores" en una agenda en modo Kill Bill.
La teoría del caos
Mientras la catarata de operaciones fluye, el sector privado muestra casi la misma preocupación que CFK por el corrimiento de Bullrich y Milei hacia una derecha casi anárquica. En las charlas en la Unión Industrial (UIA) esperan lo peor si Patricia gana la interna, y se sostiene aún la tirria con Dante Sica, último ministro de Industria de Macri, hoy con Bullrich. Es igual en casi todas las gremiales empresarias, incluso en la AEA que manejan Clarín, Techint y Arcor.
Sólo un sector vio en las palabras de CFK sobre Milei una conspiración de alto vuelo político. "La señora quiere que lo votemos a Milei, ni se les ocurra", apuntó un terrateniente con explotaciones de soja de la zona núcleo en el Whatsapp agropecuario Gurú Agro. Funciona en esos chats casi una logia paralela de pensamiento contrario a todo el establishment, que a diferencia del agro vive con nerviosismo el nivel de encuestas que muestran a Bullrich por sobre Larreta.
Los números de Patricia los asustan porque propone casi las siete plagas. Ajuste, con achicamiento de planes, boicoteo de la relación con los sindicatos y posiciones demasiado al límite de la convivencia. El rechazo al tándem del caos ya excede, además, las fronteras locales.
En Estados Unidos, donde Massa intenta pisar fuerte, ven a Bullrich en un registro muy similar al de Milei. Pero hay un polo del republicanismo que va a pelear por volver al poder, que le está armando juego y colecta de dinero para "La piba" en La Florida. El "host" de Patricia se llama Alfredo Pulenta, que es propietario del hotel JW Marriot de la avenida Brickell. Comanda el personaje en cuestión, en Miami, a un grupo de resistencia anti peronista que está liderado por Norberto Spangaro, un amigo de Macri que le hizo la campaña 2014. Allí se juntan fondos para Patricia, que cuentan le ganó a Larreta la agenda de la seguridad y la mano dura, un juguete caro de los argentinos en Miami.