Bajo la consigna de “celebrar la democracia”, el concierto bautizado “Santiago canta a Buenos Aires” realizado por músicos chilenos y argentinos en la noche del viernes, en el marco de una nueva edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, logró una performance de alta calidad artística e intenso valor emocional. Y selló el compromiso de trabajar desde la cultura y el arte "por la democracia”. Así lo expresaban en el Pabellón Rojo del predio ferial de Palermo los artistas, y también los funcionarios chilenos presentes en la feria, donde la ciudad de Santiago es la invitada de honor. Y el concierto celebra la amistad entre ambos países, y entre "estas ciudades hermanas".
Bajo la rigurosa y creativa dirección artística del “maestro (Lito) Vitale” –como lo llaman los jóvenes músicos, en escena—, se conjugaron las voces de León Gieco y Camila Moreno, las de Javiera Parra y Juan Carlos Baglietto. La propuesta deslumbró en cada versión de temas clásicos del repertorio de cada país, con las interpretaciones --a dúo--, que sumaron también el color de voz de Paula Maffía, Hilda Lizarazu, Sandra Mihanovich, y de los chilenos Benjamín Walker y Nano Stern. Stern, como portavoz de su delegación agradeció hacia el final, la hermandad manifestada en escena, y advirtió sobre la necesidad de "recuperar la expresividad artística" que su país todavía no ha podido reconstruir luego del golpe de 1973.
“Amamos la libertad, luchamos por la democracia” sostuvo el Gobernador de la región Metropolitana de Santiago, Claudio Orrego, antes de comenzar el concierto. “Nos hermana la decisión de valorar el dialogo. Nos hermana San Martín, que es el padre de las dos patrias”, agregó. "Y nos hermana la lucha --puntualizó el gobernador--, la lucha por la democracia: a 40 años de democracia en Argentina, a 50 años del golpe en Chile, celebramos esa lucha” enfatizó, ante un auditorio colmado de chilenos y argentinos.
“Nos hermana esta lucha porque olvidar es la receta para volver a caer. No hay futuro para los desposeídos si no recordamos el pasado para pensar el futuro”, manifestó Orrego. Para luego dar la palabra a la Subsecretaria de Cultura, Andrea Gutiérrez, quien agradeció “este evento que fortalece la democracia desde la integración que aporta el arte”. En la delegación de funcionarios se destacaba la presencia de la embajadora Bárbara Figueroa, y del agregado cultural de la Embajada –y actor-- Alejandro Goic.
Fue Goic, junto al también actor chileno, radicado en Buenos Aires, Patricio Contreras, quienes interpretaron, poco antes de final del concierto, y a modo de un acto poético que expresa la épica política de los ‘70, las últimas palabras de Salvador Allende en el Palacio de la Moneda, el día del Golpe de Estado en Chile: 11 de septiembre de 1973. A lo que el público respondió coreando, varias veces, el emblemático: “Compañero Salvador Allende, presente. Ahora, y siempre. ¡Hasta la victoria siempre!”
El espíritu de la lucha y la vocación por encontrar en el arte un camino hacia ese “futuro mejor” --por el que dio la vida Salvador Allende--, se expresó en cada una de los temas presentado durante las dos horas del concierto.
Un potente repertorio clásico
El enlace de géneros conjugó al rock, con la cueca y la zamba, como solo Vitale puede hacerlo: desde el piano y con una rigurosa armonía instrumental para cada melodía, para cada voz. La expresividad de Javiera Parra, el caudal sonoro de Paula Maffía o la versatilidad de Hilda Lizarazu, ofrecieron en temas como “Yo vengo a ofrecer mi corazón” de Fito Páez, o “Volver a los 17” de Violeta Parra, el color local dispuesto con generosidad a la intensidad interpretativa de las "colaboraciones".
Con la dirección de Vitale, charangos y guitarras, bajo, chelo y violín, batería y clarinete, flauta y quena, acompañaron a esta trova de colaboradores. Desde el inicial “Déjate caer”, de Los Tres, en la versión de los músicos chilenos presentes, o “Qué he sacado con quererte” de Violeta Parra, en un dúo maravilloso entre su nieta, Javiera, y Baglietto. Hasta el tema final del concierto donde “Solo le pido a Dios” conjugó mística y potencia musical en esta versión “de todos”, del tema de León.
Y si “La jardinera”, otra canción de Violeta Parra --una tonada— fue casi perfecta para que la sólida voz de la Mihanovich se entendiera con el joven Walker, “Te recuerdo Amanda”, de Víctor Jara, lo fue para el dúo entre Camila Moreno y León.
De “un discaso de Charly García como es Clics modernos –anunció Vitale al presentar a Hilda Lizarazu--, vamos a hacer 'Los dinosaurios', y ustedes van a acompañarnos”, le propuso al auditorio. La canción encendió el clima de la noche, y dejó paso al ensueño de canción de cuna, de “Corderito mío”, que propuso Camila Moreno sobre el poema de Gabriela Mistral. Y contrastó con una agerrida versión de “El Témpano” de Baglietto y Vitale, interpretada, bien arriba por Baglietto y Mihanovich.
La generación de "el estallido"
Las palabras de Stern, al presentar su dúo con Walker, sintetizaron el homenaje: “A 50 años de la caída del gobierno popular en Chile, a 50 años de la muerte de Víctor Jara, a 50 años de las quema de libros y de las prohibiciones de expresiones artísticas de las que todavía no nos hemos podido recuperar” sostuvo el músico, una de las “mentes brillantes” de su generación, como señalan sus seguidores al finalizar el show.
En Stern, cantautor comprometido, y referente musical durante “el estallido” --como llaman a las protestas que encabezaron los estudiantes en 2019--, hay una línea ética y política. También una poética que habla del Chile actual. “Regalé mis ojos”, el tema de Stern dedicado al joven Gustavo Gatica quien perdió ambos ojos en los enfrentamientos con los carabineros, es un ejemplo.
Stern habla de “recuperar la expresividad artística”. Y celebra “estas colaboraciones”, como si en nombre de su generación, agradeciera la creatividad escénica que permitió convertir a este concierto en una celebración desde el arte, a la memoria histórica y social de ambos países.
Horacio Durán, charanguista de Inti Illimani fue el invitado especial que se sumó al cierre, con el público cantando de pie el clásico de León. Y al bis, en una moderna y poderosa versión de “Dale alegría a mi corazón”, de Páez. Los aplausos dejaban paso a la reflexión, en un salón donde jóvenes y no tanto, salían tarareando estas modernas versiones de los grandes clásicos.