“¿Soy suficiente negro para tí?!?”. Es probable que Harry Belafonte, quien murió este martes 25 de abril a los 96 años, se preguntara lo mismo que el documental de Netflix —que lo tiene como uno de sus protagonistas—, Is That Black Enough for You?!? . Más de su tiempo que shakespeariana, esa era la cuestión. Una pregunta que el cantante, productor, actor y activista se debió haber hecho cuando el macartismo de la época intentaba censurarlo. O cuando los medios lo atacaron por casarse con una mujer “blanca”... ¿cuán suficientemente perversa y oscura puede ser la historia?
Miembro de lo que se conoce como el “club EGOT” (ganó los premios Emmy, Grammy, Oscar y Tony), Belafonte fue una de las mayores figuras del espectáculo y de la política en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XX. El primer músico en la historia en vender un millón de álbumes se ha ido. Pero no así su legado.
Cantó jazz, folk, blues y fue, sobre todo fue “El rey del calipso”. Un “título” que desdeñaba bajo una idea que hoy adoraría cualquier productor musical contemporáneo de música urbana: "El purismo es el mejor encubrimiento de la mediocridad: si no hay cambios, podríamos volver al primer 'ugh', que debe haber sido la primera canción tribal".
Cercano a Mandela y Fidel Castro, militante histórico en contra del bloqueo, colaboró en introducir el hip hop en la isla y visitó varias veces Venezuela con su amigo Danny Glover. Luego del ataque a las Torres Gemelas, no dudó en decir que no veía diferencia entre el terrorismo islámico y el del presidente George Bush.
"El purismo es el mejor encubrimiento de la mediocridad: si no hay cambios, podríamos volver al primer 'ugh', que debe haber sido la primera canción tribal" (Harry Belafonte).
La infancia de Belafonte: Is That Black Enough for You?!?
Harold George Bellanfanti Jr se crió en Harlem. Y como la trama de una película de Spike Lee, en la que una esquina barrial neoyorquina fusiona todas las comunidades posibles cual bomba de tiempo, Harry tenía una ascendencia variada. Padres caribeños, abuela materna escocesa y abuelo paterno judío sefardí. Acaso esto haya marcado el primer camino para que Belafonte cantara en hebreo, castellano y por supuesto inglés.
En su adolescencia, cuando un propietario del edificio en el que trabajaba como encargado, le regaló tickets para el teatro, se deslumbró con la actuación. Concurrió al America Negro Theater y luego estudió en el Taller dramático de Edwin Piscator, donde compartió clases con Tony Curtis y Marlon Brando. “Conocí a mi hermano de la vida a los 20 años” dijo sobre su amistad con Sidney Poitier a quien conoció en esos años.
Un debut con Miles Davis
Su situación económica era ajustada. Y mucho antes de fundar la Harry Belafonte Enterprises (y de ser por el artista negro mejor pago de una era), los jóvenes Belafonte y Poitier llegaron a inventar un sistema de “spoiler de butacas calientes”: compartían el gasto de un único ticket de la función de teatro y se turnaban para entrar en el intervalo. Al final, juntos reconstruían la trama de la obra. Lo que se dice el comienzo de una bella amistad.
Pero para costearse los estudios de actuación, el verdadero interés del joven Belafonte, tuvo que hacer algo que le salía con naturalidad: cantar. Y comenzó actuando en locales y garitos de la noche neoyorkina. Así, su debut en vivo fue a los 22 años, respaldado por un grupo que incluyó a Miles Davis, Charlie Parker y al baterista Max Roach.
No hay ninguna grabación con aquella formación, sin embargo los amantes del jazz se solazarían con un puñado de standards incluidos en la versión deluxe de Belafonte sings the blues, junto a músicos de la talla de Zoot Sims y Al Haig, auténticos pioneros del bebop.
“Day-O (The Banana Boat Song)”: una canción de trabajo y un millón de discos vendidos
El paso por la noche y el jazz fue breve. Los rumores se echaron a correr y pronto el joven Belafonte tuvo un ofrecimiento de RCA Victor de un contrato discográfico. Pero no fue fácil convencer a los encargados de repertorio y marketing de hacer canciones afrocaribeñas y un folk no norteamericano antes de que existiera el término “world music”. Sin embargo Belafonte se salió con la suya y su consagratorio tercer disco fue un suceso. Calypso fue el primer disco en vender un millón de copias en un plazo de menos de un año.
“Day-O (The Banana Boat Song)” fue un hit instantáneo. Hoy sería sorprendente que un éxito mundial sea en realidad una canción de trabajo, como los spirituals durante la esclavitud o las canciones de arado y ordeñe. Canción folklórica de origen jamaiquino, más cercana al género mento que al calipso (en realidad éste es más de Trinidad y Tobago), la letra de "The Banana Boat Song" retrata la explotación de los trabajadores durante el estibe de un barco cargado de bananas, la espera del pago para regresar a casa y el temido peligro de las arañas acechando entre los cachos (“Hide the deadly black tarantula / Daylight come and we want go home...”)
Calypso fue el primer disco en vender un millón de copias .
Cantar al ritmo de la censura y lucha por los derechos civiles
“Quizás la música blues, por muy sombría que fuera, ocultaba la cólera; y el jazz, por muy alegre que fuera, presagiaba rebelión” escribió Howard Zinn en La otra historia de los Estados Unidos. Harry Belafonte cantó todo y bien: folk, blues y jazz. Canciones en hebreo y también en español (mucho antes de que Ricky Martin le "enseñara" al mundo contar en castellano). Y se acercó a la política con su arte.
En sus discos grabados en vivo en el consagratorio Carnegie Hall (éxitos totales de venta) dio a conocer ante públicos masivos a cantantes como Odetta (favorita de la activista Rosa Parks) o a la sudafricana Miriam Makeba. Pero pronto el macartismo de la época no toleraría que apadrinara financieramente a Martin Luther King. Belafonte pagó la fianza para sacarlo de la prisión en una oportunidad, así como un seguro de vida para su familia, que desgraciadamente se haría efectivo en 1968.
Apenas unos años antes, el film Island in the Sun (con guión de Alfred Hayes, autor de la novela Los enamorados) fue prohibido en varios estados del sur por sugerir una relación entre el personaje de Belafonte y el de la actriz (blanca) Joan Fontaine. Luego de algunos títulos notables como Carmen Jones (una versión de la ópera Carmen interpretada por actores afroamericanos) y el noir Odds Against tomorrow (con música del Modern Jazz Quartet), con el tiempo se iría retirando de la pantalla grande.
La prensa lo seguía de cerca. Cuando se divorció de su primera esposa en 1957 y se casó con Julie Robinson, The Amsterdam News, uno de los más legendario diarios conducido por afrodescendientes, le dedicó estas palabras: “Muchos negros se preguntan por qué un hombre que ondeó la bandera de la justicia para su raza debería volverse de una esposa negra a una esposa blanca”.
Belafonte, mientras tanto, seguía pensando en grande: sus motivaciones políticas eran determinantes. Promovió la Marcha sobre Washington y desafió todos los límites de la segregación legal e ilegal. A pesar de los “esfuerzos” de la gestión de los hermanos Kennedy, los años 60 en Estados Unidos eran de extrema desigualdad. Los colegios de los estados del sur aún mantenían a alumnos negros segregados en las aulas bajo el lema “separados pero iguales”.
En 1968, un especial de TV de la NBC de la cantante Petula Clark con Belafonte como invitado causó conmoción nacional. Mientras cantaban a dúo "On the Path of Glory" una canción anti-Vietnam, la cantante lo tomó levemente del brazo. Chrysler Corporation, patrocinador del programa, intentó pedir otra toma, ésta vez sin contacto físico, por miedo de una reacción racial en los estados sureños (como había ocurrido con Island in the sun). Clark se negó y el programa, que se emitió cuatro días después del asesinato de Martin Luther King Jr., fue elogiado y aún hoy es recordado como uno de los momentos más intensos de la TV estadounidense.
Belafonte dio a conocer ante públicos masivos a Odetta o la sudafricana Miriam Makeba.
De “We are the world” y Tim Burton a Mandela y Fidel Castro
La marcha, ya no sobre Washington, sino sobre la política local y mundial, continuó en las siguientes décadas de la vida de Belafonte. Y el legado del artista seguía renovándose para las nuevas generaciones: fue invitado al Show de los Muppets, donde cantó “Turn the World Around.”, que se convirtió en la canción favorita de Jim Henson. A tal punto que el artista la interpretó con una emotiva versión en el funeral del padre de la Rana René. Y “Day-O (The Banana Boat Song)” volvió a estar en boca de todos por la desopilante escena de Beetlejuice de Tim Burton.
En 1985 Belafonte fue uno de los organizadores de la famosa canción multi-estelar "We Are the World", que juntó fondos para combatir la hambruna en África. En Sudáfrica dirigió una campaña contra el apartheid en Sudáfrica y se hizo amigo de Nelson Mandela. También continuó viajando a Cuba donde abogó personalmente ante Fidel Castro por una apertura cultural más amplia de “músicas foráneas” logrando que el hip-hop entrara en la isla, hecho por el que aún se le reconoce en Cuba.
Una de las veces que viajó a Venezuela con el actor Dany Glover, sostuvo ante Hugo Chávez que George W. Bush era "el mayor de los terroristas" por la invasión de Irak de 2003. Aunque siempre a favor del Partido Demócrata, fue de crítico de Barack Obama por las detenciones en la Bahía en Guantánamo.
Casi al final de su vida, el color de la piel, negra o blanca, seguía sin resultarle determinante. Criticó a Jay-Z y Beyoncé en 2012 diciendo que “le dieron la espalda a las causas sociales”. Y agregó: “Dénme a Bruce Springsteen y hablemos: realmente creo que él es negro”.
Últimos años de Harry Belafonte
Su última participación en el cine fue en BlacKkKlansman, de Spike Lee. Escena breve pero espeluznante, su benemérito personaje (se presenta ante una audiencia joven y politizada cual rey sin corona de los derechos del hombre) cómo durante su niñez fue testigo del linchamiento de un joven negro.
Espectáculo, color e igualdad. Harry Belafonte sintió el llamado de actuar para vivir y, sobre todo, de vivir para actuar. O sea: acción política. Drew, el conmovedor personaje de la película Jungle Fever (de Spike Lee) que teme perder a su marido por “no ser suficientemente negra”, acaso podría estar inspirado en el mundo que el artista multifacético optó por transformar. Actor, músico y militante.
Héroe sin capa. Anfibio, como en su época, fue revolucionario con ternura y artista para las masas. Bob Dylan, que tuvo su debut musical en el disco de Belafonte Midnight special, le dedicó en su autobiografía Crónicas I, estas palabras, hoy imprescindibles, para recordarlo:
Todo el mundo consideraba a Harry, con razón, el mejor baladista del país. Era un artista fabuloso, cantaba de amores y esclavos, presidiarios, santos y pecadores, niños. Harry era como Valentino. Podía tocar en un Carnegie Hall abarrotado y aparecer al día siguiente en un mitin sindical. Tenía ideales y te hacía sentir como parte de la raza humana. Jamás un cantante sobrepasó tantos límites como Harry. El hombre inspira respeto.