Una big band de catorce músicos y un repertorio en el que Michael Jackson, Madonna, Genesis y Los Beatles, por nombrar algunos, reorganizan sus gracias a través del swing de una maquinaria jazzera, que es también un artefacto de sueños. Y una cantante en ebullición permanente. Elizabeth Karayekov es la dama sofisticada que encabeza el viaje musical por un juego de espejos en el que se reflejan tiempos, nombres y melodías. Una mezcla de cosas sensibles, que de tan queridas suelen vivir al borde de la leyenda. Este viernes a las 20.30 la Elizabeth Karayekov Big Band estará a pleno en La Trastienda, para ofrecer un show que, además de mucho swing, promete ser “novedoso, divertido y estimulante”.

“Buscamos que el espectáculo aporte algo distinto a la escena de los shows musicales. También nos interesa lograr que ese público que por ahí no es tanto del palo del jazz se pueda sentir interpelado escuchando a una big band, que pueda disfrutar de este entorno sonoro tan especial. Es interesante sentir que hay gente a la que llevamos de la mano, introduciéndola a un mundo sonoro que no conocía a través de las canciones que conoce”, reflexiona Karayekov al comenzar la charla con Página/12.

“Montar un show de estas características es una producción compleja”, continua la cantante. “Por un lado por el aspecto musical, el sonido, los arreglos de la banda. En este sentido venimos haciendo un trabajo muy cuidadoso con Ernesto Salgueiro –guitarrista además de la big band– para llevar esas canciones que escuchamos como rock y pop hacia otro marco sonoro, hacia el ámbito de la big band, sin romper el aura mágica que las hizo tan queridas”, asegura Karayekov. Por eso explica que, más que una recreación, lo que hacen con las canciones que eligen es cambiarlas de lugar. Y que eso obliga a que el nuevo espacio tiene que estar muy bien definido también desde lo escénico y, por supuesto, desde lo vocal”.

“La puesta en escena, un aspecto del que me ocupé muchísimo, tiene un gran peso en el espectáculo. Vendría a ser lo que completa la transformación de las canciones. Hay además un trabajo cuidadoso en la actitud y en las maneras de expresarse con el cuerpo. Trabajamos una gestualidad precisa, donde los movimientos están coreografiados y pensados para acompañar la interpretación de cada tema. Incluso contamos con tres bailarines en este espectáculo. Porque tenemos que lograr superar la dificultad de que gran parte del repertorio que hacemos es en inglés. Entonces, para minimizar las distancias del idioma la interpretación es un momento crucial. Es donde convergen todos estos aspectos que decía antes. La búsqueda pasa por ahí, por la manera de llegar a la gente con un mensaje fresco”, dice Karayekov, que como bióloga responsable –es además doctora en biología y desde hace años investigadora en fisiología de los vegetales– le interesa la posibilidad de transformar sin alterar los ecosistemas.

Temas que no pertenecen al repertorio clásico de swing, sino que vengan de las amplias avenidas pop y del rock. Para Karayekov, esa es la condición indispensable a la hora de elegir el repertorio. “Desde hace un tiempo estamos probando con algunos temas del rock nacional. Los estamos ‘masajeando’ un poco, jugando con ellos a ver hasta dónde los podemos intervenir y qué nos pueden decir en este formato. Hemos logrado químicas interesantes”, cuenta. “Es muy importante poder incluir en este proyecto el riquísimo universo de la música argentina. Dentro de lo que conocemos como ‘rock nacional’ hay canciones que el público lleva en su corazón. Por ejemplo cuando hacemos ‘Bailando en las veredas’, de Raúl Porchetto, la gente se vuelve loca, reacciona de una manera muy hermosa”, asegura la cantante.

-Eso abre otras posibilidades al repertorio y a la relación que establecen con el público.

- Claro, porque ahí se produce algo distinto, más directo, porque no está la barrera del idioma. Además, nos brinda la posibilidad de tener, como en el show pasado en La Trastienda, cuando invitamos a Kevin Johansen para que cante con nosotros una canción suya que habíamos arreglado para la big band. ‘Bailando en las veredas’ es una cuestión también generacional, como ‘Mary Poppins y el deshollinador’, de Fabiana Cantilo, que es otro de los temas de rock nacional que incorporamos al repertorio

-¿Hay también un criterio sentimental a la hora de elegir ese repertorio?

-La selección del repertorio no deja de ser personal, inevitablemente tiene que ver con mi gusto y mi experiencia. Hay canciones de Madonna, Guns N’Roses, Aerosmith, Genesis, Michael Jackson y muchos más. Son los artistas que de alguna manera han gravitado en mi vida, en mi infancia y en mi formación. Hay canciones que nos hablan directamente y hay canciones que se dejan intervenir más que otras. Una elige los temas, después esos temas entran en el laboratorio de la big band y los arreglos y por supuesto hay algunos que funcionan mejor que otros y otros que decididamente tenemos que descartar, porque no funcionan. En este sentido el trabajo que hace Ernesto Salgueiro con los arreglos es fundamental. Es importante que la canción no pierda su huella digital, si no estamos fallando. Si en vez de arreglarla la desfiguramos, estamos fallando.

-Es decir que es fundamental que el público se reconozca en la canción…

-Totalmente. Llevo esas canciones al escenario para jugar, para hacerlas vivir por un ratito en los años ’50 y su mitología, pero no dejan de ser lo que siempre fueron. De esta manera el público se predispone bien, se engancha en un show participativo. La idea es que la gente pase una noche divertida y eso, por la energía que vemos a la salida de cada show, pasa. La gente que viene al show termina cantando y bailando con nosotros. Es decir, logramos hacerlas parte del show. Esa energía que se genera en el ida y vuelta con el público para nosotros un distintivo.

-La big band y el swing tienen también una historia social ligada al baile. ¿Qué te interesa de ese aspecto?

-Hay algo que me conecta de una manera muy especial con la música afroamericana, con sus orígenes que realmente no sabría explicar. Posiblemente tenga que ver con la expresión de un sentimiento sufrido, con la resistencia con la necesidad de justicia y con una espiritualidad profunda. Empecé cantando en un coro gospel, después formé mi primera banda, centrada más en el blues, el jazz y el rhythm and blues, hasta llegar a esta formación con un show que trasciende un poco lo musical. No sé bien por qué, pero desde escuché a Ray Charles, de muy chica, sucedió algo que me marcó y que me introdujo en este universo en el que no dejo de investigar y profundizar.

-¿Y como intérprete, qué te dan y qué te piden el swing y la big band?

-El entono sonoro de la big band me habilita muchas posibilidades a la hora de interpretar. Además en este estilo de música hecha por los negros y para los negros confluyen muchas cosas, entre el jazz, el blues, el soul, y eso me da un abanico de posibilidades a la hora de pensar los arreglos y dentro de eso articular una interpretación atractiva. Estos estilos son formidables, porque permiten que haya momentos más intimistas, otros más reflexivos y otros decididamente bailables. Eso se refleja en este espectáculo, que es muy variado y transita diferentes climas. Como artista, eso me hace sentir en plenitud.