Cris & Cris, una verdadera gema escondida de la literatura lésbica argentina, se publica por primera vez en el país, después de más de 30 años desde su aparición. Editada originalmente en España en 1992, fue la novela debut de María Felicitas Jaime, una de las primeras mujeres en integrar la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y en animarse a militar con nombre y apellido. Escritora y periodista –conocida por firmar sus artículos con el seudónimo María No– fue un ícono injustamente desconocido de la militancia gay de finales de los ochenta y los noventa.

Es, además, la primera novela lésbica escrita por una autora mujer que rescata y publica la editorial de narrativa gay De Parado (@de_parado). Dirigida por el editor Fram Visconti y el poeta Mariano Blatt (que a su vez forman parte de Blatt & Ríos) durante los últimos años sumó a su catálogo tanto títulos clásicos como autores contemporáneos recién descubiertos. Entre ellos destacan los nombres de Martín Villagarcia, Gael Policano Rossi, Alejandro López, Pablo Perez y Blas Matamoro. Con la publicación de Cris & Cris, De Parado también anuncia su Biblioteca María Felicitas Jaime a la que pronto llegará la novela Pasiones, de la misma autora. Es decir que tenemos historias tortas para rato.

Cargada de humor y de erotismo, Cis & Cris está situada en Buenos Aires a principios de los noventa, después de la dictadura militar pero mucho antes de la ley del matrimonio igualitario y de que las tortas pudieran hacerse visibles en la calle. Mariana, la protagonista, es una lesbiana con auto, levante, y talento, periodista estrella del El Pasquín, la revista de actualidad que fundó junto a Cris, quien opera en su vida como jefa, como madre y como amor imposible.

A sus treinta y pico de años, llena de amantes y de amigas, experta en el sexo pero novata en el amor, huérfana y desordenada, la protagonista está muy lejos de lo que los demás le sugieren: “sentar cabeza”. Cuando sale a bailar, fantasea con que Buenos Aires se ha liberado por completo, con que sólo quedan en la ciudad lesbianas y hombres homosexuales. Su vida cambia cuando conoce a otra Cris que lleva el mismo nombre que su jefa (y dominará su vida de igual forma), una abogada que todas sus amigas insisten en llamar “señora”.

La historia de amor sigue el cliché de la dama y la vagabunda tan visitado por autoras contemporáneas como Gabriela Cabezón Cámara. Esa vida caótica y bohemia de Mariana colisiona con la pulcritud del mundo conservador de Cris. En el medio, como siempre, aparece el deseo. “Quisiera explicarle a Cris que no existe un mundo clandestino, homosexual, cerrado en un gueto. Pero es mentira. Para mí no es ningún problema ser gay: no le rindo cuentas a nadie, no tengo una familia que espere de mí un marido, hijos, una vida normal”.

Aunque la abogada descubra que quiere tramitar su divorcio después de su primera cita con una mujer, el romance no es fácil. Se retira apurada de los encuentros en los mejores momentos porque “es tarde y mañana hay que madrugar”, visita a Mariana por la noche pero se queda a dormir en el sillón “porque así es más higiénico”. Gradualmente, la abogada abandona el miedo y el sillón para empezar a dormir enroscada a nuestra heroína torta, que se taladra la cabeza con preguntas: “¿El amor está atrás del deseo o adelante? Muerto el deseo, ¿qué pasa con el amor? ¿Será al fin que el amor va puliendo al deseo en este placer largo, sin fin, sumergido en lo más profundo de una misma hasta que estalle la otra?”.

A lo largo de las 150 páginas que componen la novela, Mariana intenta y casi siempre falla en encontrar balances y marcar límites entre el amor y el deseo, el trabajo y la vocación, la neurosis y el placer. Los personajes son estampitas que cualquier lesbiana puede reconocer en su propia vida. El mejor ejemplo es Rox, su compañera de departamento, de redacción y mejor amiga indiscutida con quien, cuenta, fundó el Movimiento de Mujeres Lesbianas, y lograron “diez chicas que estaban más para la joda que para la lucha”, entonces se dedicaron a joder y se olvidaron de sus derechos.

El mundo a su alrededor asume que ella y Rox son novias, pero tienen una relación que trasciende las categorías de “novia” o “amiga”. En ese y otros sentidos, aunque estemos a tres décadas de su primera publicación, la novela aún logra plasmar lo que se siente al ser una lesbiana en Buenos Aires hoy. Y rescata lo más dificil de describir (y de entender para la mirada hetero) de los vínculos lésbicos: esos modos de relación que oscilan entre lo amoroso y lo platónico, lo familiar y lo confidencial, ese limbo híbrido, dulce y caótico.