Todo sucede en una cocina y ese detalle doméstico pone en discusión la idea misma del teatro. Martín Flores Cárdenas nos recibe en su estudio y da algunas explicaciones que convierten la escena en una instancia abierta, algo parecido a un momento de prueba donde el autor y director comparte el proceso de un proyecto.

La actriz está entre nosotrxs, casi pegada a la puerta y entra como una visita que viene a sumarse a ese experimento por casualidad, como si todo lo que fuera a suceder en La fuerza de la gravedad no estuviera preparado y ensayado.

Laura Lopez Moyano se sienta en esa mesa que tiene como escenario y comienza a leer un texto donde la enumeración de amigxs es vertiginosa, abundante, cálida y a veces irritante. El texto de Flores Cardenas que Laura López Moyano lee en primera persona, siempre comienza con la frase “Tengo un amigo que“: algunos de esos amigos o amigas pueden estar entre el público, algunxs de nosotrxs podemos intuir de quién se trata porque La fuerza de la gravedad es bastante endogámica, su materia más que el teatro, son las personas que integran ese mundo, presentadas aquí sin pudores, marcadas por ese lazo pero entendiendo que la amistad es un territorio tan ríspido como amoroso, lleno de cosas que no se saben y de secretos que se hacen públicos.

La lectura de Laura es cautelosa y su presencia allí no es circunstancial. Laura López Moyano es una de las mejores actrices de la camada que comienza a brillar con el nuevo milenio. Laura fue una de las protagonistas de Bizarra, la novela teatral que Rafael Spregleburd estrenó en el Rojas después de la debacle del año 2001, cuando Laura todavía era una veinteañera. En el 2009 capturó toda la atención con su personaje en Ala de criados de Mauricio Kartún y se convirtió en una de las actrices más convocadas.

Hay un momento donde Laura comienza a darse cuenta que ese texto fue escrito para ella, que la amiga que le importaba retratar a Flores Cardenas era ella, que toda esa enumeración de amigos y amigas solamente había tenido como finalidad llegar a ella, obligarla a actuar de nuevo, ubicarla en un escenario, contenida por un texto que fuera tanto un gesto de amor como un modo de darle el impulso para seguir.

Cuando después entramos a la sala todo es onírico. Ya no hay palabras. Laura y Martín hacen un juego un tanto surrealista como seres de tiempos diferentes. Lo que queda en nosotrxs es ese punto extremo de la amistad, ese instante donde Flores Cárdenas nos acercó a una manera de pensar el teatro desde los vínculos, desde lo roto, desde las heridas que quedan y que podrían llevar a los artistas a dejar de hacer su tarea o a interrumpirla. Lo que importa aquí no es la realización de una obra sino la intervención sobre una actriz y el ofrecimiento de una mirada más amplia sobre lo que implica ser una artista. Actuar es una acto de exposición que, si se realiza con profundidad, con una búsqueda inteligente y exigente, puede dejar secuelas, puede sensibilizar demasiado, puede volver a sus artistas frágiles. Flores Cárdenas se propone crear una dramaturgia sobre esa obstrucción y convertirla en una potencia. Laura no es aquí una actriz sino una presencia imprescindible, irremplazable. Sin ella la obra no existiría porque ella es la obra. Su arte está en todas partes, no solo arriba del escenario y eso es lo que Martín quiere decirle.

La amistad es otra forma de amor, tal vez la más preciosa, la que soporta todo, la que siempre puede volver a armarse. En la amistad, a veces, la sinceridad tiene un lugar más resistente que en una pareja.

Flores Cárdenas no escribe una obra para una amiga. Él escribe sobre Laura, le dice a Laura que la obra de arte es ella misma, que no importa lo que le pase, ella siempre va a irradiar ese resplandor en escena porque hay algo que ya le pertenece.

Como en su anterior trabajo, No hay banda, Flores Cárdenas se pregunta cómo hacer teatro sin obra. Elige contar un proyecto, mostrar en escena lo que no sucede pero en esa propuesta macedoniana la emoción aparece como una fragancia.

La fuerza de gravedad se presenta los sábados a las 18 y a las 20: 30 en Casa Estudio.