El PBI argentino creció 5,2 por ciento en 2022, uno de los niveles más elevados de las dos últimas décadas. Este excelente resultado fue acompañado de otras buenas noticias como la evolución del consumo privado, que creció 9,4 por ciento en el año y de la inversión, que creció 10,1 por ciento. Es un círculo virtuoso que parte de la teoría económica explica gracias al acelerador de la inversión, a saber: las compras de los consumidores incitan a los productores a producir más para satisfacer la demanda creciente por lo cual deben emplear más trabajadores, incrementar las cantidades de capital utilizadas, comprar más insumos y nuevas máquinas .
El estimador avanzado de la actividad del Indec vuelve a arrojar un número positivo para el PIB de enero 2023: creció 2,9 por ciento gracias al salto del 7,1 por ciento de la industria manufacturera acompañado por un crecimiento de los servicios- en particular hoteles y restaurantes en 8,6 por ciento-. La producción agrícola, sin embargo, cayó 15,5 por ciento.
Pero estas buenas noticias, que los economistas ortodoxos no pueden comprender, se ven ensombrecidas por otra que es la pequeña evolución del gasto de las administraciones del Estado central los gobiernos provinciales y municipales durante el 2022. Fue de apenas 1,8 por ciento en el año, con un freno de 2,1 por ciento en el cuarto trimestre. El número alerta en un país con un déficit de prestación de servicios públicos, que fueron destruidos por las gestiones liberales del pasado. La disminución del consumo público significa menos servicios a la población, y una ruptura de la vocación de servicio del peronismo hacia los que menos tienen para que la economía funcione de manera mas justa y eficaz.
Por otra parte, se observa una aceleración de la tasa de inflación y, más negativo aún, la insistencia del Banco Central (BCRA) de incrementar la tasa de interés, un hecho que trabará la inversión y romperá el círculo virtuoso evocado más arriba. Cuanto mayor es la tasa de interés menor es la inversión y menor el consumo de bienes costosos a los cuales se debe acceder mediante el crédito. Además al incrementar los intereses pagados por las empresas PyME con dificultades de tesorería se limita y se hace más difícil la reconstrucción económica del país. Todo parece indicar que frente al optimismo de los consumidores y de los empresarios hay una acción negativa y predadora por parte de funcionarios ideologizados por la ortodoxia que quieren parar el crecimiento de la economía nacional.
El gasto público no genera inflación
La disminución del gasto público, que es una decisión del gobierno, fue realizada postulando que la inflación era el resultado del exceso del gasto. Sin embargo es claramente observable que la disminución del gasto no solo no disminuyó la inflación sino que la misma aumentó. Se deduce con facilidad que el gasto público no es el causante de la inflación.
La situación en los países desarrollados permite mostrar que allí también aumentó la inflación aunque el déficit presupuestario disminuyó un poco, ya que sigue siendo un impulsor de la reactivación económica post Covid. Ciertamente, no disminuyó tanto como en Argentina: Francia tiene un déficit fiscal de 4,7 por ciento del PBI, Alemania superó el 3,9 por ciento. En Estados Unidos el déficit asciende al 5,5 por ciento del PIB luego de haber llegado al 12,7 por ciento en 2021. La Argentina tuvo un déficit de 1,5 por ciento.
Un grupo importante de economistas ortodoxos que tiene acceso a los medios hegemónicos sostiene que el déficit presupuestario produce inflación. Esta postura que pretende avalar la posición del FMI. Pero el FMI ya no tiene como base teórica esta posición, sino que en el caso específicamente argentino trata de humillar al país para borrar el oprobio de sus errores pasados. Esta posición de disminución del déficit para reducir la inflación carece de fundamento teórico y práctico.
En la teoría, John Keynes escribió en el capitulo XXI, parágrafo V, de la Teoría General que “cuando se produce un nuevo incremento de la demanda efectiva (en una situación de pleno empleo) habrá un incremento nominal del costo unitario y entonces habremos llegado a un estado en que se puede hablar de verdadera inflación”. Milton Friedman no hizo más que copiar textualmente lo dicho pero agregó que la inflación podía aparecer por la remarcación de los precios, que no era necesario llegar al pleno empleo para que se produzca a la inflación ya que había un “ tasa de desempleo natural”. Los cálculos realizados por los economistas de la OCDE en los años 80 no pudieron probar esto y finalmente presionados por el ambiente caza de brujas promovida por los ortodoxos hicieron una pirueta y explicaron que cada país tiene su tasa de “desempleo natural”. Pero en Argentina no se llegó a ningún pleno empleo y, además, hay una tasa de ocupación inferior a los treinta puntos que muestran los países avanzados.
El déficit presupuestario disminuyó pero la inflación aumentó y este incremento ya no puede ser atribuido ni a las tensiones de los precios internacionales de la electricidad, el petróleo o el gas; ni de las materias primas alimentarias o los metales ya que, desde hace casi un semestre, los precios de los “mercados” están orientados a la baja.
El mejoramiento de la situación económica solo se logrará siguiendo una política económica anticíclica que permita una aceleración del crecimiento vía una política presupuestaria expansiva y la instrumentación de cambios estructurales. El Estado debe involucrarse de manera global en la lucha contra la pobreza a través de una política de control de precios y de sanciones masivas a aquellos que practican el golpismo económico vía el aumento de los precios.
*Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. [email protected]