“Yo no me autopercibo escritor ni periodista. Siempre me autopercibí como un trabajador de la escritura, que es lo que me gusta. Después la vida me llevó a otros lugares como la radio o la televisión, pero soy un cronista y escribí este libro con esa idea sobre mí”, confesó Luis Bruschtein durante la presentación de El manuscrito Bonaparte (Editorial Octubre) que se llevó a cabo en el marco de la 47° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Del encuentro también participaron la periodista Stella Calloni y el humorista Marcelo Rudaeff (Rudy); Alejandro Sanz no pudo asistir por problemas de salud.

Al principio de la charla Calloni definió el trabajo de Bruschtein como “una novela en círculos” y recordó la época en la que vivía a una cuadra y media de la familia Bonaparte. “Laura (madre del autor y una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo) me llevaba diez años; recuerdo que era una adolescente alta, preciosa, una especie de Greta Garbo. Yo sabía que los únicos socialistas en Paraná eran los Bonaparte, y una cuñada me contó hace poco que había una vecina que se santiguaba cada vez que pasaba por la casa de ellos”, relató entre carcajadas. Años después se reencontraría con Laura en Buenos Aires y en México durante el exilio: “Hemos pasado de todo y el círculo llegó hasta esta noche en la que nos volvemos a encontrar”.

La periodista aseguró que al leer la novela se emocionó mucho y encontró a un escritor maravilloso. “Siempre pensé que Luis tenía que escribir literatura porque es un gran lector. Además lo sigo como periodista, para mí la suya es una columna que no podemos dejar de leer”, dijo sobre su labor en Página/12. Calloni mencionó varias veces al tatarabuelo que aparece en el libro y anticipó: “Creo que les va a encantar porque es un personaje en sí mismo, él solo ya es una novela. Luis siempre habló sobre lo pesado que era llevar ese apellido y todo eso construye un misterio que te atrapa desde las primeras frases”.

La periodista –a quien Bruschtein destacó por ser una de las pocas que entrevistó a Fidel Castro y que mantuvo contacto directo con él a través de mails– también reconoció el trabajo sutil con el lenguaje. “La novela traza círculos, sigue el rastro de figuras entrañables y enlaza todas esas historias maravillosas, las vincula con las montoneras federales y el ejército revolucionario de López Jordán”. Por otra parte, recordó “lo terrible que fue el caso de los hermanos de Luis, sus cuñados y cuñadas (desaparecidos durante la dictadura), la historia de cómo se salvó el nieto de Laura”, y cerró su intervención afirmando que El manuscrito Bonaparte tiene “magia”: “Esta noche no sólo estamos presentando un libro sino recibiendo con amor y alegría la aparición de un escritor de verdad”.

Bruschtein y Rudy comparten el trayecto profesional desde los inicios de Página/12 –que este año cumplirá 36 años–, cuando la redacción era “un concierto de máquinas de escribir”. “Nos veíamos todos los días, trabajábamos juntos y recorrimos esta aventura maravillosa de hacer un matutino que fuera a contrapelo del sentido común hegemónico”, destacó el autor. Rudy aportó la cuota de humor en la mesa y advirtió que este año con su colega Sanz votarán a Cristina “se presente o no se presente”, algo que despertó aplausos inmediatos en la audiencia. Además, aprovechó para darle play a “Morocha”, un tema con la célebre melodía de “Muchachos” y letra de los humoristas que “expresa más bien un deseo de futuro”. “Morocha, ahora nos queremo' ilusionar / que vayas por la tercera, y volvás a gobernar / Y a Néstor, en el pueblo lo podemos ver / Con Perón y con Evita cantan ‘vamos a volver’”, dice el estribillo.

El humorista bromeó sobre lo insólito de tener “un tatarabuelo montonero”, elogió El manuscrito Bonaparte y dijo que “además de ser una excelente ficción es un libro de historia, y quizás la mejor manera de contar la historia hoy sea la ficción”. También remarcó la importancia de que todos conozcamos y estudiemos nuestra historia “para que no nos vuelvan a pasar cosas terribles”, y con respecto al escenario electoral sentenció: “Me ofende que haya un grupo no tan chiquito del país que se autodenomine libertario porque son todo lo contrario a los libertarios de la tradición de Severino di Giovanni. Un libertario es un neoliberal que se olvidó de tomar el Clonazepam”.

Aunque no se autoperciba escritor, a Bruschtein le interesa ser leído y que sus textos enriquezcan a los lectores. “No me até a un género, escribí lo que me salió: es algo novelado, una primera persona que a veces soy yo y a veces no –declaró–. No quise escribir un libro de historia pero sí con historia”, y explicó que aunque el relato transcurre en otra época, “nos trae ecos de lo que pasa hoy” y por eso mezcla los tiempos para hablar de las distintas ramas familiares. Bruschtein siempre había pensado que era una oveja negra porque la familia de su mamá era socialista y antiperonista, hasta que descubrió que el primer Bonaparte que pisó estas tierras había pertenecido a la montonera más demonizada por el liberalismo: “Eso me pareció llamativo porque a nivel micro reproducía lo que luego ocurrió en la historia oficial”.

En este proyecto hay una clara intención de repensar la figura de los próceres nacionales, que “no eran caballeros de La Sorbona sino unas bestias brutales porque hubo un gran derramamiento de sangre”. Con esa mirada revisionista el autor valoró a caudillos como Felipe Varela, quien tempranamente planteó la idea de una Patria Grande y “tuvo una visión quizás no tan modernista como la de Sarmiento pero mucho más igualitaria que la de los falsos progresistas”. Bruschtein definió El manuscrito Bonaparte como “un libro de aventuras con un trasfondo histórico y un protagonista que a veces es mi tatarabuelo y a veces es un señor que invento, porque no conozco toda la historia y la voy hilando mientras escribo”.