Hace siete días que Carolina está en una cama de hospital. Le acaban de practicar una vaginoplastía y no debe moverse. Se siente sucia, quiere pararse y caminar, pero el proceso requiere paciencia. Dentro de un tiempo esta experiencia será el que ya es su tercer libro, Fatal, en el que la joven actriz y escritora comparta su experiencia con crudeza, intimidad y rabiosa ternura. 

Unrein es dulce, habla tomándose pausas porque ella constantemente está repensándose, su piel delicada y su pelo rubio apenas ondulado transmiten calma y melancolía hasta que todo se sacude con su carcajada. Las experiencias duras que han atravesado sus 23 años trans las convierte en flor de loto que corona el fango. Pero Caro es punk, como si esa misma flor además de elevarse pudiese usar sus pétalos para hundirlos en el barro, mierda, sangre y pus -propio y ajeno- para con total delicadeza pintarte la cara. Así es leer a Caro Unrein.

“Yo elegí pensar mi corporalidad de otra forma, fuera del falo”, dice enmarcada por un café durante una tarde otoñal en el porteño barrio de Villa Urquiza. Está a mitad de cuadra del Teatro Centro Cultural 25 de mayo donde esta noche reestrenará la obra Azul y la navidad dirigida por Lorena Romanin. Interpreta a una joven trans que vuelve a su pueblo luego de realizar su transición. 

Unrein nació en Villa Diamante, Entre Ríos, sabe lo que es irse, volver e irse de nuevo del pueblo. “La masculinidad es falocentrista, no se considera a sí misma sin el falo, el falo grande. Para mí operarme y hacerlo sin la total aprobación de mi viejo fue un acto de rebeldía”. Fue renunciar a ese privilegio y esa exigencia que le estaban regalando/exigiendo “y yo no quise aceptar”.

Los cuentos de hadas 

Durante el libro Caro también deja muy en claro que ella es quien es porque su familia estuvo ahí presente. Le toca decir algo agridulce: es una rara avis al contar con el amor y acompañamiento de la familia en la que nació. Mamá y papá están ahí presentes como esa dupla de soporte y contención que entre películas y alguna escapada al Burger King se comparte con esa amorosidad que debería ser Derecho Humano universal. Son quienes criaron a la que de pequeña estaba fascinada con las hadas de la serie de animación Winx, a quienes veía y en quienes decodificaba esa feminidad mágica que ella sabía también le pertenecía. 

Con las horas de navegar internet pudo descubrir más personas trans en las que comenzar a comprenderse. Así llegó a la norteamericana Jazz Jennings, una de las primeras juventudes trans en aparecer en medios a sus 6 años. Desde ese momento su vida se fue documentando en Tv e incipientes aplicaciones como YouTube (fundada en 2005). Pero Jazz no fue la primera imagen de una persona trans que Caro encontró sino más bien la primera no abordada desde el odio: “Cuando era chica y aparecían en la televisión personas trans era siempre desde la burla y como algo que tenía que darte vergüenza ser y que te lo dijeran”.

Porque por más amor y aguante que haya en casa, también existe un afuera. Y el colegio es terreno doloroso para cualquier infancia que se corra de las normas cis-hetero-patriarcales (y tantas más). Ella también lo recuerda en el cuerpo, en ese pelo que no podía llevar largo como hubiese querido. “Recuerdo el horror que le tenía a la maquinita para el pelo. Una vez me raparon la cabeza y se sintió como si me estuvieran mutilando, como si me arrancaran las plumas con pinzas o las alas que usaba para volar”, escribe. Luego vino un paño de agua fría llamado ‘desmechado’ que la ayudaba a crear esa fantasía de longitud y pelazo. El truco llegó a dar un cuasi resultado a tal punto que una vez un compañero de clase quiso hacerle daño y le escupió uno de esos insultos patriarcales que dan terror: “Wow, Agus, qué largo que tenés el pelo. Casi sos una nena”.

El orgullo es una construcción que vamos levantando día a día. “En algún momento soñé con vivir una vida escondida. Me imaginaba terminando la escuela siendo abanderada yendo a estudiar una carrera de gran exigencia, operarme la cara, estando en pareja y tener que decirle que era trans como al año”, pensaba a sus 13 o 14 años. Pero todo esto se vino abajo y sus colores hechos bandera se fueron arriba con un manifiesto de Susy Shock: ¡Reivindico mi derecho a ser un monstruo! 

Mirame, Miró

Si bien ella ya tenía una referenta como lo fue Camila Sosa Villada que en esos días habitaba la pantalla de la televisión pública argentina en la serie Las Viudas de Rafael, con el texto de la Shock pudo hacer carne propia el lado orgulloso de su identidad. Caro recuerda el momento que un amigo de teatro la sentó frente a Youtube para escuchar “Ni varón, ni mujer, ni XXY, ni H2O” como dice ese poema fundacional. Se acuerda de la pared naranja recién pintada, de los mates compartidos y dos personas en un pueblo fugándose de la cisheteronorma a través de un tunel-video: “Cambió mi paradigma por completo, de cómo me pensaba mi misma, de la construcción de mi identidad en absoluto”. 

Y durante toda la charla Camila y Susy seguirán apareciendo como esas Travas Madrinas que la ayudaron a tejer sus propias alas. Pero Caro ahora -y desde hace tiempo- también no solo es una poderosa activista sino que es guía y ejemplo de tantas infancias y adolescencias travestis y trans, todas maravillosas, como ellas, como las hadas de El Club Winx que tanto admiraba de niña.

La escena Ballroom es un espacio dónde fantasía y realidad se fusionan. En Argentina es una movida creciente que reúne performers en muestras y competencias que reivindican la identidad y lo sociopolítico en un ambiente de celebración. Las categorías de baile, pasarela y lipsync pueden ser las más conocidas, pero hay muchas más que interpelan quienes somos, quienes queremos ser y cómo dialogamos con la sociedad. En el documental Paris is Burning (1991), la artista Dorian Corey explica el concepto/ la categoría Realness como “cuando las personas trans no son detectadas y pueden salir del ballroom a la luz del sol y tomar el metro y llegar a casa, y todavía tienen toda su ropa y no les corre sangre por el cuerpo”. Esa performatividad a recrear para sobrevivir en un mundo cishetero violento.

Hace poco el Bachillerato Popular Travesti Trans y No Binarie Mocha Celis, junto a SocioBallroom y Lucky 007 organizaron una ball con la fantasía a encarnar ‘Back To School’; para caminar Realness había que vender una feminidad o masculinidad estudiante. “Fue maravilloso poder volver a ponerme un uniforme de secundaria, tener el pelo como me hubiese gustado llevarlo cuando era adolescente, usar los lentes que quería usar y portar la bandera de mi provincia -Entre Ríos- pero esta vez siendo celebrada por ser Femme Queen, por mi feminidad, que la gente me esté aplaudiendo por eso con lo que durante la secundaria se me humillaba”. Usa una palabra para definir la experiencia: sanador.
 

"No quiero morir a los 35"

El camino ya no es solitario. La escena tiene núcleos de apoyo y contención que se llaman ‘Houses’ porque son eso, son casa, familia. Desde el momento que pisó la pasarela ella construyó su personaje y le puso un apellido propio: Miró. “Decidí que ese iba ser como mi nombre en Ballroom porque Cris es de mis más grandes referentas. Esa feminidad, esa belleza, esa fuerza, ese brillo, esa elegancia y esa sencillez al mismo tiempo me marcaron muchísimo y dije ‘yo quiero ser ella’”. Y a poco de comenzar a caminar en la escena apareció la que pronto sería su hermana Angie a invitarla a entrenar junto a una de las primeras casas en Argentina: House Of Glorieta. Hoy abrazada por el Founding Father Seba Glorieta Milán y junto a un grupo de hermanes increíbles caminan la runway compitiendo con la técnica y la pisada artivista que implica compartirse en cada evento.

"No quiero morir a los 35", decía gigante en la espalda del saco con el que caminó la ball organizada por House Of Tropikalia. Es un grito pero también un dato: el promedio de vida de las feminidades travesti trans es de entre 35 a 40 años. Todo en su arte y activismo tiene presente la denuncia urgente y a la muerte, pero también lo comparte como algo tangible en lo personal. Cuando se publicó Fatal ella estaba pasando “un momento muy bajo de mi vida” que llegó hasta un intento de suicidio. Atravesado este episodio y encerrada en cuarentena se preguntó: “¿Qué sería de mi vida si yo nunca hubiese sido Carolina? ¿Y si yo hubiese sido quien la gente quería que sea? ¿Y qué pasaría si un día me llega un mensaje de esta Carolina, de la que soy hoy, pidiéndole ayuda a ese chico que nunca fuí?”, y con esa premisa se gestó un Road Trip en modo novela gráfica ilustrado por le artiste Sukermercado y con guión de Unrein: El viaje real. “Es mi primera ficción pero claro, muy al estilo Carolina Unrein porque me inspiro en mí misma para escribir”, dice.

Ahora por primera vez en la charla la voz se le va a quebrar, cuenta que hace poco falleció su abuela, es la primera muerte familiar tan cercana. “Una persona con la que tuve una relación muy conflictiva, porque siempre renegó muchísimo de mi putitud pero que al mismo tiempo me amaba a su manera”, y reflexiona: “Me impactó muchísimo y también me ayudó a dimensionar el poco tiempo que tenemos en esta vida. Siento que le tengo muchísimo más miedo y respeto a la muerte al menos desde la vez que escribí Fatal”. Y desde este presente saluda y le agradece a esa Caro que escribió su segundo libro, esa que con todo el enojo y tristeza construyó algo que ayude y abrace a sanar tanto individual como colectivamente. En todo momento Caro se comparte con crudeza, melancolía y biográfica honestidad, pero también con alegría y esperanza. Hoy se reconoce otra, y eso la hace feliz.

Hannah Montada

Cuando le tocó nombrar a sus referencias de infancia se hizo presente una protoMiley Cyrus que protagonizaba la serie Hanna Montana. Ella llevaba una doble vida como chica regular y a la vez como estrella musical: “Era hermosa, se parecía a mi hermana. Era una super estrella y admiraba toda su feminidad. Hoy no lo relaciono tanto con mi identidad de persona trans pero sí con mi identidad ballroom”, explica la Caro que pausa el Unrein y se calza el Miró Glorieta Milán.

Sus 23 años no avanzan en sentido lineal, el tiempo en sus manos es algo maleable y ella se permite atravesarlo para rendir tributo a las divas de antaño. Caro también interpela a la muerte y arrebata del olvido a esas mujeronas del Hollywood dorado para hacerlas ADN propio y darle su sello. Es así como al momento de caminar en la Ball organizada por House of Banks se hizo presente angelada por una Rita Hayworth y participó en Realness. Este hecho convierte toda su fineza y elegancia en un acto estético y político, que ese cispassing (ese “pasar” por persona cis) se denuncie como herramienta de supervivencia del colectivo y que cuando termine el show en tu cabeza te hagas mil preguntas sobre las vidas travestis, trans y no binarias. Carolina Miró Glorieta Milán es un manifiesto.
 

Pero desde mucho antes de la escena ballroom el actuar es parte de su vida. En el teatro, en los eventos de poesía y hasta en el cine ella pone el cuerpo a la interpretación. En 2019 participó en la película Yo, Adolescente dirigida por Lucas Santa Ana y basada en el libro de Zabo interpretando a Flor, una piba cis. Ahora también es parte de una serie en la TV Pública en la que se pone en la piel de otra mujer cis pero además embarazada. Y mientras hablamos los portales de noticias de espectáculo la nombran porque ya está en rodaje "Buenos Chicos" la nueva serie de Pol-Ka en la que Caro interpretará un rol travesti trans. De nuevo, su pisada en todo lo que hace arte y activismo.

Habla de la presión, de sentirse observada y se pregunta si tiene las herramientas para tanta exposición a veces. “Estoy haciendo las cosas que siempre quise hacer. Estoy generando las posibilidades que yo quería y con las que soñaba cuando era más chica y estoy inspirando a un montón de personas”, comparte.
 

Desde su primer libro Pendeja, diario de una adolescente trans, pasando por la serie documental que condujo para Canal Encuentro llamada No Binario, yéndola a ver al teatro, encontrándola en Netflix en Yo, Adolescente, en televisión cuando estrene la próxima tira de Adrián Suar, o al momento de verla caminar como la diva que es durante algún Ballroom siempre habrá una Caro que no solo nos emocione sino también que celebre la fuerza y visibilidad travesti trans. Su viaje es real, adrenalínico y siempre tiende una mano para repensarnos como sociedad. Frente a las parcas y los cronos ella enfrenta las normas para sanar pasados, construir presentes y bienvenir futuros.