Viedma, la capital que no fue                          6 puntos

Argentina, 2023

Dirección y guion: Jorge Leandro Colás.

Duración: 78 minutos.

Estreno exclusivamente en Cine Gaumont.

Desde el estreno en 2008 de su opera prima, Parador Retiro, Jorge Leandro Colás viene sumando regularmente títulos a una filmografía que, con apenas un par de excepciones, se aferra al universo de lo real. El 24° Bafici, que acaba de terminar hace algunos días, presentó no uno sino dos documentales que llevan la firma del realizador. Por un lado, Los médicos de Nietzsche, que formó parte de la Competencia Oficial Argentina; por el otro, Viedma, la capital que no fue, presentada en funciones especiales en calidad de preestreno pocos días antes del lanzamiento comercial. Como su título lo indica, claramente y sin vueltas, el realizador se propone contar la historia de una epopeya anunciada pero nunca concretada: el traslado de la Capital Federal desde Buenos Aires hacia Viedma (también Carmen de Patagones y Guardia Mitre, aunque esos dos parajes no suelen recordarse ni nombrarse). Con ese objetivo, la película recorre un momento en la historia del país en el cual las algarabías y esperanzas del regreso a la democracia comenzaban a ser horadadas por la crisis económica y otros conflictos de orden social y político (una de las entrevistadas recuerda la Ley de Punto Final como un mojón importante del comienzo de la decepción).

De corte más tradicional que otros documentales de Colás, como los notables Los pibes y La visita, Viedma… entrelaza imágenes de archivo nacionales y locales con los recuerdos desde el presente de aquellos que, de una u otra manera, participaron en el proyecto. La cronología comienza con una filtración a la prensa, cuando el proyecto aún era un secreto. El periodista en cuestión, en aquellos tiempos corresponsal de Clarín en la zona, rememora las emociones de la primicia, obtenida como suele ocurrir en estos casos en alguna reunión social donde cierta lengua se soltó demasiado. De allí en más, el anuncio oficial. Las palabras de Raúl Alfonsín: crecer hacia el sur, hacia el mar, hacia el frío. Y el comienzo de los movimientos, la excitación, las posibilidades a futuro, las visitas. Un puñado de arquitectos reflexiona sobre el proyecto urbanístico y un detallado mapa acerca la utopía a la cartografía: entre bloques grises y blancos se anticipa que, para el año 2025, la población del lugar rozará el medio millón de habitantes. Sueños, fantasías, ideales que no tardarían en chocar contra el duro muro de la realidad.

El exgobernador de Río Negro y otrora a presidente por la UCR Horacio Massaccesi define el lapso de carta blanca para cualquier gobierno, de unos seis o siete meses (“a partir de ahí hay que hacer como el cowboy, dormir con un ojo abierto”, afirma), y esa participación a cámara hace las veces de bisagra en el relato. La paralización de las obras que ya estaban en marcha, las visitas cada vez más infrecuentes del poder central, el comienzo del fin de un proyecto cuyo decreto, sin embargo, nunca fue derogado, como afirma una placa al final de la proyección. La población de trabajadores de la construcción que quedaron varados en el lugar, conformando nuevos barrios donde antes no los había, y los problemas de infraestructura que ello trajo aparejado por falta de previsión, el recuerdo de aquellos que estuvieron a punto de ser expropiados para dar paso a las obras, el cambio de época que se venía, aunque nadie lo imaginara: el enroque de la edificación faraónica por el desguace del Estado. Con lujo de detalles y la atención puesta en lo macro y lo micro, Colás retrata sobriamente y sin subrayados la historia de un fracaso argentino.