Las legendarias Galerías Pacífico levantadas a fines del siglo XIX mirando hacia un aspiracional Bon Marché parisino, supieron ser la primera sede del Museo Nacional de Bellas Artes y alojan, desde 1992, al Centro Cultural Borges. Después de veinte años de administración privada, el Ministerio de Cultura recuperó en 2022 su gestión y programación. Con el objetivo de abrirlo a un público general que supere al habitué, propone, no sólo una entrada libre y gratuita, sino un programa de recorridos que apuntan a mostrar la diversidad cultural.
El Borges trae un poco de las calles al Centro y en este proceso de incorporar lo externo inevitablemente lo transforma. A su vez, las voces de la calle se cuelan en las paredes en búsqueda de un otrx, en este intercambio encontramos la muestra de arte gráfico Las herramientas existen en los gestos de aquello que vuelven posible.
Colectivas y organizadas
Las curadoras Guillermina Mongan, Alicia Valente y Leticia Barbeito convocaron a ocho agrupaciones que, por medio de estrategias gráficas y un modo de producción comunitario, abordan problemáticas que enfrentan diariamente: la discriminación por cuestiones de género, orientación sexual, color de piel y nacionalidad son alguno de los “obstáculos” cotidianos que denuncian, transparentando que en realidad responden a un sistema de organización heteropatriarcal y racista. Muchas de las consignas que se exhiben, han recorrido marchas en forma de pancartas o ya forman parte de los muros de la ciudad después de una pegatina colectiva. Más y más colectivas artísticas organizadas que se expanden de manera reversible de la calle a los interiores, las estrategias son muchas y las proclamas y consignas versan casi en lo pedagógico: enseñar que tienen derecho a la autonomía de sus cuerpos, a autoproclamar el orgullo a tener cuerpos no hegemónicos, ser marrones, gordes y no encajar en las expectativas del resto.
Aquí, el grabado, el fanzine, la instalación y la performance son herramientas cuyo propósito es indiferente a las categorías de obra, porque su objetivo principal es por un lado el acto de producción y por otro, que la consecuencia de su enunciación pueda alcanzar a otrx. Y aunque el contexto edilicio confiera a estas producciones el carácter de “obra artística”, no es este el fin que persiguen, sino precisamente subrayar el proceso, la práctica colectiva, el debate, la puesta en común, las voces múltiples.
La imagen gráfica con su capacidad de reproducción masiva tiene una gran tradición ligada a la imagen política. En los años 20 y 30 la agrupación Artistas del pueblo, retrataba las clases populares y sus reivindicaciones. Salían de los circuitos tradicionales, ilustraban revistas de izquierda y exhibían en asociaciones barriales y clubes.
El grabado, desprovisto del aura divina que posee aquella obra única y original, fue desde un comienzo corrido de las ligas mayores del arte hacia los márgenes con la denominación de arte menor o artesanía, pero se ocupó de defender su lugar a los codazos con los ABC del respeto riguroso a la técnica.
A lo largo del siglo XX y el actual, las estrategias gráficas se han ido acrecentando y diversificando, más lejos de las preocupaciones técnicas, pero acompañando las reivindicaciones contemporáneas de una cultura visual cada vez más dominante.
La muestra Las herramientas existen en los gestos de aquello que vuelven posible está organizada en tres espacios: Sala galería, Vidriera y Sala Norah Borges. En la galería Caput, la agrupación que visibiliza la historia de la lucha de las mujeres chilenas en lo que se llamó la huelga de las cocinas apagadas de 1941, y rectifica que lejos de haber sido utilizadas por los obreros realizaron una acción colectiva impulsada por ellas mismas. También Identidad marrón “un colectivo conformado por personas marrones descendientes de indígenas, campesinos y migrantes internos o internacionales que lucha para visibilizar el racismo contra nuestras existencias en Argentina y Latinoamérica”. Por último, la gráfica La voz de la mujer de la Asamblea de Mujeres del MTD Lucha y Libertad, que desde 2015 es un emprendimiento productivo, exhiben grabados sobre tela y bordados que expresan las luchas de las mujeres migrantes.
No estamos todes
Si rodeamos la galería en búsqueda de una sucesión de bienes de consumo, nos encontramos con algo que no es para el consumo habitual: la intervención de una de las vidrieras de la calle Viamonte con una instalación de delantales de trabajo del colectivo tucumano La Lola Mora, las trabajadoras de arte que desde 2018 se organizan para señalar la desigualdad de género en el campo artístico.
La vidriera cambia mes a mes, en abril fue intervenida por Benteveo, una cooperativa gráfica de La Plata que fusionó grabado, ilustraciones, serigrafías, pegatinas para componer un montaje con frases “nadie nace hetero”, “nosotres estamos acá, “vivo como me percibo” y sobre el vidrio en esténcil la contundente frase “No estamos todes” para intervenir el espacio público y cuyo registro fílmico está en las redes del Borges. En mayo será intervenida por la agrupación rosarina Thigra de las artistas Ximena Pereyra, Silvina Amoy y Marina Montivero.
En la sala Norah Borges se destinó para las activaciones, participaron el Comité Fanzinerxs organizades en diálogo y Estampa Feminista + Rescatá la tanga, el 5 de mayo habrá una Acción performática en la vidriera, a cargo del colectivo Thigra y el 19 de mayo una acción serigráfica a cargo de Serigrafistas queer + Asamblea coordinada por las curadoras.
El arte gráfico con todos sus recursos está más vivo que nunca y convive la automatización de la técnica con la vuelta a sus elementos más básicos. En una marcha una pequeña mesa un rodillo tinta papel y una cuchara son suficientes para juntarse e imprimir la lucha, el objetivo de la obra regalada, intercambiada, es multiplicar el mensaje.