En Tapalqué, sobre tierras del Estado en desuso, un grupo de familias de la Unión de Trabajadores de la Tierra comenzó a producir verduras agroecológicas. Eso permite a la ciudad abastecerse de hortalizas frescas, cosechadas en la zona. Tapalqué no las tenía. Las verduras que consumían los hogares debían ser llevadas hasta allí desde los mercados centrales de Buenos Aires y Mar del Plata, con un viaje de más de 300 kilómetros que encarecía los precios.
Corregir esa falta podrá ser la más lógica de las medidas, pero necesitó de una decisión política jugada, porque implicó nada menos que la creación de una colonia. El Estado nacional cedió tierras, 9 hectáreas que le fueron entregadas en comodato por 15 años a la municipalidad. El gobierno local a su vez firmó un convenio con los quinteros de la UTT, que se mudaron a vivir allá.
Una iniciativa no necesariamente bienvenida, como mostró el reciente conflicto en Chapadmalal, donde hubo vecinos que se opusieron y denunciaron “usurpación” y “toma de tierras” ante a un proyecto del mismo tipo.
Qué decir de los riesgos que suponía llevar a una localidad de la Pampa Húmeda a familias del conurbano, ¡familias bolivianas!
“Para una parte de la población, por más explicaciones y argumentación que demos, siempre vamos a ser negros de la villa”, apuntan en la UTT. Y ¿qué hay de la alteración que supone dar a los más pobres un pedazo de las tierras más productivas del país?
La hectárea por acá no sólo vale oro, sino que un orden invisible asigna su destino; un orden que no está sometido a votación. Cada metro cuadrado se dedica a la soja o la cría de ganado. Tapalqué es, en ese sentido, el corazón del modelo agroexportador.
Planificación
“Esta es una de las políticas públicas que proponemos desde la UTT”, dice Agustín Suárez, referente de esa organización, mientras la camioneta avanza por la ruta.
Cuenta que la creación de la colonia llevó cuatro años y que hubo mucha fuerza de voluntad puesta en lograr este destino. Para la UTT significó una inversión de recursos humanos y económicos: darse una estrategia de trabajo de cara a la comunidad y poner mucho en la adecuación del predio, porque frente a los imprevistos del clima tuvieron que implementar mejoras, un pozo para tener agua, una bomba, un sistema de riego artificial; y conseguir fondos para cada una de estas cosas.
“Estas quintas se armaron con mucho voluntarismo; lo que queremos es que las próximas salgan por impulso de una política pública”, agrega Suárez. Quiere decir que la colonia agroecológica es un modelo, un ejemplo que buscará ser llevado a otras localidades, prender en otras intendencias.
Porque la UTT es una organización de productores sin tierra. Los quinteros las alquilan o acceden a ella mediante instituciones que vienen del fondo de la historia colonial: son jornaleros o medieros. “Lo que define al sector es la autoexplotación, que se deriva de no ser dueño de la tierra. Para poder pagar los alquileres se trabaja en condiciones que recuerdan la esclavitud y se vive en condiciones peores que en la villa, sin agua potable, sin electricidad, sin hospital, sin escuelas”.
¿Por qué en Tapalqué?
No más entrar a la ciudad de Tapalqué se ve un Frigorífico Municipal, abierto por la intendencia en 2013. También es del Estado el peladero de pollos (2015), y la Usina Láctea, creada por la intendencia en el 2000, a partir de los planes Jefes de Hogar, y hoy concesionada a una cooperativa. El cine es municipal, también los es el Hotel, que gestiona otra cooperativa formada por jóvenes, y la sala de extracción de miel. En estos días se agregó un complejo termal -aún en construcción- que activará la llegada del turismo.
En fin: un conjunto que impresiona. Acá Javier Milei moriría de un ataque al hígado.
El intendente Gustavo Cocconi, peronista, le echa la culpa al modelo: la concentración económica, el agronegocio, la producción destinada a exportar, no derrama. A Tapalqué, rodeada de riqueza, le faltaban puestos de trabajo. Y a eso se debe que tantas actividades hayan requerido de la intervención del estado.
Todo lo no rentable para el mercado fue recuperado por el municipio, y lo que no existía fue promovido con el fin de sostener el empleo.
La creación de la colonia, propuesta por la UTT, empalmó a través de esa historia propia de Tapalqué con el núcleo kirchnerista del peronismo bonaerense.
“Un caso testigo”
A la inauguración de la colonia concurrió una parte del gabinete de Axel Kicillof, como los ministros Andrés Larroque (Desarrollo de la Comunidad), Javier Rodríguez (Desarrollo Agrario) y el subsecretario de Hábitat, Rubén Pascolini. Desde el Estado Nacional participó Matías Federici, director de Asuntos Comunitarios de la Agencia Administración de Bienes del Estado, que dió en comodato las 9 hectáreas donde se levantó la colonia. También estuvo el intendente de Ensenada, Mario Secco.
En el acto de inauguración las familias recibieron las llaves de sus nuevas casas. “Esto es un caso testigo para nosotros”, dijo Federici, de la Aabe.
“¿Qué capital vendría a invertir en viviendas o en agroecología?” se preguntó a su vez Andrés Larroque, que recordó que “el Estado per se tampoco lo hace: lo hacen los gobiernos con determinadas convicciones políticas”.
Los colonos
“Yo no quería venir”, confesará Juvenal Ordóñez poco después. El quintero de la UTT dice que no sabe por qué. O sí: “Tenía que dejar a mis amigos, los partidos de fútbol. No es fácil dejar el lugar donde se vivió por 30 años”.
Juvenal nació en Tarija, ya había pasado por una primera migración en el ‘91, así que dejar las afueras de Mar del Plata para venir a Tapalqué fue su segundo desarraigo. En los primeros meses, de cara al campo abierto de la pampa le preguntaba a su mujer: “¿Qué vamos a hacer en este pueblo donde no hay nada?”. Se sentía ajeno.
Tapalqué tenía su club de fútbol y con el correr de los días Juvenal se acercó, dió varias vueltas y finalmente se puso la camiseta, para alivio de Lucila. Había sido ella la que insistió en venir, la que puso su número en el sorteo -las familias de la colonia fueron definidas así, porque había muchos interesados- y los trajo, a Juvenal y un hijo adolescente.
Lucila dice que estuvo segura de traerlo “por un tema de salud”: “Se estaba enfermando para pagar el alquiler”. Llegaron a pedirles 5 mil dólares semestrales por 5 hectáreas, a pagar no en pesos sino con billetes estadounidenses. Por eso trabajaban desde la madrugada, en el lote alquilado, para pasar a la tarde a trabajar para otros quinteros.
Ahora están a cargo de dos hectáreas en la que siembran acelga, lechuga, aromáticas, en fin: todo lo de la huerta. Y frutillas. Lucila las ofrece. Son tan rojas y dulces como podía esperarse.
Sequía, piedras y el bicho moro
El comodato les sacó de encima el alquiler. Sin embargo, Lucila cuenta que los esperaban otras desgracias. La sequía, por supuesto. Luego, a cuatro meses de llegar, la piedra les rompió todo y tuvieron que volver a empezar desde cero. Necesitaron que la UTT les diera semillas en préstamo.
“La gente desconfiaba de que fuera producción agroecológica, así que nos llevó tiempo empezar a tener ventas”. Y en el verano apareció el bicho moro, que se come las hojas. “No lo conocíamos y tuvimos que encontrar conectándonos con otros compañeros qué preparado agroecológico podía ahuyentarlo”.
En esos meses difíciles, ella buscó trabajo limpiando casas, mientras Juvenal sacaba adelante la quinta. Les pasaron otras cosas: una solicitada de la oposición más conservadora, anclada en el radicalismo y el PRO, acusó a la intendencia de hacer casas para gente que venía de afuera y no para los tapalquenses. Más tarde, otro sector opositor les sacó fotos y denunció que vivían en condiciones infrahumanas -aún no estaban terminadas sus casas y residían en un vagón-. Y atravesaban el proceso de integración de la propia Colonia, en la que algunos vienen de Mar del Plata y otros de Florencio Varela.
Este sábado, finalmente, todo parece mejor encaminado. Los colonos reciben las llaves de sus casas, los surcos tienen riego artificial y en la estación, donde todos los sábados ponen su puesto de venta, los vecinos de Tapalqué hacen colas para comprar las verduras agroecológicas. Los conflictos seguramente están, pero sin llegar a mayores.
Otros proyectos esperan seguir el mismo camino en otras localidades bonaerenses como Castelli, Mercedes y Cañuelas (en este caso sobre un predio sindical, del Smata).
Son proyectos que van acompañados de la recuperación de derechos de los trabajadores de la tierra, que por primera vez desde la creación de la primer colonia -en Jáuregui, Luján nacida en un ya lejano 2015 por la fuerza de una toma-, este año se tomaron vacaciones pagas. A tener un techo, un piso de protecciones frente a los imprevistos, ingresos para sacar la cabeza de abajo del agua van sumando así ese derecho escaso en nuestros días, el del tiempo libre. Qué hacer con el ocio también puede ser un motivo para nuevos problemas: pero ese, en todo caso, es tema de otra nota.