Todas las crisis que se han venido anunciando -y que no ocurren- son parte de una misma estrategia que, entre otros objetivos, busca generar el mayor escepticismo y la mayor sensación de asfixia posibles, para intentar allanar el camino de regreso del neoliberalismo recargado. Esta búsqueda de hacer creer que “todo está mal” ya se registró antes de diciembre de 2015, cuando se mostraba el cartel de la inflación “Congreso” (24,9 por ciento interanual en octubre, antes del ballotage) como algo terrible. Y ya sabemos que lo que siguió entre 2015 y 2019 tuvo consecuencias nefastas.
En este marco, el Gobierno ha logrado neutralizar una nueva corrida cambiaria, que no ha tenido más razones que no sean la especulación y la acción deliberada para tratar de desestabilizar.
En el comunicado posterior a la reciente reunión de los principales dirigentes de Juntos por el Cambio (JxC) se sostiene que ante la “gran incertidumbre, queremos llevar la tranquilidad de que la principal fuerza de oposición actúa y actuará con responsabilidad frente a la grave situación económica” y se insta a que “la administración actual asuma su responsabilidad de gobernar sin agravar los problemas”. ¿Fue en rigor un acto de responsabilidad hablar en términos de “bomba de la deuda” en pesos, o tratar de evitar que el FMI adelante desembolsos para mejorar las Reservas Internacionales? No parece ser el caso.
El espectro se ha corrido peligrosamente con el surgimiento de ideas aún más extremas, aunque todas ellas representan el mismo ajuste y la misma visión de la sociedad del “sálvese quien pueda”.
En materia de política económica, veamos por caso los planteos sobre la resolución del problema de la inflación. Los unos hablan de dinamitar el Banco Central, mientras que los otros dicen que van a solucionar el problema de la inflación con ajuste fiscal y autonomía plena de la autoridad monetaria.
En definitiva, la solución que plantean es que caiga fuertemente la actividad y se genere un importante desempleo, para que a partir de ello empiece a desacelerarse el aumento de los precios.
Es lo que dice por ejemplo el presidente de la FED, Jerome Powell, cuando expresa que “restaurar la estabilidad de precios cuando la inflación es alta puede requerir medidas que no son populares a corto plazo, ya que elevamos las tasas de interés para desacelerar la economía”. También afirma que “la ausencia de un control político directo sobre nuestras decisiones nos permite tomar estas medidas necesarias sin considerar los factores políticos de corto plazo”.
En contraposición, en un artículo de opinión, el nobel Paul Krugman señaló que la culpa de la suba de la inflación norteamericana no es la espiral de precios y salarios que plantean los manuales ortodoxos (una situación en la que las empresas suben los precios para reflejar el aumento de los costos laborales, y así sucesivamente). Por su parte, Lael Brainard, economista jefa de la administración Biden, expresó: “algunas empresas suben los precios más de lo que suben sus costos”. Es hablar de puja distributiva sin decirlo expresamente.
Siguiendo la huella de la formación de precios, recientemente el FMI reconoció no haber encontrado pruebas de que se estén desarrollando espirales de precios y salarios en una serie de países analizados. A pesar de ello, insiste en todas partes con las políticas de ajuste.
En el discurso que brindó en La Plata, la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner señaló que la concentración es un fenómeno global y que existe “una estructura en la República Argentina en materia de conformación de precios que dista mucho de lo que dicen las teorías liberales”. Al respecto, dio el dato de que el 74 por ciento de la facturación de los productos de la góndola está en manos de 20 empresas, lo que explica en gran medida el fenómeno de la inflación. Luego afirmó: “¿A quién le van a hacer creer los políticos hoy, cualquiera sea el origen, la idea, que van a poder controlar lo que hace el poder económico concentrado, y que van a solucionar los problemas de los argentinos, en este estado de cosas”. En este marco de puja distributiva e intereses contrapuestos no existen las soluciones mágicas, tal como nos quieren hacer creer.
Atravesamos una coyuntura compleja, pero no por ello se debe cometer el error de elegir una alternativa con la que la vamos a pasar muy pero muy mal, y de la que será cada vez más difícil volver atrás. Al contrario, lo que se precisa es profundizar el actual rumbo. Por eso hay que avanzar en la acumulación de las fuerzas que posibiliten, entre otras prioridades, tener las mayorías en el Parlamento para avanzar con las políticas necesarias para lograr un crecimiento con equidad distributiva.
* Diputado Nacional del Frente de Todos. Presidente del Partido Solidario.