Vale un Perú

Como con muchas otras cosas, la culpa la tuvo Fidel. Fue la revolución cubana, liderada por el barbudo Castro, la que hizo que Baldomero Pestana se quedase en Lima, una escala que se extendió durante una década. El fotógrafo de origen gallego, pero que habia aprendido los gajes de su futuro oficio en Buenos Aires –originalmente supo ser sastre–, había decidido huir de los vientos de cambio que soplaban en la capital argentina subiéndose, junto a su mujer Velia, a un barco originalmente con destino a Cuba. Pero, una vez en la capital peruana, logró instalarse rápidamente en el medio local gracias a la ayuda del escritor y activista político Esteban Pavletich, director del diario oficial El peruano. Ahí es donde comienza Pestana a reunir su colección personal de retratos de figuras de la élite cultural, artística y política peruana, que continuó al mudarse a París, una década mas tarde. Martín Adán, Ciro Alegría, José María Arguedas. Julio Ramón Ribeyro, Bryce Etchenique, Vargas Llosa, Blanca Varela y Manuel Scorza, entre otros, posaron para el lente de este fotógrafo que se ganó –y muy bien, según decía– el pan de cada día con la publicidad, mientras que en sus ratos libres se dedicaba a estas sesiones. Una práctica que continuó en la capital francesa, ampliando su colección casi secreta con pintores como Rafael Hastings o Alfredo Ruiz Rojas. Como Pestana realizaba estos retratos por cuenta propia, los pocos de ellos que salieron a la luz fueron obsequios del fotógrafo a sus modelos, y se hicieron conocidos sin estar asociados a su nombre. Recién en 2015, con la muestra Retratos peruanos, Pestana finalmente se ganó su merecido lugar en la historia cultural local. El hermoso volumen que testimonia aquella exhibición y que recuperó su trabajo de años tiene su lugar en la Feria del Libro porteña. Se lo encuentra en el puesto del Ministerio de Cultura de Perú, stand 1712, Pabellón Amarillo. 

Monerías

“Comerse una obra de arte también es parte de la obra de arte”, razonó un estudiante de Corea del Sur. Y a continuación se zampó una banana que era parte de la instalación “Comedian” del artista italiano Maurizio Cattelan. De hecho, la obra consistía en un plátano pegado con cinta adhesiva a una pared en el Museo de Arte Leeum de Seúl. En videos publicados online se pueden escuchar gritos cuando el chico, llamado Noh Huyn-soo, quita la fruta de la pared. Él no responde y comienza a comer mientras la habitación se queda en silencio durante una suerte de respuesta performática, que no dura más de un minuto. Más tarde, Noh dijo a los medios locales que, justamente, veía el trabajo de Cattelan como una rebelión contra cierta autoridad. “Podría haber otra rebelión contra la rebelión”, aseguró. Cuando se le informó sobre el incidente, Cattelan dijo “no hay problemas”y el museo aseguró que no tomará represalias. De hecho, la banana en cuestión se reemplaza cada dos o tres días. Esta no es la primera vez que alguien decide hacer su aporte a la propuesta del italiano. En 2019, el artista David Datuna sacó el plátano de la pared después de que la obra de arte se vendiera por 120 mil dólares en Art Basel en Miami. Y mucho antes, en 1967, un tal Andy Warhol había decidido estampar una banana en la portada del disco de la Velvet Underground que la historia del arte no devoró sino que entroniza hasta hoy.

La hélice oculta

Hace setenta años, la revista Nature publicó un artículo sobre el descubrimiento de la doble hélice de ADN donde se omitía el nombre de una de las integrantes del equipo científico que finalmente se llevó el Nobel en 1962: Rosalind Franklin. Había fallecido en 1958, con 37 años, y quedó marginada durante décadas de la historia oficial de uno de los grandes logros de la ciencia en el siglo XX. Ahora, la misma revista le rinde homenaje al descubrimiento con un artículo que reivindica la contribución de Franklin y la pone al mismo nivel que las de Francis Crick, Maurice Wilkins y James Watson. En verdad, la importancia de la científica ya había sido reconocida en 2003, cuando se cumplieron 50 años del descubrimiento. Los autores del nuevo artículo en Nature, el historiador de la medicina Nathaniel Comfort y el zoólogo Matthew Cobb, lamentan que junto con esa popularización se extendiera una versión de la historia que ahora tratan de desmontar. De entrada, desmitifican la relevancia de la Fotografía 51, que simboliza tanto la gran aportación de Franklin como las injusticias y desprecios cometidos contra ella. Los autores del nuevo artículo aclaran que todos los implicados en la historia “sabían que era imposible deducir ninguna estructura precisa de una sola imagen”. Lo que sí sucedió, según Comfort y Cobb, es que Franklin fue la primera de los cuatro co-descubridores de la doble hélice que se dio cuenta de que en las moléculas de ADN había “grandes hélices con varias cadenas”.

Sino Sara hoy, Sara mañana

Marilyn Monroe, Madonna, Beyoncé y todas las estrellas que han hecho de sí mismas un culto tienen un antecesora: Sara Bernhardt. Esta pionera del teatro francés era una de las mujeres más famosas del mundo en el momento de su muerte en 1923, un estatus que le debía no sólo a su talento como actriz sino también a su moderno instinto de autopublicitarse y usar la prensa para enaltecer su imagen. Un siglo después, el museo Petit Palais de París inaugura una exposición sobre esta diva iconoclasta, rebelde y bisexual, conocida como “La Divine”, a quien muchos consideran la primera celebridad del mundo. Et la femme créa la star es el nombre de la muestra que se puede visitar hasta fines de agosto. Allí se reúnen 400 objetos entre obras de arte, fotos, vestuario y memorabilia, que buscan revelar el modo en que la actriz se convirtió en mito. “Ella fue una de las primeras celebridades: empresaria, ícono de la moda, escultora, directora de teatro, visionaria, cortesana. Empujó los límites de género. Al autopublicitarse, allanó el camino para muchas, incluidas Marilyn, Greta Garbo, Madonna, Lady Gaga y Beyoncé”, afirmó Stephanie Cantarutti, curadora de la exposición. Et la femme créa la star atraviesa desde los inicios de Bernhardt en el escenario después de que Alexandre Dumas hijo la llevase a la Comedie Francaise, hasta sus papeles más famosos como Juana de Arco, Fedra y Cleopatra, deslumbrando al mundo entero y ganándose un lugar en el star system de Estado Unidos. Pero lejos de ser condescendiente, Sarah redobló la apuesta. “Dijo que los papeles dados a las mujeres no eran lo suficientemente interesantes y que no podía demostrar todo su talento interpretándolos, así que hizo muchos papeles masculinos”, dijo Cantarutti, y agregó que Bernhardt a menudo se fotografiaba con pantalones, cuando era ilegal que una mujer lo hiciera. Fue una de las primeras influencers, deslumbrando a Oscar Wilde, quien le escribió la obra de teatro Salomé en francés y la llamó “la incomparable”. Inspiró a Marcel Proust. Gustave Flaubert la visitó en su camerino, mientras que Mark Twain escribió: “Hay cinco tipos de actrices: malas actrices, buenas actrices, regulares, grandes actrices y Sarah Bernhardt”. El gótico se convirtió en su marca cuando adquirió un caimán bebé como mascota, a quien llamó Ali Gaga. Fue una suerte de coda luego de que se tomara fotos durmiendo en un ataúd acolchado y soltara el chisme de que ese era su modo preferido de descansar por las noches.