Existen varias versiones sobre el cuento el Flautista de Hamelin. Una versión dice que la ciudad de Hamelin contrató  a un joven para alejar a los roedores, conduciéndolos hacia un precipicio. Cumplido su objetivo, reclamó el pago por sus servicios. El alcalde se negó a pagarle y el flautista, como venganza, tocó una melodía para que los niños del pueblo lo siguieran en fila. Al llegar a una cueva, los encerró. Así fue como le pagaron la deuda y los liberó. 

Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y Javier Milei tocan una melodía parecida: la del libre comercio. Con aires de conocedores de la historia económica mundial, afirman que los países centrales utilizaron desde siempre esa fórmula, y que la Argentina de hoy solo debería imitarlos. 

Yo sigo analizando estos temas mientras los charlo en distintas reuniones políticas de la provincia de Buenos Aires. Desmontar la melodía del libre comercio es una tarea ardua, pero ayuda mucho “La Tranquerita”, la parrilla de Salto en donde ya con la entrada de matambre casero, ensalada rusa y brutal empanada de carne, quedás hecho. Es más: el asado y las achuras deberían ser el postre. 

De casualidad, anda por aquí el economista egipcio Anwar Shaikh, que le recomienda a su colega Ha Joon Chang que le ponga menos chimichurri al asado. El coreano parece darle poca bolilla y le mete sin compasión chimi a la carne. Sé que ambos son economistas heterodoxos pero noto cierta tensión entre ellos. Cuando me acerco a la mesa, veo el motivo de la controversia: queda un solo chorizo. Les sugiero cortarlo estilo mariposa, dividirlo y transformarlo en choripán. Ya al primer mordisco la cara es de felicidad. Me agradecen, por el consejo y les pido ayuda con el asunto de los flautistas. Como estímulo encargo un flan con dulce de leche para cada uno.

--Mirá, Pablo, no hay evidencia empírica que respalde la relación entre liberalización comercial y crecimiento económico  --dice Shaikh--. Es más: no hay ejemplos de países que hayan logrado altas tasas de crecimiento y de exportaciones con las políticas de liberación general. Lo que esconden los economistas ortodoxos de los países centrales es que esos países recurrieron y recurren intensamente a la protección del comercio, subsidios, ignoraron las leyes de patentes, y solo defendieron el libre comercio, cuando fueron competitivos a nivel internacional. 

Allí mete bocado Ha Joon Chang y me dice:

--Fíjate Gran Bretaña. Recién se insertó en el libre comercio cuando pudo competir con la manufactura holandesa en el siglo XIX. Por eso EEUU criticó la predica librecambista de Inglaterra que a fin del siglo XIX decía que su protección comercial duraría todo el tiempo necesario. 

Me invitan un café, y luego se van a Colón, en la provincia de Buenos Aires. ,Les recomiendo cenar en un restaurante de comida Nikkei en Colon llamado “Milena”. Los  portobello con dados de pan tostado y los alcauciles fritos son dignos de ser devorados.

Ya solo, sigo repasando historia antes de entrarle a la actualidad. En general, los flautistas ponen como ejemplo del libre comercio en Argentina lo acontecido durante el modelo agroexportador. Poco parece importarles la asimetría de las relaciones comerciales de la época .La Argentina exportaba materia prima e importaba de Gran Bretaña, y luego de EEUU, productos con alto valor agregado. Hasta la Primera Guerra Mundial la Argentina-granja funcionó con Inglaterra. Luego, sobre todo después de la crisis del '29, el “libre comercio” se resquebrajó, tal vez para siempre. Inglaterra, endeudada con EEUU por los gastos de la Primera Guerra, y ante el temor de no poder controlar su sector externo, impulso el llamado “Tratado de Ottawa” (1932) firmado por los países del Comonwealth como Canadá, Australia, Nueva Zelanda e Irlanda, para restringir la importación de terceros países.

Esto dejaba a la Argentina sin acceso a su principal socio comercial. Julio Roca (h), vicepresidente de la Nación, fue enviado a intentar solucionar el conflicto. Para demostrar la predisposición argentina dijo: “Imagino que Gran Bretaña no va a dejar abandonada a la más bella de la corona…”. Bellísima declaración de amor colonial que precedió a las relaciones carnales de Carlos Menem. Y además, el pacto Roca-Runciman (1933) es la explícita demostración de la ausencia de la libertad de comercio.

Casi una década después, EEUU impidió que Argentina y el resto de América Latina, participaran como proveedoras en Europa de bienes en el marco del Plan Marshall.

O sea que los flautistas de hoy desentonan. 

Para hablar solo de los últimos años, tampoco entonan con el país que enuncian como modelo. Y esto vale para la "America First" de Donald Trump a Joe Biden con sus iniciativas de Reduction Inflation y Chips and Science Act. Un subsidio a empresarios que instalen en suelo norteamericano fábricas de microprocesadores y una subvención de 7500 dólares a cada estadounidense que compre vehículos electrónicos fabricados en y con componente estadounidenses. También todo esto es parte de la disputa con China y la lucha por el mercado de microprocesadores. De ahí el conflicto por Taiwán, principal productor mundial de chips.

Obviamente que China profundiza y profundizará una agresiva estrategia comercial, siguiendo sus propios objetivos, más allá o más acá del libre comercio. Estamos asistiendo, a una consolidación de procesos de relocalización productiva que le hacen jaque mate a la globalización. El mundo va a pasos agigantados a la consolidación de las naciones, con sus respectivos vectores nacionales.

Este cuadro comienza a tener impactó en términos estadísticos. El Banco Mundial en un informe del 27 de marzo de 2023 señala que “el límite de velocidad de la economía mundial caerá al nivel más bajo de las últimas tres décadas”. Entre otros factores destaca la caída de lo que llaman integración económica mundial.

La Organización Mundial de Comercio, al analizar el comercio mundial, señala en su informe del 5 de abril una caída superior a los promedios registrados en los últimos 12 años. La propia Kristalina Georgieva, directora del FMI, reconoció en enero en Davos que la economía global interconectada se estaba debilitando.

La vieja conocida en la Argentina Christine Lagarde (que antes fue la jefa del FMI y hoy es la directora del Banco Central Europeo) en su discurso de apertura la semana pasada ante el Consejo de Relaciones Exteriores de EEUU dijo: “Estamos presenciando una fragmentación del comercio global en bloques que compiten…”. Parece extrañar los '90 en donde según ella se expandió el comercio global y se profundizaron las cadenas de valor. 

Como se ve, el escenario de hoy es distinto. Tal vez sea momento de componer nuestra propia melodía, parados sobre nuestras rentas extraordinarias, y desde allí construir vectores de competitividad que estimulen el fortalecimiento del mercado interno y el impulso a una imprescindible política industrializadora. 

Para ello parece imprescindible, a esta altura, un pacto económico y social que, con la fortaleza de un poder político con legitimidad, le devuelva la esperanza a nuestro pueblo. Mis dos amigos, el egipcio y el coreano, prometieron ayuda a cambio de otra parrillada. La voy a aceptar. Si no, los flautistas nos llevarán al precipicio.