"Si se ase el pajero, vajalo" (sic), dijo la teniente Delgado a su compañero de armas Mario Sosa, dos de los 60 policías bonaerenses cuyos teléfonos serán entrecruzados en la causa que investiga la desaparición seguida de muerte de Facundo Astudillo Castro. Se refería a que si el joven de 22 años oponía alguna resistencia a su detención por circular sin permiso durante el aislamiento obligatorio por la pandemia SPO, el 30 de abril de 2020, había que llevarlo ("bajarlo") a la comisaría. Ninguno de los uniformados dio intervención al juzgado de turno luego de fotografiar su DNI y al propio Facundo de espaldas contra el patrullero que conducía Mario Sosa. Ellos aducen que no le tocaron ni un pelo y le dijeron que se volviera a su casa, pero su cuerpo sin vida apareció 107 días después, esquletizado e incompleto, en un cangrejal de Villarino Viejo. "Hoy el cielo llora quizas también pidiendo justicia, Nunca Más es esa frase que no supieron entender las fuerzas asesinas de un Estado ausente al que no le importan la vida de los pibes", dijo Cristina Castro desde Pedro Luro, al cumplirse tres años de la desaparición de su hijo.
El juez de la causa Walter López Da Silva autorizó el pedido de las querellas --la familia representada por los abogados Luciano Peretto y Leandro Aparicio, y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) con Margarita Jarque-- para que sea realizado el entrecruzamiento del contenido de más de 60 teléfonos policiales, no sólo de los cuatro que Facundo se cruzó en su camino aquel día a comienzos de la cuarentena, cuando salió a la ruta para ir hasta Bahía Blanca a dedo, al reencuentro de su novia, Daiana González. También serán analizados los de los uniformados de Pedro Luro y la UPPL (Unidad Policial de Prevención Local) de Bahía Blanca, y de Jorge Galarza, quien dijo haberlo visto en General Cerri cuando Facundo nunca habría avanzado más allá de Teniente Origone. El peritaje estará a cargo de la DATIP (Dirección de Investigaciones y Apoyo Tecnológico a la Investigación Penal), que depende de la Procuración General.
Esa medida había sido rechazada por la anterior jueza del caso, María Gabriela Marrón, por haber considerado que era "invasiva de la intimidad de los policías". Al apelar, las querellas dijeron que "está comprobada la vinculación que existe en el caso entre los agentes policiales de Villarino, Bahía Blanca y sus respectivas cúpulas, aunque no escapa a estas partes que la enunciación de los titulares de los celulares requeridos en secuestro expuestos en la resolución de la señora jueza puso en grave peligro la obtención de la información". Es decir, Marrón propició que los sospechosos tuvieran tiempo de borrar cualquier evidencia.
Pero algunos de estos mensajes ya habían trascendido, fueron publicados por Página/12 y otros medios, y son incriminatorios para los policías, los últimos que vieron con vida a Astudillo Castro: Sosa, Jana Curuhinca, Siomara Flores y Alberto González. En una de las conversaciones, el 3 de julio entre las 11.30 y las 11.39, Curuhinca le expresa su preocupación a Sosa de que los desafecten durante la investigación, a lo que Sosa le responde "no creo, que se dejen de joder". La mujer policía insiste: "Sí, por eso, pero como dice que tres testigos vieron como lo subíamos al patrullero en Burato y lo llevábamos eh y como lo hostigamos y toda esa cosa digo bue (...) yo preguntaba para no venirme ver el sogazo de golpe, estar alerta aunque sea para tomarme unas vacaciones jaja" (sic).
Finalmente Sosa le dice: “Bueno quedate tranqui Janita nadie sabe que fuimos nosotros, aparte es como dice el jefe nosotros hicimos nuestro trabajo”. Ambos revistaban en la comisaría de Mayor Buratovich y son quienes protagonizaron la primera detención de Facundo. Tanto ellos como los policías del siguiente pueblo, Teniente Origone, dijeron que lo dejaron seguir, que le hicieron la infracción por circular sin permiso en violación de la cuarentena, pero en mensajes rescatados en la investigación --el resto fue borrado por ellos mismos--, queda en evidencia que hasta dudaron del protocolo aplicado.
Cola de Ballena
El juez López Da Silva también accedió a la realización de un peritaje antropológico y con expertos en mareas para analizar el lugar donde apareció el cuerpo de Facundo, en la zona del cangrejal denominado Cola de Ballena, con miras a descartar la teoría del "accidente" que quedó instalada a través de un cuestionado informe presentado en la causa y que los fiscales calificaron como "trucho", donde se mencionaba que allí la profundidad del agua llegaba a los cuatro metros. "Cuando se les cayó la línea narco o que estaba con la novia buscaron instalar que se ahogó o que se suicidó", explicó una fuente judicial. Sin embargo, uno de los pescadores que encontró el cadáver declaró en la causa que recorre la zona desde hace treinta años y nunca el nivel supera los pocos centímetros, ni siquiera cuando hay sudestada. "No hay manera de empantanarse. Si te metés en el agua, en alguno de los canales que hay, tenés que avanzar 30 o 40 metros hacia adentro para empantanarte y, aún así, podés salir porque no te va a llegar más arriba que las rodillas. Es ilógico enterrarte y quedarte atrapado", dijo el testigo ante los fiscales Iara Silvestre y Horacio Azzolín.
"No hay policías imputados, la investigación debe avanzar porque está muy frenada, si los fiscales no piensan ir para adelante la querella comenzará a hacer las imputaciones contra los implicados", dijo a Página/12 el abogado Leandro Aparicio. Por su parte, la abogada Jarque apuntó su preocupación por la falta de avance de las denuncias presentadas por mal desempeño contra la jueza Marrón y el fiscal Santiago Ulpiano Martínez ante la Procuración y el Consejo de la Magistratura hace ya dos años.
En tanto, en otro expediente el fiscal Martínez pidió la detención del perito Marcos Herrero por el delito de falsa denuncia. Herrero encontró pertenencias de Facundo en la comisaría de Teniente Origone y en vehículos policiales. "Siguen operando", resumió Aparicio.
De hecho, Cristina Castro recibió un mensaje en su lugar de trabajo, la estación de servicio Shell de Luro. A finales de enero en el baño apareció un “dedo” similar al de un hombre. Fue en su horario de trabajo y justo el día de cumpleaños de otro de sus hijos.