En los stands de historieta de la Feria del Libro de Buenos Aires manda la cautela. Los motivos se entrecruzan. Por un lado, reconocen un comienzo de Feria marginalmente mejor al que esperaban, considerando la situación económica y la altura del mes. Por otro lado, en esta edición opera un factor simbólico fuerte, como la ausencia de algunos stands, el desmembramiento de otros y la falta de novedades potentes. Además, ganaron espacio las distribuidoras –especialmente las importadoras, que están saldando bastante material- en detrimento de los sellos locales.

Como en ediciones anteriores, el foco comiquero se asienta en el Pabellón Azul, que concentra la oferta más interesante, pero también las ausencias más notables. Por caso, ya no está el enorme stand que contra uno de los costados siempre tenía A4 Editora, que combinaba títulos propios con packs de stock a buen precio. El stand de NHA ahora está desmembrado: Comic.ar (224) presenta la mayor cantidad de títulos y variedad de sellos nacionales. Hotel de las Ideas (429), también exintegrante de ese colectivo, tiene stand propio con todo su catálogo, que suele pasear también por ferias internacionales. El bloque de ediciones nacionales del Pabellón Azul se completa con Quiosquito de Libros (109), que complementa su oferta con libros-álbum y libros ilustrados para infancias, y con Editorial Común (215), que comparte su pedacito de mundo con Juegos Maldón.

El resto del pabellón queda en manos de quienes distribuyen historieta extranjera, como OvniPress (309), que tiene a cargo licencias de DC Comics, Marvel y otros desde hace años. La distribuidora Plan-T (219) presenta material similar, pero lo complementa con un buen saldo de su stock, que incluye ofertas de Bleach y Ranma ½ por 900 pesos, de Garfield a 3.500 y liquidación de historietas de Marvel a tres ejemplares por mil pesos. No es la única del rubro que tiene una estrategia parecida. La Revistería (535) desembarcó esta edición con el foco puesto en el manga, bien lejos de las ofertas de europeos de años anteriores (que eran la gloria para los lectores de paladar amplio). Esta vez destacan los packs de oferta que van de los mil a los 5 mil pesos (como esos taikobons de City Hunter para nostálgicos).

Las otras son importadoras. Waldhuter (410) trae el catálogo de Astiberri y tiene joyas enormes con un precio a la par; la española Panini (522) ocupa el lugar que supieron disputarse Ivrea y Larp. Pero si la primera en 2023 no apareció por la Feria del Libro, la segunda hace años bajó la persiana. En el ambiente sus colegas aún se preguntan cómo “chocaron la calesita”. Es que tenían best-sellers imbatibles, como Naruto. Panini parece haber aprendido la lección de sus antecesores y además de un stand gigantesco, destaca con muchísimos metros cuadrados las aventuras del joven guerrero ninja.

Yendo hacia el Pabellón Verde se atisba al bardo de Astérix colgado en el stand de Libros del Zorzal (azul 720), con su batea de la colección del clásico francobelga. Pero apenas cruzada la frontera de colores se abre una nueva decepción para el comiquero. Es que los dos grandes grupos editoriales que ocupan buena parte del sector (Penguin House Mondadori y Grupo Planeta) apenas apuestan por el noveno arte. Penguin hace poco lanzó su “Distrito Manga”, pero si esos libros están en la Feria, Página/12 no pudo verlos y ciertamente no cuentan con ningún destaque. Planeta muestra algo de lo suyo –básicamente las licencias de Disney y Star Wars-, pero nada destacable. En los márgenes del evento, un editor nacional lamentaba la situación. “No comen ni dejan comer”, graficaba sobre títulos que no llegan al país, cuyos derechos ninguna de las grandes negocia con el circuito especializado.

Apenas Fondo de Cultura Económica (Verde 1023) tiene un sector dedicado a sus títulos, que incluye algo de Altuna, una novela gráfica sobre Salvador Allende y las bélicas de Hugo Pratt, reseñadas oportunamente en estas páginas. Donde sí hay bastante espacio en las bateas dedicado a la novela gráfica es en Latinbooks (verde 1321), que tiene una colección de larga data que adapta a las viñetas clásicos de la literatura universal y biografías varias.

El Pabellón Amarillo destaca por dos cosas. La primera, el stand compartido entre Comiks Debris e Historieta Revolver. Ambos ocupan uno de los espacios que Fundación El Libro cede anualmente a proyectos emergentes. El primero trajo su colección íntegra de historieta infantil y el otro aprovecha para presentar su nueva colección “Trouz”, más enfocada en la historieta de autor (que contrasta con la de “clásicos” más cercana a la estética-Columba del resto de su catálogo). El infaltable del Pabellón Amarillo es Ediciones de la Flor (1509). Lo sorprendente es que el sello de Kuki Miller sólo presenta formalmente dos novedades: el Quino Inédito (también celebrado oportunamente en este medio) y Ultra Zombis 2, de Javier Rovella. Bastante menos de lo que la editorial solía presentar cada año en la Feria.

Lo de De la Flor es sintomático. Si para ediciones anteriores todos los sellos, fuese cual fuese su escala, se apuraban para llegar a la Rural con títulos flamantes que atrajeran la mirada, en este prima el realismo: a las bateas llegan lo que permiten la disponibilidad de papel y la buena voluntad de las imprentas. Las editoriales más pequeñas tienen material recién publicado, pero que en general ya experimentó una campaña de preventa o apoyo de su núcleo duro de lectores (caso El animador, de Juanungo, por Hotel de las Ideas).

Así las cosas, para el comiquero fiel la Feria de este año supone más una excusa para rastrear números viejos que para acercarse a las novedades del sector. Para el público general, en cambio, sí es una mejor oportunidad, pues la Feria del Libro no deja de ser una mina de oro para quienes no suelen pisar una comiquería y, en cambio, tienen todavía un mundo dibujado por descubrir.