Las candidaturas de Cristina Kirchner a la Presidencia y de Máximo Kirchner a senador por la provincia de Buenos Aires fueron anunciadas casi como un hecho por las radios ayer a la mañana, pero no fue más que una versión muy potente que se disolvió a partir del mediodía. La presión por la definición de las candidaturas llegó a su clímax en un Frente de Todos que necesita recuperarse del fuerte desgaste que produce la inflación. Cristina no habló sobre candidaturas pero ha insistido en poner en el centro del malhumor al macrismo y la colosal deuda que tomó con el FMI. Sus propuestas sobre la renegociación de la deuda y las responsabilidades sobre sus consecuencias constituyen también una forma de interactuar con la gestión del ministro Sergio Massa ante el organismo financiero internacional.
La figura de Mauricio Macri resulta indefendible más allá de los ámbitos internos del PRO. La sociedad incorporó el recuerdo de una gestión calamitosa para la macroeconomía y para el bolsillo de la mayoría. Cuando los argentinos despotrican por los precios en el súper, el blanco principal es el Gobierno, pero la imagen de Macri y la deuda surgen a continuación.
Hay una confluencia de esa explicación casera por el drama de los precios que aumentan semana a semana y lo que sucede en la realidad. En este momento, el principal obstáculo del gobierno nacional para combatir la inflación lo constituyen las cláusulas restrictivas de los sucesivos acuerdos con el Fondo Monetario.
La actitud de las autoridades del Fondo es la misma que cuando Martín Guzmán hizo la primera negociación. En las declaraciones reconocen los problemas y su responsabilidad. Pero cuando van a los papeles, no hacen concesiones de fondo y, por las pocas que hacen, imponen cláusulas más restrictivas.
El organismo reconoció que la suma concedida a Macri era absolutamente irregular y por esa razón defenestró a Mauricio Claver Carone, el representante de Washington en el Fondo, y al ex director del Hemisferio Occidental del FMI Alejandro Werner. Y de la misma manera salió expedida la ex titular Christine Lagarde, de la que, según Macri, los argentinos deberían haberse “enamorado”.
De esa manera, el FMI defenestró a sus directivos, lo que fue una forma de reconocer su responsabilidad. Asumió su culpabilidad por el tremendo furcio financiero (desde el punto de vista técnico), pero no se hizo cargo del daño que ese préstamo produjo en Argentina. Si Argentina no pagara, el organismo se fundiría. Si realmente se hubiera hecho cargo de la violación de sus propios reglamentos, tendría que haber mostrado disposición para facilitar una salida al país perjudicado. La única concesión fue postergar los pagos cuatro años, pero con un mecanismo por el cual cada tres meses se le imponen metas de ajustes y recortes, con lo cual la economía no puede crecer y se hace más difícil juntar los dólares para pagar esa deuda criminal.
La sequía arruinó la producción del campo y el país perdió alrededor de 19 o 20 mil millones de dólares, con lo cual se puso en funcionamiento una corrida contra el dólar acompañada por la presión de exportadores y especuladores. Y todo llevó a más inflación. El ministro Massa planteó una nueva renegociación para que el Fondo adelantara 10 mil millones que restan del acuerdo inicial y postergara por un año las revisiones. Otra vez la misma escena: en el Fondo reconocen los problemas ocasionados por la sequía pero --inducidos por Washington, su socio mayoritario-- son duros al negociar.
Cristina Kirchner intervino en esa puja. Cuando ofreció su charla magistral en el Teatro Argentino de La Plata, propuso atar el pago de la deuda con el Fondo a un índice macroeconómico, como el superávit comercial, que facilite el pago sin perjudicar el proceso económico general. Como estaba negociado por Macri, era muy evidente que el préstamo del Fondo era impagable. Imposible pagar cuotas de hasta 19 mil millones de dólares anuales en cinco años.
Ese absurdo llevaba implícita la necesidad que tendría el gobierno que asumiera de entrar en una eterna renegociación de los pagos, con un eterno control de la economía por parte del FMI. Lo que planteó Cristina Kirchner en La Plata fue renegociar un acuerdo definitivo con cambios profundos que no impliquen subordinación ni dependencia.
Como si se tratara de defender los intereses del FMI, el diario Clarín entrevistó entonces al mexicano Alejandro Werner, el ex director que fue clave para la concesión del préstamo a Macri, al que se oponía gran parte de los integrantes del Fondo. También consultaron al argentino Claudio Loser, otro ex funcionario del FMI y quien asesoró a los fondos buitre para sus reclamos usurarios.
Clarín les dio entidad de técnicos asépticos a estos personajes que hicieron comentarios despectivos de la propuesta de la vicepresidenta. De hecho, todas las metas impuestas por el Fondo están atadas a índices macro como el déficit fiscal o el ritmo que debe tener el aumento de las reservas del Banco Central. La propuesta de Cristina es atarla a otro índice que no arruine el bolsillo de los argentinos, lo cual provocó la risa de Loser y Werner.
Cristina volvió a publicar un hilo de tuits con declaraciones del ex ministro de Hacienda del macrismo Nicolás Dujovne y del propio Mauricio Macri. El primero afirmó en esas declaraciones que recibieron de Cristina Kirchner un país muy desendeudado, lo que era una bendición para ellos ya que les dejaba un amplio margen para endeudarse. Y Macri reconoció que el préstamo del FMI fue “político” para respaldar su candidatura a la reelección y evitar que ganara el Frente de Todos. De la misma forma publicó declaraciones de Claver Carone y del ex titular del Banco Nación Carlos Melconian, que subrayaban el carácter político del préstamo.
Resulta obvio que las intervenciones de Cristina Kirchner no buscan un debate teórico sobre la deuda, sino que impactan en la escena política y en varios niveles. En primer lugar buscan reinstalar, en el corazón de la tormenta de malhumor de la sociedad, la responsabilidad del macrismo y, por otro lado, apuntan a llamar la atención del Fondo.
Tanto la posición de Massa en la negociación con el Fondo, como estas acciones de la vicepresidenta están consultadas y buscan interactuar. En el mismo sentido operan la reactivación de los swaps con yenes en el comercio con China, el pedido para que comiencen a desembolsar 500 millones de dólares para la construcción de dos represas y el proyecto de intercambio con Brasil sin usar dólares.
Se trata de comprar sin usar los dólares que Argentina no tiene. Pero también constituyen un llamado de atención al Fondo y a Estados Unidos.
Cuando Massa asumió del Ministerio de Economía, el Frente de Todos se tranquilizó en función de su casi segura candidatura si conseguía frenar el aumento de la carestía. Aunque frenó la corrida contra el peso, el salto que pegó el dólar se trasladará a los precios. La persistencia de la inflación debilitó la figura de Massa y apuró los tiempos de definición en el Frente de Todos.