Roma eterna, polifacética, donde arte y naturaleza se combinan a la perfección, con museos, muestras, conciertos, edificios que permiten “leer” la historia remota o reciente, donde el visitante tiene la posibilidad de armar diversos itinerarios para admirar las fuentes o las cúpulas, o largarse a andar por callecitas en pendiente, escalinatas y ruinas.
Roma es historia cultural en sentido amplio y profundo, historia del poder y del arte, de grandezas y crímenes, de esplendores, caídas y renacimientos
Pero no es solo pasado. Roma vibra, vive, cambia. Y más allá del Coliseo, la Fontana di Trevi, Piazza Navona o Villa Borghese y tantos otros imperdibles para quien llega por primera vez, están los barrios populares que se han ido transformando y que ahora ofrecen una “movida” nocturna con características interesantes. Uno de estos quartieri se llama San Lorenzo.
ENTRE ESTACIONES Entre los Muros Aurelianos a la altura de la Puerta Tiburtina y el histórico cementerio del Verano, el primero de Roma, San Lorenzo está ubicado no lejos de dos grandes estaciones ferroviarias, Termini y Tiburtina.
Este no es un dato menor, pues se enlaza la historia del barrio y la tragedia que lo golpeó durante la Segunda Guerra Mundial.
San Lorenzo toma su nombre de la homónima basílica papal fuori le mura, es decir, el templo elevado más allá del límite marcado por los muros de la ciudad, junto a la plaza del cementerio. La primitiva iglesia, que se remonta al siglo IV, fue construida por orden del emperador Constantino I sobre la tumba del mártir Lorenzo, perseguido y asesinado en el año 258, y también custodia los restos San Esteban, el primer mártir cristiano.
La zona se fue poblando a fines del siglo XIX luego del nacimiento del Reino de Italia en 1861 y de haberse establecido a Roma como su capital.
Al inicio, el quartiere di San Lorenzo alojó trabajadores recién llegados a la ciudad, en especial ferroviarios, obreros y pequeños artesanos. A estos grupos se debe la matriz popular y “roja” (de izquierda) del barrio, muy presente durante el siglo pasado.
BOMBARDEO Y MEMORIA La Plaza de San Lorenzo, donde hoy hay juegos infantiles, césped y árboles florecidos que hablan de vida, tiene, además, una hilera de luces a nivel del suelo que, de manera muy sobria, rinde homenaje a las víctimas del bombardeo estadounidense del 19 de julio de 1943.
A las 11.03 de ese día, 662 aviones arrojaron 4000 bombas en el barrio, dando muerte a unas 3000 personas y causando heridas a otras 11.000.
Sesenta años más tarde, en 2003, en este Parco dei Caduti se colocaron los nombres de 1674 víctimas comprobadas del ataque aliado, cuyo blanco era la terminal ferroviaria de carga mercaderías, el Scalo San Lorenzo.
Un sobreviviente, Gaetano Bordoni, hijo de un peluquero de hombres, estableció en el local una casa de la memoria. Asimismo, en algunos edificios no afectados por el bombardeo, los habitantes dedicaron imágenes a la Virgen para agradecerle “el milagro” que protegió, según ellos, la propia estructura. Todavía hay hoy, junto al portón de entrada de algunos edificios de departamentos, una pequeña urna siempre iluminada con la imagen de la Virgen, además de una inscripción que recuerda la fecha del bombardeo.
Días atrás, como todos los años, el barrio recordó la tragedia. “Estamos acá como cada año, para recordar lo sucedido el 19 de julio de 1943 cuando los aliados, tratando de interrumpir la línea ferroviaria de la terminal de San Lorenzo, bombardearon casas, escuelas y hospitales y causaron tantos muertos en lo que hoy podríamos llamar ‘daños colaterales’” resumió la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi. Luego destacó que el artículo 11 de la Constitución dice que “Italia repudia la guerra” y agregó que “lo debemos recordar siempre, pues la guerra aún existe en el resto del mundo y causa daños colaterales”. Y finalizó: “Tener la fuerza para decir que no, que nosotros repudiamos la guerra, es una manera de honrar a las personas muertas”.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, San Lorenzo mantuvo su perfil de barrio popular.
Asimismo, la Universidad de Estudios de Roma La Sapienza, construida a partir de 1933 por decisión de Benito Mussolini, con sus 20 hectáreas cercanas a San Lorenzo, un predio específico y separado del resto del barrio, le aportó y le aporta su marca juvenil, su animación y rebeldía.
En este sentido, San Lorenzo “es” el barrio universitario de la ciudad, con unos 150.000 inscriptos, que poco a poco se fueron instalando en los edificios pequeños y baratos que habían sido vivienda de obreros y artesanos.
Con el arribo de los estudiantes surgieron bares, pizzerías, pubs y restaurantes muy animados que en los últimos años se convirtieron en el eje de la “movida” nocturna, sobre todo alrededor de la Plaza de la Inmaculada, en el corazón del quartiere.
Música, charlas, birra: un “concentrado” cotidiano, para alegría de muchos y molestias de tranquilos vecinos. “Debajo de la ventana de mi dormitorio hay un bar que, en especial los viernes y sábados, está abierto hasta tarde y hacen tanto ruido que no dejan dormir”, se quejaba un señora que, sin embargo afirmaba que “jamás” se mudaría.
MUROS Y PUERTAS Caminar en una soleada mañana de primavera junto a los Muros Aurelianos es una experiencia emocionante. Ni túnel del tiempo ni teletransportación. No, algo más sutil, como sentir en el propio cuerpo el significado de la historia. Y, como plus de actualidad, descubrir cómo los problemas del siglo XXI están presentes también a pasos de la Porta Tiburtina, del siglo V antes de Cristo, pues advertimos una carpita azul bien instalada allí por algún sin techo del llamado “primer mundo”.
La Puerta, anterior a los Muros en los cuales se insertó luego, es un gran arco de mármol travertino hecho construir por el emperador Augusto para el paso de tres acueductos.
Por este fantástico arco atravesamos le Mura y ya en el barrio, cuyas calles llevan el nombre de antiguos pueblos itálicos como los Campani, los Lucani y los Etruschi, llegamos al corazón del quartiere, la iglesia de Santa Maria Inmaculada, con sus ladrillos y su campanario.
Iglesia, plaza y un pequeño mercado de frutos y verduras son el eje barrial diurno y de la vida nocturna. Negocios vintage, talleres de artesanías, pizzerías y pubs completan el cuadro vecinal, al que se suma el recuerdo de Pasolini y de Moravia, quienes frecuentaban el quartiere.
Para adentrarnos en el espíritu local, nada mejor que un cafecito o un helado en el Bar Marani en el largo degli Osci, o un aperitivo en La Taverna de San Lorenzo, frente al mercado. Y si tenemos una cocina disponible dejémonos tentar por este último y sus productos de estación, como i carciofi romani (alcauciles).
Y hay más, mucho más, como il Pastificio Cerere, la Birreria Wuhrer y la Vetreria (cristalería) Sciarra, testimonios de la arquitectura industrial de los primeros años del siglo XX, respectivamente transformados en un centro de arte contemporáneo, la sede de Psicología de la Universidad La Sapienza y la Facultad de Humanidades.
Otra visita interesante es la Villa Gentili-Dominici (siglo XVIII), ubicada entre los Muros Aurelianos y los arcos de tres acueductos, que incluye el paseo peatonal realizado sobre los propios muros, una especie de jardín colgante.
No lejos de San Lorenzo vale la pena conocer la espléndida Porta Maggiore, también en los Muros Aurelianos, punto de convergencia de ocho de los once acueductos que abastecían a Roma. Finalmente, a pocas cuadras del barrio atrae asimismo el enorme mercado de Piazza Vittorio, que ofrece todo tipo de productos alimentarios y también utensilios diversos y ropaz