La ley de Murphy aplicada al fútbol es infalible: “Todo lo que pueda salir mal, saldrá mal”. Si la Policía de la Ciudad diagrama un operativo como si arreara ganado en lugar de hinchas y no apela a un GPS del sentido común. Si de modo deliberado o por ineptitud sirve en bandeja el escenario para que ocurran graves disturbios. Si sus disparos con balas de goma salen todos en una misma dirección. Si la organización de la Copa Argentina –el torneo más inclusivo y federal del país– designa un estadio ubicado a 50 kilómetros de los clubes que van a jugar entre sí y hace décadas están divididos por una bronca barrial. Si los medios televisivos producen sentido sobre un cruce entre barrabravas que no fue tal e involucran a otra institución ajena al partido. Si además, el hecho ocurre en un año electoral. Y si las hipótesis de lo que pasó apuntan a oscuras razones políticas, todo, de manera inevitable, saldrá mal.

La violencia sobrevino el miércoles a la noche después de que Platense le ganara a Defensores de Belgrano en la cancha de Quilmes. De regreso por la avenida del Libertador, frente a la Ex ESMA y al club del Bajo Núñez. En 2018, muy cerca de ahí, antes del River-Boca por la segunda final frustrada de la Copa Libertadores, la Policía de la ciudad también falló de manera grosera. Aquella vez renunció su jefe político, el ministro de Seguridad de CABA, Martín Ocampo. Ni él ni sus subordinados previeron una emboscada a piedrazos contra el micro del plantel boquense.

En esta ocasión, Eugenio Burzaco llegó al mismo cargo a fines de marzo pasado nombrado por el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta. Pero no dijo ni una palabra sobre lo acontecido en el Bajo Núñez. Del desastroso operativo, menos. Sí pidió que se le quitara la sanción al general Rodrigo Soloaga, que defendió a militares condenados por delitos de lesa humanidad en un acto público en la mañana del miércoles 3.

La crónica de los hechos de ese día empezó mal y terminó peor. La caravana de Defe de ocho micros con la barra, socios, hinchas, mujeres y pibes del fútbol infantil, salió del club y tomó por la avenida General Paz. Insólito. Unas cuadras más allá, los buses de Platense habían partido minutos antes. No se cruzaron de casualidad. Los problemas más serios comenzaron después del partido sobre el puente donde desemboca la autopista Buenos Aires-La Plata, ya en la Capital. El bus que llevaba al plantel de Defensores quedó detenido en el tránsito, sin custodia y fue sorprendido por la barra de Platense. Con gomeras, este grupo rompió al menos dos vidrios del ómnibus y lastimó en los ojos al defensor de la reserva Juan Pablo Campos. Hay fotografías que certifican el ataque. Si no trascendió más fue porque los agredidos no juegan en River o Boca.

Los vidrios rotos en el micro de los jugadores de Defensores de Belgrano

Los hinchas que se aventuraron hasta Quilmes en los micros fueron hostigados casi todo el viaje por el GAM (Grupo de Acción Motorizada) de la Policía Porteña, creado en 2017 y que se mueve en motocicletas y en parejas. Para que mantuvieran las ventanillas cerradas, golpeaban los vidrios. La barra, que tiene nuevo liderazgo y hacía años que no se involucraba en hechos violentos, llegó al partido sin dificultades mayores. La demoraron 40 minutos junto al resto de los hinchas para salir del estadio por el protocolo bonaerense de seguridad y en su viaje de regreso a CABA, ya todo empeoró.

Los buses cruzaron la 9 de Julio y buena parte de la avenida Figueroa Alcorta sin detenerse. Pasaron los semáforos en rojo con la custodia policial motorizada hasta que el recorrido más lógico -continuar por la autopista Cantilo hasta el club – derivó en una excursión insensata. La fila de colectivos escolares cambió su trayecto, se detuvo por primera vez en la subida del túnel de Libertador y ahí apareció un puñado de la barra del Nevado, de Excursionistas, en la esquina de la avenida y Pampa.

En un video tomado desde el interior de un ómnibus se escuchó una voz que dice “nos cagaron”, se le pidió al chofer que siguiera y dos hinchas de Defensores bajaron y se pelearon menos de un minuto con policías de la Ciudad sobre el asfalto. Cayeron algunas piedras sobre los micros, una camioneta de custodia se detuvo y la caravana continuó unos metros de contramano para esquivarla (como se ve en otra imagen filmada). El incidente no llegó a una pelea mano a mano entre barras. Ni ahí, ni mucho menos más adelante, camino a Núñez. Tampoco hubo disparos.

Que el recorrido tuviera una “parada” a una cuadra del club Excursionistas –el clásico rival– pudo derivar en un cruce de hinchadas con consecuencias gravísimas. Pero el viaje siguió y un micro con padres y chicos de fútbol infantil se desprendió más adelante del resto, frente al club Obras Sanitarias.

La llegada al estadio de Defensores terminó con los violentos incidentes que se ven en varios videos tomados desde una torre ubicada en Libertador y Comodoro Rivadavia. Barras que corrían a la Policía, la represión del GAM y la guardia de infantería, piedrazos, balas de goma a discreción y un patrullero destruido a cascotazos. Hubo 29 detenidos, 27 hombres y 2 mujeres. El club quedó sitiado y sus dirigentes evalúan ahora una denuncia contra los responsables del fracasado operativo. La fiscal Celsa Ramírez, a cargo del área de Eventos Masivos en la CABA, investiga lo que sucedió.

El presidente Marcelo Achile –que también es vice de la AFA– no ocultó su fastidio por un hipotético “pase de factura” del ejecutivo porteño después del acto de la CGT en su cancha, a pedido de la UOCRA. Otra interpretación sobre los hechos es la pesada interna entre Burzaco y cuadros medios de la anterior gestión de Marcelo D’Alessandro.

Los 60 disparos entre barras que describieron algunos canales de TV, fueron el sonido de las balas de goma de la Policía de la Ciudad. “Hubo una cacería”, le dijo un hincha de Defensores que viajaba en uno de los micros a Página/12. Hubo un operativo que una vez más amplificó y no neutralizó la hipotética violencia que pretendía controlar. Una historia que se repite por impericia y/o actitud deliberada de una fuerza que creó Mauricio Macri y continúa igual con Rodríguez Larreta. Entre los dos suman 16 años en el gobierno.

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