El primero de mayo de 2023 corroboró, por si hiciera falta, la fragmentación de las representaciones de la clase trabajadora. El archipiélago no es apenas el mapa de la fragmentación de la clase sino que a menudo la complejiza o la enreda … eventualmente la ahonda.
Juan Domingo Perón fue tres veces presidente electo, está en boga nombrarlo como “el General”. Generales hubo y hay muchos, unos cuantos nefastos, usurpadores, gorilas. Líderes democráticos con la legitimidad de Perón, acaso ninguno. Resaltemos “tres veces presidente”, entonces, para ir de una buena vez al grano.
Perón a veces llamaba “columna vertebral” a la clase trabajadora. En otras, nombraba así al “movimiento obrero organizado” (MOO). Jamás fue lo mismo, ni siquiera en la etapa dichosa del Estado benefactor. Entre 1945 y 1975, fechas emblema en Occidente: “los treinta gloriosos”. Efemérides determinantes en la Argentina, desde el iniciático 17 de octubre hasta el Rodrigazo. Oh casualidad los hechos simultáneos en latitudes distintas. ¿O no será casualidad?
Perón recontra sabía que movimiento obrero y clase trabajadora no eran lo mismo aunque en algún momento se superpondrían bastante. No es en nuestro siglo XXI, claro. El MOO contiene a una fracción de la clase, menguante a medida que corre el calendario. No haremos estimaciones cuantitativas sesudas. Desde hace años se agregó una novedad. Laburantes en relación de dependencia con afiliación sindical, paritarias, derechos básicos, a los que no le alcanza para llegar a fin de mes.
El correr del tiempo, las conquistas o recuperaciones de derechos que aportaron los tres gobiernos kirchneristas, lecturas sensatas y comprensivas de la realidad dejan atrás el noble aserto “una sola clase de hombres, los que trabajan”. Hoy en día sabemos que hay trabajadores con conchabo pasable, desocupados, changuistas, marginales, autoempleados. Mujeres. Trabajadorxs que cumplen labores solidarias fundamentales cobrando poco o nada. Jubilados. Trabajadores son todes, con asiduidad pluriempleados. La Vulgata dominante acusa a los argentinos de ser poco afectos al trabajo. Minga. Se labura mucho, mal, contra paga insuficiente o nula en demasiados casos.
El acto del primero de mayo de la CGT fue deslucido, se notaron tanto las ausencias como las presencias. El discurso del secretario general Héctor Daer (primus inter pares de los triunviros) fue acompañado por abucheos de los compañeros camioneros. Pablo Moyano había pegado el faltazo. Daer había dejado trascender que habría un apoyo sobrio a la gestión del ministro de Economista Sergio Massa y un delicado aventón a la candidatura presidencial de “Sergio”. Quedó para mejor oportunidad acaso por la falta de quorum o por la floja audibilidad.
Bajo el cono del silencio, aunque con premeditación y cautela, los compañeros gremialistas formulan día tras día la clásica demanda en trances preelectorales. “No nos dejen afuera de las listas”. Las vísperas de cambios de gobierno acrecientan esos reclamos máxime cuando las perspectivas de victoria no son seguras ni predominantes. Las promesas de cargos ejecutivos no votables, lo sabe cualquier dirigente fogueado, son pagos diferidos supeditados a dos condiciones: la virtual victoria y la voluntad posterior de los mandatarios. Demasiado futuro, demasiada virtualidad. Por añadidura, esos puestos son transitorios, los famosos fusibles. Los cargos legislativos pagan de contado: garantizan un piso de estabilidad desde el cual se pueden “saltar” a los ejecutivos ganados. Estabilidad que no es poco en la era de la incertidumbre.
Las pugnas internas por los espacios electorales son una constante invisibilizada para la gente común. Conocer los entretelones tal vez ayudaría a desentrañar conductas “extrañas” de protagonistas o agrupaciones. Las internas dinamizan la vida de las coaliciones. Cientos de listas a nivel nacional y en 24 distritos… miles de espacios. Volvamos al núcleo de clase, don cronista.
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Mutaciones, ramalazos de luz: Las mutaciones sociales no se consuman de sopetón, de la noche a la mañana. Transcurren con avances y retrocesos. Hay trances que hacen notorias las transiciones para el observador atento. Puede darse cuenta, luego distraerse. Para la mirada costumbrista de quien les habla la muchedumbre que acompañó a Herminio Iglesias al acto del 28 de octubre de 1983 contenía una revelación. Pobres conurbanos “distintos a los de antes”, léase a los trabajadores y aún villeros de los 60 y 70. Desgarbados, mal nutridos, con traza diferente. Algún escriba los llamó “lúmpenes”, otros los encasillaron como “marginales” … atrasaban. Eran, quién sabe, nuevos pobres que testimoniaban con los cuerpos, su pilcha, su salud en riesgo, parte del éxito del proyecto dictatorial. Desperonizar a la Argentina, serruchar el poder y la autoestima a los plebeyos otrora empoderados y desafiantes.
Un plebeyo de primera, el fallecido Saúl Ubaldini, el más popular y más representativo secretario general de la CGT desde la recuperación democrática, intuyó y convocó como nadie a la naciente, diversa, clase trabajadora. Católico populista, se plantaba en San Cayetano, clamaba por Paz, Pan y Trabajo. Lo vitoreaban “condenados de la tierra” a la par que militantes políticos y trabajadores registrados, Participar en sus movilizaciones ponía en escena a relegados de la tutela sindical. El añorado Horacio González descifró con brillantez el mensaje posconciliar y cristiano de Saúl, que entreveraba alusiones a Perón y Evita, crucifijos, letras de tango y fraseo único. Precursor de la narrativa del Papa Francisco sin saberlo ninguno de los dos.
La Marcha Federal de 1994 llevó peregrinando por todo el país y hasta la Plaza de Mayo a la remixada clase noventista, con desempleo rampante, víctima de los embates de la dictadura y del menemismo.
Por aquel entonces un político inteligente y noble, Carlos Auyero, atinó a explicar el fenómeno y el envejecimiento de valiosos paradigmas. El concepto de bregar contra la explotación se quedaba corto. Millones de argentinos pugnaban para ser explotados. Ni siquiera “incluidos”, en palabras de Auyero. Daba en la tecla ese otro socialcristiano, de notable formación, afín a (o aliado de) las mejores vertientes del peronismo. Que siempre tuvo muchas vertientes.
Ahora cualquiera sabe que hay laburantes por doquier, que los encasillamientos históricos fallan. Más autoconciencia, entre los laburantes. Más espacio para la agresión, el divague o los lugares comunes para las derechas. O para nacionales, populares, izquierdas o progresistas con mejores intenciones y con recetarios desactualizados. Pongalé.
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Manual para simplistas con ínfulas: Sucesivas administraciones democráticas buscaron respuestas coyunturales. Los discursos dominantes las entreveran en la memoria, las desconocen, pavean. Los lugares comunes proliferan como las moscas en la carroña u otra imagen más delicada que usted proponga.
Sobreviven simplistas que creen vigentes a los “Planes Trabajar” que cesaron hace más de veinte años. O gastan chistes despectivos al respecto.
Hay quienes confunden programas sociales con reglas claras, perduración, sujetos a requisitos sencillos con tendencia universal, como la Asignación Universal por Hijo (AUH) con “planes” que dependen del arbitrio o la voluntad estatal. Gloria y loor a las instituciones de protección social argentinas. Un piso cuarteado pero superior al de tantos países vecinos y hermanos.
Carencia seria del gobierno del presidente Alberto Fernández no haber creado ningún derecho social-laboral institucionalizado, destinado a perdurar. Caso único en gobiernos peronistas. Variantes del Ingreso Universal quedaron arrumbadas, desdeñadas por autoridades económicas sucesivas. Los avances más significativos se concretaron al principio del mandato: remedios gratuitos para los jubilados garantizados por el PAMI, Tarjeta Alimentar. Se resucitaron programas K como el Conectar Igualdad o el Procrear. Iniciativas loables, reducidas a menudo por la contención del “gasto social”. La moratoria para jubilados sin aportes suficientes sería una bocanada de oxígeno si no se entorpece su acceso para complacer presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Queda bárbaro aseverar “hay que transformar los planes en trabajo”. La tentación transversal acentúa las imprecisiones, el voluntarismo extremo, aborrece las diferencias reales, el casuismo. Ni qué hablar de la voluntad o el arraigo de tantas actividades. Los trabajadores de la economía popular, los de la agricultura familiar, muchos jóvenes en modalidades que nos cuesta comprender o digerir a los jovatos no sueñan con la relación de dependencia o ciertos modos de estabilidad queribles y amplios altri tempi. Etcéteras a granel, es colorido el árbol de la vida. Sus expectativas son diferentes, variopintas, sus demandas ignoradas, se los escucha poco y se los capta menos.
En vísperas electorales, circunstancias arquetípicas para abrir la mano izquierda del Estado, los reclamos más radicales son aumentos de suma fija, un parche necesario e insuficiente que revela la escasa inventiva del oficialismo. Para colmo de males ni siquiera se concreta.
La derecha ataca, calcula que hay plafón para sincerarse. Avanti con la reforma laboral, un caballito de batalla que encubre agresiones a derechos consagrados, incorporados al patrimonio de la clase trabajadora.
El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, se da un baño de halconismo y propone un camino de ida para jibarizar los planes. "Los beneficiarios estarán obligados a asistir a ofertas de trabajo que surjan”. Si declinan varias, perderán su ingreso. Un modo más de fomentar la explotación, la inequidad. ¿El derecho laboral no está concebido para mitigar las desigualdades entre patrones y empleados, sesgado “pro operario”? No embrome, esos son embelecos del pasado, de la época del General Perón. Acepte lo que le den, baje el copete. Un ahorro estatal forzoso que pagarían los humildes.
Larreta resucita el mito de la “industria del juicio”. Las estadísticas judiciales comprueban que la litigiosidad no sube en épocas de carencia Los pleitos laborales se eternizan. Los negacionistas relatan que miles de Pyme zozobraron por un juicio, Traigan un listado, che. Miren números oficiales. Las Pyme crecen con el conjunto de la economía y en contextos propicios. Y naufragan cuando gobiernan los neoconservadores. Las hunde la competencia salvaje, las maniobras oligopólicas, lo que todos conocen.
A HRL no se le cae una idea, se desespera por colarse a la derecha de la exministra Patricia Bullrich. El intersticio entre Pato y la pared es diminuto, la tentativa puede fallar.
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Provincias, gobernadores, la clase que espera: Se renuevan hoy autoridades provinciales en Jujuy, La Rioja y Misiones. La previa se aborda en detalle en las notas que siguen. Esta columna las analizará mañana, en el típico diario del lunes y durante la semana entrante.
Para cerrar esta nota, baste decir que los oficialismos son favoritos, que cualquier derrota causaría sorpresa. El radicalismo jujeño del gobernador radical Gerardo Morales y el provincial Frente Renovador de la Concordia misionero imaginan duplicar a quien resulte segundo. El Frente de Izquierda (FIT-U) confía en ratificar precedentes en Jujuy, salir segundo lejos de los terceros. Las huestes del diputado Javier Milei se ilusionan con salir segundo en La Rioja.
Los sondeos y los análisis previos amplían pronósticos de triunfos oficialistas para el domingo 14 en La Pampa, San Juan, Salta, Tucumán y Tierra del Fuego. Un montón de provincias, Tucumán la más poblada, la sexta de Argentina.
Muchos territorios gestionados por peronistas, un par por fuerzas provinciales, una sola radical. Si los pronósticos aciertan darán cuenta de continuidad. Habrá que resistir la tentación de hacer proyecciones nacionales facilongas. Los batacazos podrían habilitar lecturas complejas.
De cualquier modo, los gobernadores peronistas miran dos tableros: el terruño y el nacional. Si les va bien en rodeo propio, propagarán más los reclamos de ser considerados en fórmulas presidenciales, de unidad o para las Primarias Abiertas (PASO). El tucumano Juan Manzur está anotado desde hace casi dos años el chaqueño Jorge Capitanich se insinúa, a su vez.
Los años recientes fueron difíciles para los trabajadores argentinos. Si ganaran las vertientes de la derecha les irá peor. Las campanas sonarán por ellos.
El difícil cometido del Frente de Todos es explicar y reconocer fallas de su gestión. También revalorizar aciertos, que los hubo. Proponer una nueva lectura de realidad que comprenda (en cualquier acepción del término) a la nueva conformación de la clase trabajadora. Poner en carrera a candidatos que se pongan la camiseta, representando la rara alquimia de continuidad y renovación, que abran horizontes, que iluminen futuro. Que persuadan a incrédulos, desanimados, indignados, abúlicos. Casi nada. Todavía queda tiempo.
Estas historias continuarán a paso redoblado, lo acelera la cuenta regresiva.