El “emprendedurismo” suele referir a la acción de encarar un negocio innovador inicialmente de pequeña escala. El concepto idealiza la ya idílica imagen de empresario innovador que el economista austríaco Joseph Schumpeter propuso como motor del desenvolvimiento de la economía capitalista. Individuos fuera de lo común que se animan a romper el eterno retorno de lo idéntico del devenir económico, logrando gracias a ello éxitos comerciales que redundan no sólo en beneficios individuales sino también en mejoras sociales en los métodos productivos y/o en los bienes y servicios que se ofrecen en el mercado.
Esa imagen idílica de la innovación choca con un capitalismo ultra concentrado donde los empresarios han sido reemplazados por CEOs y la innovación constituye un área burocrática ubicada, por lo general, en las sedes en países desarrollados de las grandes empresas multinacionales. El contraste es aún mayor con la evidencia que aporta la economista Mariana Mazzucato de que las últimas grandes innovaciones como Internet, el GPS o los teléfonos “inteligentes”, nacieron con el apoyo financiero y de investigación del Ministerio de Defensa estadounidense o la CIA.
De esa manera, el lugar del individuo innovador en el capitalismo moderno es marginal. Los éxitos rutilantes que suelen recibir difusión como el de Steve Jobs con Apple o la más local de Marcos Galperin con Mercado Libre, son excepciones a la regla que se producen en las fisuras que produce el desarrollo de nuevas tecnologías cuyas extensiones de negocios aún no fueron totalmente monopolizadas por las corporaciones pre-existentes (y que probablemente lo sean por las que surgen a partir de esos empresarios innovadores). Esas oportunidades se concentran en los países centrales donde surgen las innovaciones y existen amplios mercados para sus extensiones comerciales, y sólo derraman en cuenta gotas hacia la periferia.
Aun así, el “emprendedurismo” es publicitado por el gobierno como una alternativa al trabajo asalariado estable. Mientras el programa económico en curso destruye empleo asalariado formal, el candidato a senador por Cambiemos Esteban Bullrich propone “que la gente deje de buscar empleo” para dedicarse a “tener sus propios emprendimientos, por ejemplo, las cervecerías artesanales”. Anticipando las consecuencias de inestabilidad en el empleo de la reforma laboral que promueve el oficialismo, Bulrich ya había señalado en el mini Davos de hace un año que el sistema educativo argentino “debía crear Marcos Galperin o crear argentinos que sean capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla”.
Ese “emprendedurismo” de Cambiemos es utilizado para legitimar la destrucción del empleo formal que acompaña la transformación de Argentina en una economía primaria exportadora. Una herramienta ideológica para convertir al nuevo desempleado no en un exitoso innovador como Jobs o Galperin, sino en un cuentapropista informal que sobrevive a la exclusión social con alguna changa
@AndresAsiain