En Ejercicios para domesticar el tiempo, último libro de poemas del escritor cubano-argentino, Idangel Betancourt, nos enfrentamos con los finales, ese espacio donde solamente creemos, es habitado casi solamente por la nostalgia y, sin embargo, la cosas de la cotidianidad se siguen moviendo. Pero no son las cosas mayores, mayúsculas, sino por el contrario, las pequeñas, a las que no solemos prestarles atención hasta que la casi detención del alma y el espíritu repara en ellas. Un leve cambio en la temperatura, pequeños restos de insectos en la casa, mínimos detalles que pueblan este tiempo sin premura, este tiempo de hibernación, de sinsentido y de dolor.

"En la casa se han refugiado los insectos, han muerto/ con sus cáscaras duras,/ con sus aleteos secos, se han quemado en las/ lámparas./ La casa va guardando esos cadáveres diminutos/ que crecen en silencio,/ hasta que ya no hay nada de qué hablar,/ solo limpiar, sacudir y despertar.", dice en Una casa cualquiera.

Los títulos de los poemas Lista de las cosas sin sentido, Esta casa que fue un río, Sobre los tiempos secos, Lo que regresa, Antes que nazca el viento, Canción de invierno, nos remiten a un estado particular del escritor frente a la hoja de papel, un estado de contemplación y de letargo. Un estado del espíritu donde poca gente se predispone a escribir desde el punto de vista de la inmovilidad. Un punto de comparación puedo encontrarlo en la película Contra viento y marea de Lars Von Trier, en donde, para separar los momentos del film, el director incorpora postales aparentemente inmóviles, cuando descubrimos en ella un movimiento ligado a un cambio, ligado a una vitalidad que no esperamos y que subsiste.

En algún punto podemos decir que Betancourt se anima allí, en donde hay un estado de pasado, de presente quieto y donde aún no se vislumbra en absoluto el futuro.

Este libro es una escritura de la cotidianidad, donde el pasado se ha vuelto este presente y no hay hacia adelante ninguna otra cosa. Lo que hay, sí, son estos poemas que en algún punto atrapan la consistencia del duelo, la espesura del presente, donde se notan cosas que simplemente no llamarían la atención, pero que se constituyen en "ejercicios para domesticar el mal tiempo" en la materia poética, en el "hacer" frente al "pesar", en una clave que encuentra vida o movimiento en los intersticios del erial. Aquí les dejo una pequeña muestra del tiempo poético de Betancourt.

El patio donde estuvimos

Nada en este patio es diferente, a no ser su pequeña muestra de tiempo en el que tenemos el coraje de habitar.

No lograremos saber si el lagarto que trajimos será feliz aquí:

es frágil el ejercicio de domesticar el tiempo;

nada es bello en sí mismo,

ni los pájaros devorando las naranjas, ni la saliva lenta en tu sexo;

nada evita que lo que haya pasado sea también el futuro,

pero aquí estuvimos: en este pequeño patio compartiendo con un lagarto la ignorancia de la felicidad.