Paraguay no parece que tendrá una vida apacible hasta el 15 de agosto. Ese día asumirá la presidencia Santiago Peña y quizás descomprima o no la nerviosa vigilia que se respira en las calles y rutas del país. La detención del excandidato Payo Cubas por perturbar el orden público expuso con nitidez una situación. El robusto 23 por ciento de los votos que sacó en la elección no se compadece con la módica capacidad de movilización de sus partidarios, aunque esta sí es suficiente para mantener en vilo a la población.
La tensión política que generaron las protestas bajo la consigna de que hubo “fraude”, cedió en parte tras unos pocos incidentes, piquetes y la mansa actitud del líder de Cruzada Nacional que al ser arrestado declaró: “No va a haber quilombo”. Pese a la señal que dio, y los discretos apoyos que recibió de otros dirigentes —el principal derrotado en los comicios, Efraín Alegre, pidió su liberación— deberá responder por cinco delitos que le imputa la justicia.
Sobre Paraguayo Cubas pesan denuncias que van desde la tentativa de impedir las elecciones a coaccionar a los órganos constitucionales. Dos fiscales, Jorge Arce Rolandi y Francisco Cabrera, abrieron una investigación contra él. El viernes pasado mientras hacía la transmisión en vivo de uno de sus actos, lo detuvieron en San Lorenzo, a unos 15 kilómetros de la capital.
Todo quedó filmado, incluidas sus acusaciones contra “los que roban los votos” y que “están tranquilamente libres”. Recordó además que ya había sido recluido dos veces en la cárcel de Tacumbú, la más grande del país y cuya historia llegó a Netflix en 2020. Payo no cuestionó el procedimiento judicial. “Me parece bien el protocolo policial y ya sé luego lo que me espera”, agregó. Mucho más dócil y tranquilo de lo que acostumbra, como si meditara sus futuros pasos.
El comisario Carlos Benítez, director de Prevención y Seguridad de la Policía Nacional, dijo que Cubas permanecería detenido en la llamada Agrupación Especializada, un cuartel ubicado en Asunción, donde suelen ser alojados pesos pesado del delito, integrantes de las fuerzas de seguridad y hasta políticos. No es una cárcel convencional y su perímetro fue reforzado ante posibles manifestaciones de los partidarios del inclasificable candidato que salió tercero en los comicios del 30 de abril.
Los medios locales reflejaron cierto grado de psicosis ante movimientos de tropas, pero que en realidad fueron un despliegue por el 212° aniversario de la independencia del Paraguay (se festeja el 14 de mayo) desde Piribebuy hasta zonas cercanas a la capital. Sobre Cubas pesan imputaciones por delitos que tienen penas de hasta diez años de prisión, como el de accionar contra órganos constitucionales. Los fiscales informaron que ordenaron su detención porque en el pasado no se había sometido a la Justicia en otras causas.
Decenas de sus seguidores también fueron arrestados en diferentes puntos del país. Los últimos 34 en el Departamento de Alto Paraná, donde se encuentra Ciudad del Este, en la triple frontera. Se los acusa de haber destruido una camioneta policial y de exigir dinero a cada automovilista —entre 20 mil y 50 mil guaraníes, unos 1.500 y 4.000 pesos argentinos— para liberar las rutas que habían cortado en esa zona, informó la prensa paraguaya.
El candidato antisistema que hoy desplazó con su situación judicial las principales noticias políticas de las portadas, también se metió en problemas con los profesionales de su propia actividad —es abogado— y los periodistas. Desde la Asociación de Exalumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y expresidentes del Centro de Estudiantes (Ceduna) expresaron su rechazo a Cubas: “Nuestro repudio total hacia los actos fuera de la ley perpetrados por nuestro colega, el abogado Paraguayo Cubas Colomés”, dice un texto que difundieron.
La Mesa para la Seguridad de Periodistas del Paraguay (MSP), que integran gremios y comunicadores sociales, presentó una denuncia formal por agresiones contra varios trabajadores de prensa ante la Unidad Fiscal de Ejecución Penal. Una investigación de la Policía Nacional especializada en cibercrimen reveló también que hubo más de mil mensajes que circulan en redes sociales de presuntos simpatizantes de Cubas con amenazas a periodistas y medios y además unos 30 perfiles virtuales truchos que se usaban como fachada.
Con una parecida matriz operativa y utilización de las redes sociales, pero menor capacidad de movilización y daño que los golpistas partidarios de Jair Bolsonaro en Brasil, los fieles del político paraguayo podrían ir perdiendo influencia en los próximos días. Además, no tienen el apoyo de las fuerzas armadas, ni de las iglesias evangélicas, ni de los empresarios del agronegocio que sí apostaron fuerte por el ultraderechista que presidió el gigante de la región hasta el 31 de diciembre de 2022.
Cuando era conducido por la comitiva policial en San Lorenzo que lo arrestó, Cubas logró extender la transmisión en vivo de su detención durante casi 15 minutos. Su show eclipsó las próximas decisiones del presidente electo Peña que ya se apresta a formar su gabinete de ministros, los pedidos para que Efraín Alegre, el liberal derrotado con amplitud en la elección, abandone la presidencia de su partido y la interna del Partido Colorado entre diputados y senadores que responden al actual mandatario Mario Abdo Benítez y a Horacio Cartes.
Paraguay no da señales de encaminarse hacia una insurrección de votantes indignados, lúmpenes desclasados y jóvenes que rechazaron al oficialismo para apoyar a un candidato ahora caído en desgracia. Su estabilidad política parecería garantizada. Ya sea por la omnipresente fortaleza del Partido Colorado, su contundente victoria en las urnas y el camaleónico respaldo de Estados Unidos. En los días previos a la votación su embajador Marc Ostfield apoyó de manera abierta a las fuerzas de la Concertación, denunciando al hombre fuerte del país, el expresidente Cartes, por ser “significativamente corrupto”. Ahora deberá convivir con Peña, su ahijado político.
Sobre esta aparente contradicción transcurrirá la relación bilateral con EE.UU que tiene un peón de su geopolítica en el país, Taiwán. La provincia que el gobierno de Beijing considera rebelde y mantiene exclusivos lazos comerciales con Paraguay desde la dictadura de Alfredo Stroessner. Una isla que oficia de tapón para frenar la expansión de China en Sudamérica.