Un Superclásico siempre deja tela para cortar. Y justo un día después del disputado este domingo se cumplen 35 años del último partido como futbolista de uno de sus históricos protagonistas. Fue un verdadero caudillo en el mediocampo, con quite, voz de mando, gran administrador de juego, presencia y sobre todo mucha personalidad. Se inició en 1974 en Newell’s, donde hizo todas las inferiores, y en 1981 pasó a River (“mi vida”, según sus propias palabras). Ahí ganó la Copa Libertadores, la Intercontinental y la Interamericana, primeras estrellas internacionales del Millonario.
Cuando aún militaba en el club del Parque Independencia, abrazó la gloria como titular inamovible del seleccionado argentino dirigido por César Luis Menotti que se consagró campeón del mundo -también por primera vez- ante su par de Holanda, en la vibrante final del Mundial ’78 disputada en el Monumental, que tres años después se convertiría en “su casa”.
Lo cierto fue que el 8 de mayo de 1988, tras disputar 440 encuentros en Primera División en los que señaló 35 goles, el volante central Américo Rubén Gallego colgó los botines vistiendo la banda roja en un triunfo 3-1 ante Banfield. En el medio, el “Tolo” participó en varios Superclásicos por torneos locales, internacionales y amistosos. No le fue mal. Pero vayamos al inicio de todo.
Gallego nació en la cordobesa Morteros. A los 2 años se fue a Rosario con su mamá y empezó a transitar una vida difícil, sin padre y con cuatro hermanos. “Hice de todo en la vida. Hasta fui hielero, algo que no me gustó nunca porque me quemaba las manos. Iba en carro, de casa en casa, llevando las barras”, relató sin ambages.
Se probó en Boca pero, petiso y retacón, llegaron a cuestionarle el físico. Hasta que el muchacho morrudo largó las changas para jugar en Newell’s, donde hizo todas las inferiores a partir de la confianza que le prodigaba Jorge Griffa, sobre quien reconoció: “A él le debo mucho, hasta me daba vitaminas”.
Su debut como jugador profesional
Gallego llegó a la Primera del Rojinegro el 15 de diciembre de 1974 con un triunfo 3-1 ante Talleres de Córdoba, por el Campeonato Nacional. Juan Carlos Montes -el mismo que más tarde hizo debutar a Diego Armando Maradona en Argentinos- fue el responsable de su bautismo como jugador profesional.
Su primer gol lo convirtió el 30 de mayo de 1975 ante Gimnasia de La Plata, y desde entonces comenzó a tener más participación en el primer equipo. De toque simple y enorme capacidad defensiva, sus grandes actuaciones le valieron la convocatoria a la Selección para el torneo de Toulón, donde conoció a Daniel Passarella.
Fue el primero en pasarle la pelota a Maradona en el debut de éste con la celeste y blanca ante Hungría en cancha de Boca. Con Argentina, Gallego jugó 66 partidos, anotó tres goles y jugó dos Mundiales de la mano de Menotti, un mojón en su carrera y con quien se distanciaría con el paso de los años.
Participación en los Mundiales
En una edición especial de El Gráfico afirmó: “El partido que más recuerdo como jugador fue la final contra Holanda. Después del partido nos fuimos al Sheraton y de ahí a José C. Paz a buscar la ropa. En la concentración no teníamos plata y debíamos ir con (Mario) Kempes y el Loco (Daniel) Killer a Rosario. Kempes llevaba un botín de oro por ser el goleador y cuando paramos a cargar nafta le dije: ‘Si no nos alcanza, dejales el botín que después se lo venimos a retirar con plata’”.
Cuatro años más tarde, en pleno Mundial de España, Passarella y Maradona le sugirieron en sorna que cuando el “Tolo” tuviera 40 años iba a ser el jardinero de sus quintas. “Ojo, no vaya a ser cosa que sea al revés”, les retrucó el volante central con picardía.
Preguntado sobre por qué fracasó la Selección en esa Copa del Mundo de 1982, no vaciló: “Nos faltó hambre. Algunos jugadores, entre los que me incluyo, no tendríamos que haber jugado porque no estábamos bien”.
Cabe recordar que Gallego se fue expulsado en la derrota 2-1 ante Italia, que al cabo se consagraría campeón del Mundial de España. Maradona también vería la roja en la derrota 3-1 ante Brasil, que eliminó del torneo a la Selección y significó la primera y única expulsión del 10 en un Mundial.
La llegada a River
Un poco antes, en 1981, Gallego pasó a River, donde se convirtió en un símbolo y consiguió cinco títulos. Polémico y verborrágico como pocos, ya grande afirmó sin titubear: "Por mi perfil era más para Boca que para River, pero me termina comprando River porque Boca se había gastado toda la plata con Maradona. Me hubiese gustado jugar en Boca".
El hombre que dejaba largas las uñas de sus meñiques para incordiar a sus adversarios, tampoco tenía pelos en la lengua. “Hacía mucho tiempo que lo pinchaba a Passarella para que me llevara a River. El día que llegué, mientras yo entraba por una puerta para firmar el contrato, por la otra se iba Angel Labruna. A la gente le costó bancarme porque estaba acostumbrada a Jota Jota, Merlo y Alonso, pero creo que me gané bien el puesto. Si bien antes era muy peleador, yo andaba calentito porque no jugaba. Con Merlo una vez tuvimos un encontronazo en una práctica y nos agarramos a trompadas. Normal; también me pasó con Capurro en Newell’s”, blanqueó.
El primer Superclásico
En septiembre de 1981, bajo la dirección de Alfredo Di Stefano, disputó con éxito su primer duelo ante el Boca de Maradona con un triunfo 3-2 en la mismísima Bombonera, por el Campeonato Nacional. Más tarde confesó a ESPN que Maradona y Ricardo Bochini fueron los más difíciles de marcar, pese a que durante el juego los “amenazaba” de manera solapada. “Diego era altanero y me contestaba: ‘Qué me vas a pegar, gordo. A vos te tiro un caño y te gambeteo”, recordó con gracia insuperable.
En torneos locales llegó a perder un Superclásico en el Monumental. Fue 1-2 y esa tarde de octubre de 1983 curiosamente compartió la mitad de cancha con “Mostaza” Merlo en aquel equipo de José Varacka.
Una vuelta olímpica en La Bombonera
Lo cierto fue que el 6 de abril de 1986 quedó en la memoria como “el día del clásico de la pelota naranja”… y también por la vuelta olímpica que el Millonario dio en la cancha de su eterno rival antes del comienzo del partido.
En cuanto se asomó el plantel xeneize por el túnel, también salió River, encabezado por el “Tolo” Gallego, su capitán. El equipo que entonces dirigía Héctor “Bambino” Veira enfiló como si fuera al centro de la cancha, pero luego dobló hacia el sector de los palcos e inició la vuelta olímpica bajo una andanada de insultos.
Con cara de malo, raspaba y dirigía el tránsito desde el círculo central. Ese día, River ganó 2-0 y el “Beto” Alonso marcó dos goles, uno de cabeza y otro de tiro libre con la ayuda inestimable de Roberto Passucci, que estaba en la barrera y descolocó a Hugo Orlando Gatti.
Otra vez la gloria internacional
Ese mismo año, con River salió airoso en el Grupo 1 de la Copa Libertadores que compartía con su archirrival, dirigido entonces por Mario Nicasio Zanabria. En los duelos de la serie, sacó un empate 1-1 en La Boca y una victoria por la mínima en Núñez, que lo encaminó al título que obtendría en las recordadas finales ante el América de Cali de Julio César Falcioni, Carlos Ischia y Ricardo Gareca.
Y el 14 de diciembre de 1986 le puso la frutilla al postre en Tokio al levantar la Copa Intercontinental como capitán de River, tras vencer 1-0 al Steaua de Bucarest con un gol del uruguayo Antonio Alzamendi.
La seguidilla de éxitos internacionales continuaría a mediados del año siguiente, cuando ya bajo la conducción de Carlos Timoteo Griguol obtendría la Copa Interamericana en Núñez, al derrotar 3-0 a la Liga Deportiva Alajuelense con tantos de Jorge Villazán, el recordado Juan Gilberto "Búfalo" Funes y Héctor Enrique. El partido de ida disputado en Costa Rica había terminado sin goles.
En abril de 1988 vivió desde el banco de suplentes su último Boca-River en La Bombonera con los pantalones cortos. Terminó 2-2 ante el equipo de José Omar Pastoriza, que a la postre sería también el último Superclásico del histórico Gatti como titular en el arco boquense, antes de ser desplazado por un joven Carlos Fernando Navarro Montoya.
Pocos días después asumió Menotti como técnico en River. “Yo pensé que iba a estar más motivado, pero él prefirió traer al ‘Checho’ Batista. Ahí me bajoneé un poco y decidí dejar de jugar”, admitió tiempo después.
El luchador del medio campo se retiró a los 33, pero dos años más tarde volvió a River como ayudante de campo de Passarella, quien enseguida sería apalabrado por Julio Grondona para dirigir el seleccionado argentino rumbo al Mundial de Francia.
El "Tolo" entrenador
Ya como técnico en soledad, ganó invicto el Apertura ‘94 y se enfrentó exitosamente con su mentor Menotti, quien había cruzado de vereda y al comando de Boca cayó 0-3 en La Bombonera por los goles de Enzo Francescoli, Ariel Ortega y Marcelo Gallardo.
En el medio, Boca y River habían empatado los dos partidos de cuartos de final de la Supercopa Joao Havelange, pero en la definición por penales el Xeneize se impuso al Millonario por un ajustado 5-4.
Gallego también festejó el Clausura 2000 en su regreso como DT millonario. En los duelos por cuartos de final de la Copa Libertadores ante el Boca de Carlos Bianchi, ganó 2-1 en la ida de local.
Aunque en la revancha en la cancha de su máximo rival quedó eliminado tras caer 3-0 y marcado a fuego por el último gol en tiempo de descuento a cargo de Martín Palermo, que tras una larga ausencia regresaba a las canchas ya recuperado de una rotura de ligamentos. La bravuconada que había lanzado en la previa (“Si Bianchi lo pone a Palermo, yo lo pongo al Enzo”, cuando Francescoli ya llevaba tiempo retirado) no lo dejó bien parado. El fútbol tiene esas cosas.
Más tarde se transformó en el único argentino en haber logrado títulos en cuatro equipos distintos: River, Independiente, Newell's y Toluca de México.
El "Tolo" también reconoció que Passarella lo había tentado con dirigir al Millonario en la Primera B Nacional, pero que se negó porque "no veía bien al equipo". No dirige desde 2020, cuando tuvo un discreto paso como seleccionador de Panamá. Pero quién le quita lo bailado.