El refugio de Matienzo

 

El Zappo Aguilera era Bóveda, yo Hijitus Gómez, e íbamos a probarnos a Central esa semana. Pero se cruzó el Destino con apariencia de Historia, embozado y de fajina, y nos arruinó el triunfo.

‑Soy yo, abrime -le susurré raspándole la persiana del lateral. Ya andaban ladrando los perros y lo que menos quería era kilombo.

‑Ya voy -y sentí que se puso de un salto fuera de la cama y me abría la puertita del fondo, la de la garrafa.

‑Nada, nada. -dije bajito para no despertar a la madre‑ Anda la cana en mi barrio y me mandé para acá.

Me sorprendió la naturalidad con que narraba. ‑Se llevaron a Chico, que se había quedado en el ensayo: los vi desde la plaza así que que tomé el 218 y rajé".

 

"Mi casa quedaba sobre la calle Felipe Moré, frente a una villa miseria que estaba cruzando las vías del ferrocarril. Tenía que caminar cinco cuadras por Matienzo, paralela a la mía, para acceder a los beneficios del progreso y la civilización: pavimento, transporte público, amigos y la posibilidad de infiltrarme en un mundo educado y generoso, al menos eso creía en aquella época de mi adolescencia, querido amigo..."

‑¿Que hora es? -dijo el Zappo como si nada. Me ofreció un café con leche. Yo tenía las manos heladas y un cagazo padre.

‑Nada, mama ‑'mama' sin acento‑ Es el Adrián que se olvidó una cosa. Vaya a dormir, mama. Se dirigió a mí mientras me daba la bata del padre muerto: una bata negra funeraria y descosida.

‑Tomá, es un robbe de chambre francés.

Meditó: ‑Mañana la cagamos con la prueba en Central... no tenés ni los botines... Ma sí, yo tampoco voy, con esta lluvia de mierda que se viene ni cancha va a quedar, dale venite para adentro, ¿querés mear? Pará que te enciendo la luz.

 

"...le ruego a Dios que hoy no llueva, de lo contrario no podrá entrar hasta aquí la ambulancia del PAMI y no lograremos internar a mi padre debido al barro, por esta zona no llegó el pavimento todavía. Además algo tan elemental e imprescindible como un teléfono público que no tenga el cartelito "No funsiona", error ortográfico incluido, es como un pequeño milagro. También es toda una odisea conseguir otro en condiciones y evitar así que no muera en la espera de la ayuda médica. No sé qué pensaras vos mi querido amigo, pero en mi caso salir de esta infame circunstancia es una prioridad absoluta para mantener mi cabeza con el menor daño colateral posible..."

No dormimos. La verdad es que nos la pasamos cagándonos de risa por la situación: yo con la ropa mojada, el instrumento seguro choreado en la requisa, sin avisar en mi casa ‑el teléfono en Matienzo era una utopía‑ y la lluvia en el techo que impedía nos oyéramos. Además, la perrada cuando llueve se pone loca, se pone.

‑Sentí, los matungos afinan mejor que nosotros.

Nos miramos, contamos las chirolas y entendimos que no llegábamos ni para un sanguche de mañana.

‑Va a estar bravo, hay que ir a ver que pasa con la sala de ensayo y llamar a tus viejos... decime, ¿No se nos ocurrió algo mejor que querer tener un grupo y encima querer jugar en Central? Ja, y pensar que los milicos buscan droga. Acá está la droga que nos pone idiota.

Y se tocaba con su dedo flaco la sien. En la radio sonaba Carlos Santana e hicimos un prodigioso silencio de santuario. La madre del Zappo pasó como hipnotizada a servirse un vaso de agua. Caminaba, hablaba, lo retaba en sueños.

 

"...hubo una época que en el patio delantero de casa, instalamos un barril metálico de doscientos litros para vender al público Kerosén y carbón para la villa de enfrente. Era una mínima salida económica al escaso presupuesto familiar, que además me permitía justificar mi estancia en la casa, ya que a esa altura había abandonado los estudios y mi padre me dio un ultimátum: "Si no estudiás, tenés que laburar, de lo contrario buscate un hotel para vivir".

El trabajo no era tan sacrificado, salvo por el camión de reparto que no aparecía, entonces tenía que agarrar la bicicleta, acomodar como podía una damajuana de vidrio de diez litros y salir haciendo piruetas hasta el galpón que lo distribuia. ¿Que relación podría tener este hecho con mis aspiraciones artísticas? ..."

 

Toda esa zona la tenemos borrada: sé que volví en cuanto pude y me conchabé de repartidor. Dejé la música, no pude reponer la guitarra eléctrica y, como si yo hubiese tenido la culpa del golpe de estado, mi viejo se enojó y me prohibió armar un grupo, acercarme a las malas companías y me tenía cortito con la rienda. Pero en cuanto pasó la barahunda volví a Matienzo para decirle al Zappo que había armado otro grupo de rock que ensayaba en la funeraria del Gordo, en la piecita de los ataúdes con desperfectos.

 

".... el plan era bueno; fundamos una banda de rock y partimos a triunfar desde la esquina de Felipe More y Montevideo. Éramos diez amigos de la barra del club "Matienzo". Solo tres de nosotros dimos el siguiente paso: adquirir los instrumentos. El Flaco Arana se hizo cargo del bajo, Daniel "Ojos Llorosos" la primera y única guitarra, y mi pequeño cuerpo zamarreaba la batería. Así nos presentamos en sociedad. Un sábado por la tarde invitamos al resto de los pibes que asistieron como público privilegiado a la pieza. Nuestro primer concierto en vivo. Todavía guardo entre mis archivos de fotos, una que retrató ese momento de efímera gloria.

Adrián llegó tarde y festejó el último tema: hablaba de que no nos habían vencido, que él había juntado a otros en un grupo y que había que hacer un plan "de acá a dos años". Baglietto, que era de otro barrio, ignoraba ser la Promesa Rubia y que en unos meses su foto se colgaría en las piezas de muchos jóvenes gracias a un puñado de anónimas canciones que habían fermentado allí por los bajos y los zanjones. Adrián estaba transpirado y parecía loco, pero yo estaba peor que él. No pudieron con nosotros, gritábamos.Y nos reíamos..."