Hace al menos tres semanas, las calles de Buenos Aires aparecieron empapeladas con la noticia de que la corona británica se encontraba revolucionada por su nueva estrella. No se trata de Carlos III, devenido en una de las figuras que más animadversión genera en estos días. A tal instancia que despertó la nostalgia por Lady Di (como muestra fehaciente de ello estuvo el homenaje que Kate Middleton le brindó a la fallecida princesa en plena ceremonia). Para el que aún no prestó atención a la vía pública, desde el 4 de mayo se coló una “niche en la blanca sociedad” (parafraseando la canción “Ligia Elena”, de Rubén Blades). Ese inmaculado rostro afrodescendiente le pertenece a Charlotte, la reina del momento en Netflix. Otro fenómeno maquinado por la inagotable inventiva de la guionista y directora Shonda Rhymes, cuya productora, Shondaland, dio salida a un spin off de la serie Los Bridgerton: culebrón ambientado en tiempos pre victorianos.
A un tris de la madrugada del lunes, en la salida del Movistar Arena por la calle Humboldt una valla con la imagen de La reina Charlotte (ficción inspirada en hechos reales) despedía al público que caminaba a las apuradas hacia la Avenida Corrientes. Aunque no aparece entre los créditos que figuran en el póster, muchos de los que abandonaban el recinto desconocían que buena parte de la banda de sonido de la serie pertenece a la artista que acababan de ver. Y es que entre reinas se entienden. En este regreso a Buenos Aires, a 10 años de su última visita, Alicia Keys confirmó su condición de Su Majestad del R&B, del soul y del ritmo. La cantante y compositora se apuntó uno de los mejores recitales internacionales que pasaron por la ciudad en lo que va de 2023. Si bien su performance es famosa por su solvencia, por lo que no debería sorprender el nivel de su show en vivo, la nativa de Nueva York parece que tenía muchas ganas de actuar en esta parte del mundo.
Eso lo dejó de manifiesto al modificar un tramo de su repertorio. Si se compara lo que tocó acá con lo que presentó en São Paulo y Río de Janeiro, las escalas previas a este desembarco porteño, hubo un cambio pequeño. Pero sustancial. Y como en la aristocracia hay códigos, Keys no quiso pasar por acá sin invitar a cantar a la reina argentina del trap: Cazzu. Todo un gesto. Hechicera, nigromante, imbatible, extraordinaria, avasallante y hasta redentora del groove… Son muchísimos los adjetivos que pueden definir lo que fue la artista en escena. Sin embargo, la magia del show recayó en los pequeños detalles. Lo que involucró también a sus músicos. De hecho, su ingreso al escenario fue una de las cosas más orgánicas que se vieron por estos lares en los últimos tiempos. Cerca de las 21:30, los primeros en asomarse fueron su corista y su guitarrista, a los que el público recibió con una ovación. Parecía que iban a chequear algo, aunque se quedaron.
El resto de la banda fue entrando en escena, en medio del más absoluto silencio. El mutismo sólo era roto por el aplauso de la gente. Eso fue un contrapunto notable con respecto a lo que sucedió un rato antes, debido a que las 15 mil personas que colmaron el estadio se fueron ubicando en sus asientos al calor de los clásicos de la música popular brasileña. Entre los que despuntó el samba reggae “Toda menina baiana”, de Gilberto Gil. Una vez que las piezas estaban en su lugar, Keys irrumpió en el escenario desde una escalera lateral en cuyo piso se encontraban impresas sus iniciales: AK. No podía suceder de otra forma que con esa gracia que la ilumina, como desfilando en una pasarela o desafiando la gravedad estética. Si no fuera por esa capa rosa que la cubría, su outfit hubiera emulado al de los Caballeros templarios o al de Juana de Arco. Contraste que recodaba la tapa del álbum La dinastía Scorpio, de El Mató a un Policía Motorizado.
Luego de saludar, Alicia Keys se acercó a su piano, ubicado a la derecha del escenario, y de pie, tal como lo hizo en el resto del recital, se sumó a la base rítmica y las ambientaciones de “Nat King Cole”. Canción de su disco Keys (2021) con la que tributa al genio del swing y del jazz. Pero antes que caer en la obviedad, acudió a la oscuridad del trip hop para rendirle pleitesía. A manera de bitácora de viaje, tras expresar lo feliz que se sentía de volver a Buenos Aires, la cantautora le pidió a la muchedumbre que esa noche se sintieran libres. Entonces vino esa suerte de hip hop experimental “Truth Without Love”, allanando el camino para que luego entrara como una daga “You Don’t Know My Name”, R&B apasionado como pocos. Al que le dio un cierre sorpresivo al ponerlo a surfear sobre el reggae. Lo que le vino muy bien a “Wasted Energy”, cuya base rítmica evocó a los míticos Sly & Robby. Ahí aparecieron “Karma”, “New Day”, el delicioso “Un-Thinkable” y “Diary”.
Hubo flirteo con la música latina. Comenzó con “Calma”, colaboración con Pedró Capó y Farruko. Siguió con “Looking for Paradise”, canción que comparte con su “hermano” Alejandro Sanz, quien la tocó las dos noches anteriores en el mismo escenario. Remató el pasaje invocando el boogaloo “I Like It Like That”, de Pete “El Conde” Rodríguez, que se enlazó con “Reggaetón”, de J Balvin. En ese momento, Alicia Keys abandonó el escenario. De pronto, apareció atrás de todo, cerca de la entrada al campo del Movistar Arena, adentro de una especie de cabina que tenía tres teclados. Si antes rindió homenaje a su mentor Prince con su look y puesta en escena, esta vez parecía hacer lo mismo con Stevie Wonder. Esas trenzas son las mismas que ilustran al disco Talking Book (1972), al igual que a otros más. Arrancó el set con “The Gospel”, tocó “Plentiful”, y luego hizo la maqueta y la original de “It Is Insane”. Y le preguntó a sus fans con cuál se quedaban.
En ese momento, la artista de 42 años derrochaba una energía inconcebible. Ni siquiera sus músicos, ubicados en el escenario de enfrente, lo podían creer. Pese a la costumbre. Una vez que quedaron atrás “Only You” y “Womans Worth”, donde agitó a las chicas, le dedicó “City of Gods” a su ciudad natal. Y cerró así ese segmento. La tercera parte del show la inició con “Try Sleeping”, se puso beatlesca con “Superwoman”, y la jazzeó con “Fallin’”. “In Common” la encontró con un pie en la pista de baile, pero decidió poner los dos con su cover del himno house “Gypsy Woman”. Llamó a Cazzu para hacer “Underdog”, donde la argentina mostró su estatus internacional. Al punto de que no se inhibió y arengó también al público. El final llegó con el hit “If Ain’t Got You”. Aunque luego arremetió con “You’ll Never See Me Again” y “Ain’t Got You”. Si la última vez que tembló en Buenos Aires fue 2018, el domingo la escala de Richter volvió a registrar un nuevo sismo.