La mayoría de los analistas internacionales descontaba el triunfo de Hillary Clinton. Sin embargo, el comportamiento electoral de los estadounidenses cumplió una vieja profecía de la serie animada más exitosa de todos los tiempos. El episodio 17 de la undécima temporada, emitido en 2000, mostraba a Lisa Simpson sucediendo a Trump en la presidencia de su país. El creador de la serie, Matt Groening, recordó que la elección del predecesor de Lisa se hizo en base al “nombre en broma más absurdo”. 
En julio del año pasado, Michel Moore también había pronosticado que  el candidato republicano “lamentablemente” sería electo Presidente. El cineasta explicaba que por “la ira que tienen contra un sistema político inservible, millones de estadounidenses van a votar a Trump”. El triunfo de un outsider revela una profunda insatisfacción en la sociedad estadounidense. La explicación de este tipo de acontecimientos nunca es monocausal pero la marcha de la economía siempre constituye un dato relevante.
La economista y ex embajadora argentina en Estados Unidos, Cecilia Nahón, explica que “en 1970 la admirada clase media norteamericana concentraba 62 por ciento del ingreso nacional pero hoy representa sólo 43 por ciento del PIB. Esta tendencia se agudizó con la crisis iniciada en 2008 en el corazón de Wall Street, en que 9,3 millones de familias perdieron su propiedad mientras se otorgaban rescates millonarios al sector financiero. La desigualdad se disparó a niveles alarmantes y, con ella, prosperaron el malestar y el hartazgo con el sistema”. (“Las Grietas abiertas de Estados Unidos”, PáginaI12, 6/11/2016).
El estudio de los economistas Angus Deaton y Anne Case  Rising morbidity and mortality in midlife among white non-Hispanic Americans in the 21 Century mostró el fuerte aumento de la tasa de mortalidad de los hombres blancos con bajo nivel de instrucción (white trash). Las causas principales de este fenómeno son el suicidio, alcoholismo y abuso de analgésicos. “Paradojas de la historia, se trata de la generación del baby-boom, concebida en el clima de optimismo posterior a la Segunda Guerra”, comenta el politólogo José Natanson en “Cuando tiembla el centro del mundo”, artículo publicado en El Diplo de este mes.
Los votos de estos insatisfechos “varones blancos” fueron centrales para convertir a Donald Trump en el Presidente 45º de los Estados Unidos. El magnate inmobiliario propone reindustrializar su país y denunciar y/o renegociar los tratados de libre comercio. Eso supondría una profunda reestructuración interna de la economía norteamericana y, además, de su relación con el resto del mundo. La deslocalización productiva, es decir el traslado de industrias norteamericanas a India, China y México, provocó un retroceso del empleo industrial cercano al 30 por ciento en los últimos quince años. En campaña, Trump emplazó a Ford y Apple para que dejaran de trasladar líneas de producción a México y China, respectivamente.
En esa línea, el diario español El País sostuvo que “el momento más pro-Estados Unidos de Latinoamérica coincide con un presidente que, al menos por que ha dicho en campaña, pretende cerrarse y apostar por el proteccionismo que había dominado hasta ahora en la política latinoamericana”. La estrategia macrista (apertura comercial, endeudamiento externo) incrementó la vulnerabilidad de la economía local. El triunfo electoral de Donald Trump promete agravar ese escenario.

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