Hijo del poeta y periodista Abel Rodríguez y padre del poeta y periodista Abel Rodríguez, el pintor y periodista rosarino Abel Lelio Rodríguez Minturn Zervas (1931 - 2019) dejó una serie de obras que cambian la historia de la pintura argentina. Desde febrero y hasta este sábado pueden verse en la galería Subsuelo (Balcarce 238, Rosario, de martes a viernes de 16:30 a 20:30 y sábado de 10:00 a 12:30) El sueño y otras pinturas. Son 12 obras en gouache sobre hardboard en gran formato (120 x 120 cm), que con curaduría del historiador del arte Guillermo Fantoni salen del olvido o la invisibilidad que las fue ganando desde su realización, alrededor de 1980, en el último período activo del artista.
Abel Lelio Rodríguez era quien escribía reseñas de arte y literatura en La Capital -desde 1952 hasta 1992- bajo las misteriosas iniciales A. L. (un lector desprevenido creyó que tras ellas se ocultaba Alberto Lagunas). Su padre firmaba como Avelino Rodríguez (1893‑1961) y era amigo del escultor Erminio Blotta; un dato curioso es que Avelino sirvió en parte de modelo para el busto de Dante Alighieri que es obra de Blotta y está emplazado en el espacio público frente al colegio de ese nombre, por Boulevard Oroño. Abel Lelio se casó con la concertista de flauta traversa Nancy Durand y tuvieron dos hijos, Gabriela y Abel; este último es autor de un libro de poemas, El turbión (2018).
Entre la figuración y la abstracción, entre la geometría y el cubismo sintético y caprichos propios sin nombre, las asombrosas pinturas de A. L. irradian alegres colores vibrantes, logrados con una técnica puntillista que produce un efecto de mezcla óptica. El planteo formal se basa en líneas curvas y rectas que delimitan planos de borde neto, pero que no son lisos sino que van siendo modulados por las variaciones cromáticas logradas con esa técnica de pinceladas mínimas, que funcionan como puntos. La paleta es tímbrica y no tonal, es decir: en vez de mezclar cada uno de los pigmentos con un mismo color que dé el tono a toda la composición (esta era la forma académica de proceder, y también la que enseñaba Juan Grela, maestro de Rodríguez), colores puros (o casi) se ordenan en armonías regidas por sus intervalos mutuos, pero sin que uno entre todos predomine o tiña a los demás. Es como la diferencia entre componer música con escalas o sin ellas: un atonalismo visual. El efecto, al seguir cierta armonía secreta, es el de una vivaz energía y una luminosidad expansiva (que se apagaría al "entonar" la paleta). El cromatismo vivaz acompaña muy bien el espíritu lúdico de las formas, bellos y sugerentes enigmas que invitan a buscar la figura en un bosque jubiloso de ángulos y sinuosidades. La idea que nos hemos hecho de la pintura local se basa en lo que los artistas del siglo pasado se animaban a mostrar. Estas obras, inéditas muchas de ellas, vienen a trastocar el canon, a demostrar que no todo eran ocres y grises en el arte moderno rosarino del siglo XX.
"La obra 'El sueño' es como una reflexión sobre el mundo de la pintura: un interior con naturalezas muertas, la lámpara, la modelo... están los elementos o géneros propios de la pintura. Nos pareció que condensaba la muestra", dice Fantoni en una entrevista por Patricia Dibert en un video producido por la galería, donde cuenta que "Abel Rodríguez nace en una familia ligada al mundo de la cultura y el arte. Su padre fue Avelino Rodríguez, escritor y periodista del grupo de Boedo, significativo para la cultura argentina, y su madre, Florence Minturn Zerva, era hermana de Santiago Minturn Zerva, uno de los grandes pintores y grabadores de la primera generación de artistas locales. A través de sus padres, se conecta al mundo de la cultura muy tempranamente, y su vida en Alberdi lo conecta con otros habitantes de ese barrio dedicados al arte, por ejemplo pintores como Carlos Uriarte, Ricardo Warecki o Juan Grela, que fueron miembros del Grupo Litoral. Una obra de Abel Rodriguez padre, el libro La barranca y el río, había sido ilustrada por Minturn Zerva. Abel comienza a pintar intuitivamente a los 14 años y unos 4 o 5 años después, en los años 40, ingresa al taller de Juan Grela. Y ahí participa de una sociabilidad que lo vincula a algunos artistas como Estanislao Mijalichen, de quien luego fue un entrañable amigo... después con el tiempo ingresa al diario La Capital como redactor y se ocupa de la sección Espectáculos y también tiene una actividad como crítico de arte"; además "ilustra algunas portadas de los discos que editaba la UNL".
Esta "encrucijada entre plástica, literatura, periodismo y música", al decir de Fantoni, se refleja en esta muestra cuyos temas "replican los que él cubría como periodista: bailarinas, músicos, jugadores de cartas, borrachos, el quirófano, la crónica diaria... aparece mucho la música, el baile, el deporte", señala el curador. También juega la fantasía, en pájaros o flores que provienen de la naturaleza pero ingresan a la obra estilizados, un poco a la manera de Joan Miró o de Paul Klee. Si en obras anteriores buscaba representar con cierta síntesis la naturaleza y el río, en una paleta tonal de grises de color y con una técnica de óleo a pincel, en estas despliega un mundo más urbano. Fantoni la define como una pintura de imágenes poliédricas, más saturada y abstracta, cromática y tímbrica, de mayor temperatura e impacto; una obra madura.